La palabra tóxico proviene de definición de toxicidad que es la capacidad de cualquier sustancia química de producir efectos perjudiciales sobre un ser vivo, al entrar en contacto con él
-ca adj./s. m. Se aplica a la sustancia que puede causar trastornos graves o la muerte de un ser vivo por envenenamiento: un producto puede ser tóxico por ingestión o por inhalación. Venenoso.
Es una palabra que se define por sus efectos, una sustancia sobre la otra. Parece ser que hay una dimensión lineal y ordenada, es decir: un ser o elemento tóxico en contacto con un ser no tóxico, y entonces es contaminado, afectado mortalmente por el primero.
Esta definición está lejos de lo que realmente sucede en las relaciones humanas. Cada quien tiene su historia, su familia, su infancia, su estilo de amar y su historia de fracasos. Todo esto genera un individuo con una personalidad que presenta un estilo defensivo frente al dolor y a la frustración del diario vivir; acumulando experiencias conscientes e inconscientes como partes buenas y malas, dentro de él.
Hay historias infantiles amorosas y hay historias de terror que no nos dejan dormir. Yo considero que los afectos o sentimientos que no nos permiten vivir armoniosamente son afectos tóxicos, dejan una huella en el alma… como esa parte de la sustancia venenosa que no mata, pero sí hiere.
Todos experimentamos sentimientos tóxicos. Algunos podemos olvidarlos, otros sentimientos logran atraparnos e incluso podemos volvernos adictos a ellos. Sentimientos como la rabia, el odio, el enojo, las mentiras, la agresión y la violencia, conductas que llevan a la búsqueda repetitiva de adrenalina.
Lo realmente tóxico no es lo que sentimos, eso que nos persigue, que nos aniquila internamente; la culpa o el miedo, la angustia y la soledad. Cuando el mundo interno está lleno de sentimientos tóxicos es muy fácil encontrar a quién aventarle esos venenos, creyendo que compartirlos nos va a liberar de ellos.
¿Quién acepta hacer pareja con alguien emocionalmente tóxico? Un ser tóxico no tolera un ser no tóxico, a menos que tenga una dependencia tal que no sepa muy bien quién es quién. Alguien no tóxico se aleja o no se deja contaminar.
Las parejas se caracterizan por NO pedirle al otro que se haga cargo de uno y sucede que, sin hablar, se generan dinámicas tóxicas.
Es muy común que el enojo, las molestias y el odio vayan pasando de uno a otro sin que nadie se haga cargo de los afectos y sus consecuencias. Si mencionó algo así como: “por tu culpa choque el coche”, o “si me hubieras dicho antes no te hubiera traicionado”, o algo así como “tú tienes la culpa de que me haya emborrachado ayer” … ¿Les suena conocido? Es muy fácil encontrar este fenómeno en las parejas donde lo tóxico está en el discurso, en las conductas, en las emociones, en la insatisfacción, en el desastre originado entre dos, pero ninguna se atreve a hacerse cargo del origen del malestar.
No hay inocentes en este camino. Aunque la definición en el campo de la física pone a una parte como víctima y otra como victimario, en el amor ambas partes son responsables de tomar sus decisiones. La indecisión también es en sí una emoción tóxica, que no permite estar bien o irse bien, casarse o divorciarse, amarse u odiarse.
Todos tenemos un componente de odio pequeño en el amor, tenemos sentimientos mezclados. Sin embargo, buscamos lograr estados emocionales suficientemente buenos, por lo cual debemos aprender a manejar esa parte importante para relacionarnos sanamente.
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