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Carolina Grajales Valdespino

Y tú... ¿cómo nombras a tus genitales?


Esta reflexión se plantea, principalmente, para quienes están ejerciendo la maternidad o la paternidad. Alguien podrá pensar: ¿por qué habría de leerlo yo, si aún no tengo hijos? Sin embargo, es probable que en algún momento de tu vida decidas cambiar de estatus y este análisis podría ser de utilidad a futuro; en parte, puede ayudar a detener los reclamos de quienes señalan que no les dijeron cómo ejercer esta difícil “profesión”.

También podrás recordar los aprietos en los cuales metías a tu mamá o papá cuando preguntabas “¿de dónde vienen los niños?”. La respuesta tal vez fue “del hospital… de París… los trae la cigüeña…” pero actualmente, con la niñez internauta, si das una respuesta semejante corres el riesgo de causar cierta pena o provocar sonrisitas disimuladas.

A partir de esto puedes llegar a preguntarte: “¿debo hablar con mi hija o hijo sobre sexualidad? ¿Cuál es la mejor edad para hacerlo? ¿Qué le digo y hasta dónde debo llegar?” En ocasiones te preocupa que la información propicie la curiosidad y se tome como un permiso para replicar lo explicado, “¿qué tal si a la larga se convierte en una persona promiscua y carente de límites?”. Considero que nada hay más alejado de la realidad.

Lo anterior fue corroborado por la Guía de Educación Sexual, presentada en abril de este 2014 por Uruguay luego de profundos estudios. El evento se llevó a cabo en el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA siglas en inglés) y la representante de este organismo señaló que:

“(…) el miedo es el principal obstáculo (…) miedo a que si una educa sexualidad promueve la promiscuidad, cuando todos los estudios científicos muestran lo contrario. (…) Educar en estos temas, basado en la ciencia; la naturalidad y el desarrollo evolutivo del niño (a) y adolescentes, lo que hace es forjar el carácter, creando ciudadanía responsable, sana, con fuerte identidad, que creen en sí mismos y que sabrán prevenir la violencia, que es uno de los grandes problemas en la región” agregó. Su conclusión: la educación sexual protege a la niñez.

Hablar sobre la sexualidad con la hija o hijo no tiene por qué ser un dilema, constituye más bien una responsabilidad o un desafío. El temor es comprensible porque empiezas a construir escenarios sobre las consecuencias de tus respuestas. Considero que, en este tema, como en muchos otros, no hay una receta general. Todo depende de las inquietudes y dudas infantiles. Lo importante es crear una relación de confianza, donde platiquen y le respondas sus inquietudes conforme se vayan presentando. Lo cotidiano se puede volver un espacio de aprendizaje en educación sexual sin siquiera darle ese nombre.

Un ejemplo: una mujer tenía una niña de 4 años y acostumbraban ir juntas al baño. En una ocasión la niña vio que la mamá se colocaba una toalla sanitaria y le preguntó por qué usaba pañal. La mamá le explicó, de forma sencilla, que cada mes tenía un ligero sangrado… eso le sucedía a todas las mujeres y que a ella le ocurriría lo mismo en algunos años. Después de esa ocasión la niña le preguntaba si usaría su pañal y a veces la niña también usaba uno, esto se convirtió en un secretito entre ambas.

Resulta imposible aislar a la niñez de la sexualidad a causa de la marcada presencia de esta última en todos los recovecos de la vida cotidiana. Puedes corroborar cómo la literatura en su conjunto, desde la novela más “rosa” hasta la poesía más profunda giran alrededor de la sexualidad; el entorno social, de forma permanente, la estimula a través de anuncios comerciales: notas y fotografías en los medios de comunicación tradicionales, redes sociales; ropa que acentúa las formas de los cuerpos, bromas y en general un lenguaje de doble sentido… al mismo tiempo, cuando tu hija o hijo se expresan libremente al respecto, puede que tu reacción sea de inseguridad, luego manifiestas la prohibición autoritaria como respuesta, pero esto acaba con la confianza y rompe el diálogo. El gran peligro es que preguntará en otro lugar y evadirá el tema contigo.

Como primer paso, sugiero evitar dar otros nombres a los órganos genitales. Tuve la oportunidad de pedir en un grupo estudiantil que me dijeran los sinónimos que conocían sobre la vagina y el pene. Cuál será nuestra sorpresa que encontramos 31 nombres para la vagina y 27 para el pene y de seguro habrá muchos más. Luego pedí que dijeran los sinónimos de otra parte del cuerpo… sólo llegamos como a 4 ó 5 palabras, esto nos permitió reflexionar sobre la represión sexual aprendida.Quizá si hubiera una prohibición para ver los pies de las personas en los centros nocturnos, los asistentes pagarían por ver pies, porque lo prohibido siempre resulta atractivo.

El controvertido psiquiatra y psicoanalista Wilhelm Reich publicó en 1927 su muy interesante texto La función del orgasmo (1981; 159-171), donde anota que “(…) la felicidad cultural en general y la felicidad sexual en particular, forman el contenido mismo de la vida y deben ser la meta de todo esfuerzo social práctico.” Se puede coincidir o no con este autor, pero dado el contexto, resulta fundamental dar información veraz sobre el tema al niño o niña, porque la única forma de evitar años más tarde los embarazos adolescentes, el abandono escolar y otros problemas, es la información.

Para ello debemos guiar en el descubrimiento de si mismo/misma, con la finalidad de desarrollar capacidades que ya son suyas y sólo hay que hacérselas ver. Lo realmente dañino son las verdades a medias, las mentiras y los mitos con los cuales han envuelto uno de los ámbitos más bellos de la existencia humana: el atributo del placer, de transmitir vida, de amar a alguien... y ¿por qué no? Sin infidelidades.

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