Alma se sentía abrumada por las presiones de su casa, las deudas, la escuela de sus hijos y así, todos los días era una rutina que la amargaba y aniquilaba poco a poco. Su esposo Mario tenía meses sin tocarla y cada vez que ella se le acercaba, él la evitaba.
El vecino de Alma, Rafael, era un pianista y violinista que tocaba en un salón de cabaret al más puro estilo de los años cuarenta y cincuenta, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Sus días libres de lunes a miércoles, daba clases de piano a los vecinos y equilibraba sus gastos. Fumador empedernido, no dejaba el cigarrillo ni para comer.
Una mañana, Alma terminaba de lavar la ropa y desde el tendedero, sólo podía ver el humo que salía de la ventana de la sala de la casa de Rafael y el suave sonido de la música de su piano, que dejaba escuchar las bellas melodías que salían del violín de su vecino.
Ella había estudiado en escuela de monjas, tenía conocimientos de música y esa mañana, le llamaba la atención que las notas de Tchaikovsky denotaban un ambiente por demás nostálgico y decidió llevarle a su vecino, un poco de pastel de carne y pasta que habían quedado el día anterior, un vaso de leche y un pan dulce, aderezaban la pequeña canasta que le había preparado al vecino al que ella imaginaba triste y apesadumbrado.
Antes de avanzar hacia piso de su vecino, llamó a su esposo en una especie de remordimiento de conciencia y como él no le contestó, ella construyó en su mente que él estaba en la cama con su socia Laura, esto la enfureció aún más y la determinó a llevarle los alimentos al músico.
Al tocar su puerta, él le abrió sin notarse o verse sorprendido del obsequio de su vecina, como si ya la esperara. La invitó a pasar y sin más, empezó a comer despacio los alimentos que Alma le había llevado; por último, la leche escurría de su boca y notaba gran nerviosismo en las manos y el rostro de su vecina.
Se acercó a ella y como si fuera un violín, la empezó a tocar con arte magistral, seduciendo de cada centímetro de la mujer y obteniendo una nota musical a manera de suaves sonidos de placer, que eran el cenit de un gran concierto de piano en todo su esplendor…
La aparición de un tercero en discordia, él o la amante, “El Sancho” o como gusten denominarle, siempre será una responsabilidad tanto del cónyuge que busca o permite esa relación y del mismo amante en cuestión.
En nuestra sociedad actual, la figura del hombre infiel ya no es tal y el engaño o la aparición del “tercero en discordia”, es un asunto que atañe a la pareja y tanto él como ella, engañan. Sin embargo, analicemos un poco las razones para que uno u otro cónyuge engañen.
“Me siento solo”, “trabaja mucho y no me atiende”, “siempre está cansado/da”, “la rutina”, “sus viajes”, etcétera.
Lo más grave de muchas infidelidades son las suposiciones sobre el actuar o la conducta de la pareja. Si Alma hubiera reparado en esperar y volver a intentar en un par de horas más, hubiera dado tiempo a que su marido Mario, Ingeniero Geólogo, saliera de una zona minera donde no había señal y pudieran hablar.
Gran parte de la proliferación de los “terceros en discordia” es por esa falta de comunicación efectiva y asertiva, permitiendo que sean los grupos de amigos, familia y compañeros de trabajo, los que influencien al cónyuge y le permeen una serie de escenarios que en la mayoría de los casos son irreales.
Él o la cónyuge que quiera estar alerta sobre la posibilidad de evitar una infidelidad en su pareja, primero debe estar muy determinado el mismo/a a no caer en esa conducta, la cual más allá de ser buena o mala, es una decisión que se toma y que por sí misma, tiene una carga de descalificación social, lo cual, tarde o temprano impactará en la psicología de quien comete el engaño, dejando en no pocos casos, al “tercero en discordia”, sin preocupación alguna y que al complicarse el asunto migrará sin más, dejando tras de sí un halo de dolor y penurias, que llevarán a la destrucción de una familia.
El entorno social sobre el tema de la infidelidad no es muy bondadoso hacia las conductas que alienten la monogamia, al contrario, generan una serie de necesidades en el individuo/a, donde su individualidad debe ser la prioridad a toda costa, sin reparar que, en la relación de pareja, “el soy” debe ser cambiado por “el somos”.
Conocer el entorno social de uno mismo y de la pareja, sus costumbres, etcétera, puede dar valiosos elementos al conocer cuáles son “las necesidades creadas” en el ámbito sexual de ese grupo que incluye a mi pareja y así, tomar esas necesidades y desde mi trinchera, trabajarlas y buscar satisfacerlas.
Un ejemplo: si en la oficina de mi pareja, van todos los jueves a jugar boliche y él nunca jugaba boliche, sin invadir ese espacio, sin advertencia de por medio, llevarle un sábado a un boliche que no sea al que él va con sus compañeros.
De esa forma, él se sorprenderá de la intuición de su esposa y sentirá que ella lo tiene presente.
Si Mario, el Ingeniero Geólogo, hubiera puesto atención en el gusto de Alma por la música clásica, la llevara seguido a conciertos y le obsequiara de sorpresa unas clases de música clásica, se hubiera evitado una larga temporada de engaños y Alma, hubiera comprendido la música clásica, sin remordimientos, pues para su mala fortuna, cada vez que escucha música clásica entra en una serie de conflictos internos que en poco abonan a su equilibrio y crecimiento personal.
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