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Ruth Axelrod

Te odio... pero poquito.


La naturaleza del amor es compleja. Se trata de un sentimiento expresado por todos, pero difícil Escribir sobre el odio parece un secreto a voces parlantes. Un secreto guardado por todos, con miedo, culpa y castigo. ¿Qué podemos decir sobre el odio?

Este es definido como una actitud emotiva, caracterizada por la ira, aversión, enemistad o mala voluntad; con el deseo personal de desaparecer o perjudicar a algún objeto o individuo; suele ser tóxico y mucho odio puede enfermar a quien lo padece.

El odio tiene un registro consciente y otro inconsciente; no requiere de ser aprendido pues es parte del bagaje natural humano, mientras el amor es considerado el sentimiento de adhesión, atracción, gusto y pasión hacia alguna persona. Este último sentimiento sí requiere de aprendizaje y va siendo moldeado por las primeras relaciones afectivas experimentadas por cualquier ser. Tiene también un registro consciente e inconsciente y va muy cercano a la dependencia, la rutina, la costumbre y la sexualidad.

Se dice que los humanos somos seres ambivalentes. ¿Qué es eso?

AMBIVALENCIA significa la existencia simultánea en una persona de dos emociones contradictorias y opuestas hacia quien se ama, y este fenómeno es normal (diccionario de psicología, fce, 1979).

Es decir, es correcto, normal, común y adecuado que cuando uno ama a alguien pueda, en otros breves momentos, sentir odio por la misma persona. Sin embargo, lo importante aquí es tener más momentos del sentimiento constructivo y positivo que del sentimiento opuesto.

La magia de un buen amor radicaría así en que la suma de los momentos suficientemente buenos sea mayor que los momentos malos; y el odio, imposible de evitar, sólo sea un pequeño componente de una relación.

Ambos afectos impulsan a quien los siente a actuar en consecuencia: si alguien ama, da besos y abrazos y las personas están así contentas; pero si se odia, la expresión del coraje, la rabia, la destrucción no conlleva a un buen fin. A menos que sea un sentimiento constante y definitivo, el odio será quien domine una relación y esta puede terminar o acostumbrarse a los malos tratos y agresiones haciéndola ruda, difícil o hasta imposible. Hay parejas adictas al odio.

Ser impulsivo, es decir, actuar sin reflexionar puede llevarnos a expresiones radicales e insensatas en ambos polos. Entonces, ¿cómo podemos equilibrar la mezcla del odio con la del amor si se pueden presentar ambos afectos hacia la misma persona?

Amar demasiado es un problema, odiar demasiado igual. Eso del equilibrio es una buena fórmula, lo cual implica aceptar la importancia de reflexionar sobre lo que sentimos, tanto el amor como el odio: el filial, el de padres a hijos, el de la pareja, a Dios, a los amigos y a los animales.

Me es muy grato que en este mes podamos atrevernos a escribir sobre el odio. No hay un permiso cultural para hablar y aceptar que el odio está presente de forma natural en la afectividad, y aprender a lidiar con él es más sano que callar el hecho de que todos sentimos odio constantemente; no es malo o incorrecto en tanto sepamos dominarnos frente a esta pasión que puede ser muy destructiva.

¿El odio es más viejo que el amor? Así parece… y su presencia en dosis correctas es permitido. El odio en dosis altas, es peligroso. Por lo mismo, el tema del buen manejo afectivo y conductual de la ambivalencia es esencial para comprender la afectividad.

Para finalizar quisiera compartir el pensamiento de Dicks (1970) sobre tensiones matrimoniales: “Lo contrario del amor no es el odio, estos dos sentimientos siempre coexisten mientras hay una relación viva. Lo contrario del amor es la indiferencia”.

¿Tú qué opinas?


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