¡Divorciarse! ... ¡Separarse!... ¡Ruptura!... Eventos de vida frecuentes en nuestro día a día y que exigen a sus participantes de energía, dedicación e inteligencia para enfrentar la tormenta previa que les lleva a la decisión final. Sensaciones de fracaso, de dolor, de deseos de venganza, de incertidumbre, los acompañan. Situación de caos que en muchos casos se complementa de un profundo alivio que les permiten tener y fantasear nuevos horizontes.
Es una vivencia de despedida, de adiós a lo conocido disfuncional, sin ver en la gran mayoría de los casos, como un evento de vida que posibilita la renovación, la apertura, el crecimiento en un espacio de vida nueva y gratificante.
La separación, lleva a un proceso de duelo y a su elaboración paulatina a través la vivencia de sus etapas. Sentimientos de negación, caos, rabia, culpa, soledad lo acompañan hasta llegar a la normalización. Es frecuente encontrar posturas de victimización en la cual se vive al “otro” como el culpable o maligno.
Sugerencias para enfrentar la ruptura:
1.-Aceptar las emociones positivas y negativas, son válidas y personales
2.-Tratar de expresar lo que se siente con la escucha adecuada: parientes, amigos o un psicoterapeuta.
3.-Aceptar los cambios de humor como parte normal del proceso.
4.-Aceptar que lo que acaba es la pareja, no la vida.
5.-Confiar en los propios recursos.
6.-La búsqueda de los ¿por qué?, o de las culpas y temores no ayudan al proceso de normalización, lo obstaculizan, a menos que se acuda al profesional.
7.-NO utilizar a los hijos a tomar partido sometiéndolos a un conflicto de lealtades. Es de suma importancia explicarles lo que sucede y hacerles ver que se separan como pareja, no como PADRES, función que siempre debe de subsistir.
8.-NO hablar mal del otro a los hijos.
9.-Mirar el lado positivo de la situación y aprender a cuidarse
10.-Abrir canales de comunicación con el ex cónyuge.
En resumen, tanto la etapa previa a la separación como las posteriores, son espacios de vida difíciles con sentimientos contradictorios que llevan a sensaciones de fragilidad o de omnipotencia adolescente, más en la medida que el tiempo transcurre se retoman rutinas y nuevos modos de vida lo cual facilita el desarrollo a las nuevas vivencias y relaciones.
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