No quiero convencer a nadie de nada “Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana. Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar no demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos (…) si la historia de la humanidad no es más que una historia de contradicciones, de tanteos y de búsquedas.”
Jaime Sabines (1926-1999), poeta chiapaneco.
A partir del anuncio reciente sobre la iniciativa para modificar la Constitución y el Código Civil que daría reconocimiento a los matrimonios homoparentales o entre personas del mismo sexo en todo México, -pese a ya ser vigente en la Ciudad de México y Coahuila-, se desató una verdadera cruzada de protestas en múltiples espacios de la sociedad. Esto no es nuevo: en 2010 una Encuesta Nacional (1) indicó que cuatro de cada diez mexicanas y mexicanos no estarían dispuestos a permitir que en su casa vivieran personas homosexuales, los resultados mostraron también que a menor escolaridad se incrementa la intolerancia hacia quien tiene una orientación sexual diferente, pues seis de cada diez personas sin escolaridad expresaban su rechazo y con estudios de posgrado sólo dos de cada diez. ¿Qué sucede al respecto?
Los seres humanos tienen diferentes maneras de vivir la sexualidad y de relacionarse afectiva y sexualmente con otras/otros. En este ámbito que pareciera tan íntimo y personal, la sociedad está presente e incide al imponer normas, lenguajes y comportamientos; incluso establece lo que se considera aceptable y no aceptable para su ejercicio. Ha habido momentos que marcaron la historia humana en lo sexual: la revolución sexual de la juventud en los años sesenta; en los setenta entró en escena la píldora anticonceptiva, misma que separó sexualidad y reproducción dando inicio al debate sobre el derecho al placer. En 1973 la Asociación Norteamericana de Psiquiatría borró a la homosexualidad de la lista de Desviaciones sexuales y en 1990 la OMS la retira de enfermedades psiquiátricas.
Estos hechos suscitaron transformaciones y paulatinamente los medios de comunicación masiva comenzaron a bombardear con contenidos sobre sexualidad. En este contexto se abordó el tema de la homosexualidad como una expresión más cotidiana. Cabe aclarar que el consentimiento de matrimonios homoparentales no implicó fundar nuevas familias, sólo legalizarlas; estás siempre han existido, aunque no lo divulguen. El objetivo fue ejercer derechos: herencias, compartir seguridad social, pensiones por viudez o divorcio, vivienda, empleo, obtención de créditos… El gran rechazo hacia personas homosexuales ¿es real o inducido? ¿Hay causas verificables o se trata de juicios previos?
Como docente, he tenido diferentes experiencias, recuerdo a un estudiante que se vestía y maquillaba como mujer y se presentaba como Dany (Daniel), su arreglo era tan bueno que no supe que era hombre hasta que le entregué su calificación final, cuando yo buscaba un Daniel y ella insistía en ser ella y yo le reclamaba que no era momento de bromas. Dirigí su tesis y la recuerdo como una persona estudiosa, comprometida, femenina. No era delincuente, sólo quería ser mujer.
Otro caso fue el de una estudiante que se inventó un tema de tesis muy extraño por lo rebuscado, cuando en realidad deseaba investigar un aspecto de la comunidad homosexual, pero trataba de disimular y el miedo al rechazo le impedía expresar libremente su identidad sexual; nos llevó casi un semestre poder hablar libremente sobre el tema, superó el temor de ser estigmatizada, al menos conmigo.
He citado sólo algunos ejemplos de los miles que hay sólo en la Ciudad de México, pero no todas las experiencias resultan así de “sencillas”. Sugiero ver a las y los homosexuales como simples integrantes de la humanidad, sin atribuirles calificativos ni sentarles en un banquillo acusatorio ¿Qué pasa con el muchacho o muchacha que descubre su atracción por alguien de su mismo sexo? ¿Cuántas dudas y angustias para poder comprender su propia identidad sexual? y la imposibilidad de encontrar ayuda ¿A quién contarle?
¿Cómo enfrentar la homofobia propia y la ajena? ¿De qué manera está rompiendo con los mandatos patriarcales impuestos durante su niñez y presentes en todos los espacios sociales?, aquello de “¡no sea chillón, sea hombrecito!” ¿Cómo “confesarle” a su familia y amigos que no es hombrecito? Y si es mujer, como decir a sus amigas que le gustan las mujeres y que estas no salgan huyendo y contándolo a gritos. ¿Será fácil siendo adolescente romper con las expectativas familiares y sociales?
Recordemos que no se educa para ser lesbiana o gay; las y los homosexuales provienen de una familia formada por una madre y un padre heterosexuales. Es sobre todo al inicio, cuando cuesta trabajo comprender qué está pasando y el porqué del absoluto rechazo a su orientación sexual. Vivir en secreto su orientación sexual, implica engañar a la familia y amistades y provoca una gran tensión por tratar de controlar palabras y gestos “por temor a traicionarme” decía una mujer lesbiana. Esto sin contar con la culpa que ocasionan las creencias religiosas, lo cual es todo un tema y una gran carga emocional.
¿Será muy fácil “salir del clóset” y hacer visible lo antes oculto? Enfrentar el rechazo convertido en estigma, la discriminación e ir re-creando cada día un estilo de vida. En el mundo occidental la comunidad gay decidió asumir su orientación sexual con orgullo, lo cual no se había visto hasta los años ochenta, se propusieron descartar la compasión y exigir el respeto. Recomiendo imaginar la escena donde Lupita o Juanito (ponle nombre), alguien muy cercano a tu vida y a tu corazón, un día te dijera: “soy gay” o “soy lesbiana”. Piensa por todo lo que pasó para poder hacer esa declaración. ¿Tendrías el valor de etiquetarle con el adjetivo de desviada o desviado social?
Referencias:
(1) Encuesta Nacional sobre Discriminación en México. Resultados sobre diversidad sexual. ENADIS. 2010.
Castañeda, Marina (1999). La experiencia homosexual. Para comprender la homosexualidad desde dentro y desde fuera. Editorial Paidós. México.
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