La amistad se puede formar en cualquier etapa cronológica de la vida, siendo ésta la cualidad más trascendente del ser humano porque le permite formar y mantener relaciones, las cuales son imprescindibles para que cualquiera pueda subsistir, aprender, trabajar y amar; en cuestión de género puede unir con amor a dos personas.
La habilidad individual para formar y mantener una amistad, es distinta en cada persona, hay personas cuya naturaleza es de un dote extrovertido que facilita su interacción con la gente que le rodea formando numerosas relaciones íntimas y afectivas obteniendo regocijo por ello. Para otros que poseen una personalidad de una tendencia más insegura, reservada o tímida, no se sienten interesados o atraídos en formar relaciones cercanas y encuentran poco placer en estar o convivir con otros.
Freud decía que a esta vida venimos a trabajar y a amar, de lo anterior podemos inferir que una persona feliz y productiva es aquella que desarrolla la capacidad de compartir, de ser empático con los sentimientos de otro, es aquella que puede inhibir un impulso agresivo y que puede brindar y recibir afecto.
El primer vínculo que desarrollamos cuando somos bebés es con la madre o las figuras que cuidan de nosotros, aquí se gesta una relación emocional perdurable con esa persona de la cual recibimos seguridad, contención, consuelo y complacencia. Este vínculo recibe el nombre de apego y la capacidad que cada individuo desarrolla en etapas tempranas de su desarrollo determinará en cierta medida la forma en que se vinculará en etapas posteriores de su vida.
Aristóteles define la amistad como "dos cuerpos con una sola alma" y concebía tres tipos: de utilidad, de placer y de virtud.
A su juicio las amistades de utilidad son aquellas que se basan únicamente en nuestra propia necesidad, en donde compartimos esa simpatía hasta que la persona es útil respecto a un fin y es por ello que no dura mucho.
La amistad de placer es fundada por la cantidad de placer que se recibe, es decir, por la satisfacción de compartir experiencias en reuniones, dentro del trabajo, etcétera y que genera un gozo por su compañía.
Y finalmente de virtud, esta amistad es una relación entre personas, que se desean el bien y suelen ser afectuosos recíprocamente.
En mi opinión además de una virtud la amistad es un lazo que enriquece a cualquier ser humano porque nos enseña a compartir, a tolerar, a ser solidarios, empáticos y negociar para poder convivir. La amistad es una relación en la cual hay que trabajar, es dedicarse a esa persona, dedicarle tiempo para saber de ella, es saber escuchar y no querer ser escuchado. Si le ponemos un toque metafórico podemos decir que cuando Cupido se hace presente y dispara una flecha puede provocar dos cosas: si la flecha es dorada con plumas el resultado es un enamoramiento profundo (es lo que vemos en el día a día cuando dos personas se conocen y hacen clic y surge ese no sé qué, que proviene del inconsciente que hace “que las cosas se den de manera gratuita”).
Si en contraste dispara una de plomo con plumas de búho provocan la indiferencia y es ahí cuando sólo se da una amistad o la persona es un conocido más. Cupido era travieso y cuando aparecía con los ojos vendados era para demostrar que el amor es ciego…
Lacan decía que la imagen de sí mismo se construye en relación a otro, J. Laplanche por su parte señala que encontrar el objeto sexual es siempre reencontrarlo, el objeto a reencontrar es un sustituto del objeto perdido, es decir, cada persona parece buscar en el otro una parte de sí mismo perdida en un remoto pasado.
Cuando una persona se enamora elige narcisísticamente a su objeto amoroso, es decir, se enamora de un ideal, el cual es engrandecido por todo lo que se le deposita simbólicamente suponiéndolo como un ser perfecto, grandioso, los defectos no pueden verse y es como si esa persona estuviera completa; en la medida que hay un otro perfecto la fantasía de perfección subsiste y se elude la falta por eso se dice que la pareja es “esa media naranja” que nos completa o nos complementa.
En conclusión, si se pueden tener verdaderas amistades entre hombres y mujeres las cuales prevalecen a lo largo del tiempo y de nuestras vidas, no obstante, a mi parecer hay algunas que desde antes de iniciar la amistad como tal, están predeterminadas a una relación amorosa más que fraternal, diría Freud “nada sucede por casualidad todo es causalidad”.
*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.
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