El ginecólogo William Masters y la psicóloga Virginia Johnson se dedicaron, en los años 60, al estudio de la respuesta sexual humana y al conjunto de cambios físicos y hormonales.
Con estos cambios los seres humanos responden a las estimulaciones sexuales. La investigación de Masters y Johnson los llevó a diferenciar cuatro fases: excitación, meseta, orgasmo y resolución.
1.- Deseo sexual:
En la estimulación o postergación de los impulsos sexuales, hombres y mujeres son diferentes, pues se ven influidos por creencias, ensoñaciones y fantasías individuales. Son iguales pero diferentes; el deseo sexual se induce a través de los sentidos, en especial la vista en los varones y el tacto y voz en las mujeres (situaciones que aún no son comprobadas del todo). Estos sentidos actúan al lado de los componentes hormonales de la testosterona y de la hormona luteinizante, las cuales aumentan el deseo sexual.
Durante esta fase no se observan cambios visibles corporales, pues es un proceso mental, el cual abre el camino hacia la actividad sexual.
2.- Excitación:
La visión de un cuerpo desnudo, una mirada, una caricia y muchos estímulos más provocan la excitación. A la fecha no se ha podido elaborar una clasificación diferenciada de aquello que estimule el apetito sexual de un hombre o de una mujer. La creencia popular afirma que en el hombre la visión le estimula el apetito sexual y a la mujer la palabra, el gesto, el tacto y la mirada. Durante la excitación al hombre se le agranda y endurece el pene y aparece la erección, mientras que en la mujer la vagina se lubrica y la vulva se dilata.
3.-Meseta:
La respiración se vuelve entrecortada, las pulsaciones aumentan y por ende la excitación y el deseo. Aparece el rubor sexual (enrojecimiento de pecho y cara), la tensión muscular aumenta y la sensación vivida es la de “no poder más”. Esta fase es la preparación para el orgasmo. Mas si la excitación desaparece, el orgasmo no se produce y se viven ciertas molestias: en el varón puede presentarse dolor testicular y en la mujer congestión en la zona genital.
En los hombres, durante la excitación, la sensación de placer está al máximo pueden notar una especie de presión o calor en la zona de la pelvis dado que se estrechan los vasos sanguíneos, en especial en el área de la próstata. La tensión muscular, el ritmo cardiaco y la respiración se aceleran. La duración de esta fase es variable dado que depende de las parejas. Hay quienes a través de juegos sexuales prolongan esta fase buscando mayor satisfacción y placer.
En la mujer, los cambios logrados en la fase anterior se mantienen e intensifican por un lapso de tiempo: el clítoris se retrae bajo la membrana que lo cubre, la excitación se va incrementando, los pechos crecen, la aureola de los mismos se dilata; aumenta la congestión en los labios menores y los mayores se separan más. Se ha observado, en algunas mujeres, la aparición de manchas rojizas por algunas zonas de su cuerpo, fenómeno conocido como “rubor sexual”, producto del aumento de la circulación sanguínea bajo la piel. Al igual que en el hombre se incrementa la tensión muscular, la presión sanguínea, el ritmo cardiaco y la respiración.
4.- Orgasmo:
Pulsaciones y respiración al máximo, se da una gran tensión muscular en la zona ano-genital en ambos. El hombre eyacula y algunas mujeres pueden presentar orgasmos líquidos similares al del varón, dados por la estimulación del Punto G.
Junto a las manifestaciones físicas, las respuestas emocionales aparecen de manera variada a través de gritos, llanto o risa en la mujer. A su vez pueden darse manifestaciones emocionales contenidas y veladas.
El conocimiento de nuestro cuerpo, la libertad permitida durante la relación sexual, aprueba que el placer aflore y… el deseo de vivir y revivir la experiencia se mantenga.
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