Es un tema delicado que ha generado álgidas discusiones en todo tipo de foros. Más allá de la postura moral que cada uno tenga, el abordaje que efectuó la Corte de nuestro país en un caso que resolvió en 2015, me parece bastante sensato y lo comparto.
Habitualmente las discusiones están muy radicalizadas y se concentran en que, quienes están a favor del aborto, sostienen que la mujer es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera y reflexiones semejantes en torno a ello; por otra parte, quienes están en contra del aborto, sin duda defienden el derecho a la vida y sostienen prácticamente que la otra postura está en contra de la vida.
Pues la Corte, además de resolver un caso que tuvo determinadas peculiaridades y que no me corresponde comentar, externó en dicha resolución, reflexiones generales de gran valía, porque partió de una premisa que engloba ambas posturas, aunque parezca contradictorio.
En efecto, sostuvo la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que, es un tema difícil y que existe al respecto un “falso debate”, entre quién está a favor de la vida y quienes están en contra de ella, manifestando categóricamente que “todos estamos a favor de la vida, pero a favor de la vida con dignidad y de la vida en libertad”.
En la discusión del asunto, no se dejaron de advertir las posturas religiosas, ni tampoco se ignoraron, la libertad que tienen todas las personas respecto a sus creencias y valores, reconociendo nuestra máxima autoridad jurisdiccional que, no se pretende que se obligue a las personas a actuar en contra de dichas creencias y valores; reconociendo también que el aborto genera daños psicológicos en la mujer y que además se afecta el entorno familiar y social.
Después de un profuso análisis de las citadas cuestiones, la Corte concluyó que es imperioso reconocer la necesidad de no penalizar el aborto en determinados supuestos, aduciendo que la represión sólo agrava la situación de la mujer y no aporta en la solución del problema.
También reconoció que el aborto es un “drama humano” para cualquier mujer, por lo que “criminalizarla, condenarla a la cárcel, a la clandestinidad, a poner en riesgo su salud y su vida, implica desconocer el valor que tiene como persona, cuyos deseos e intereses son relevantes y ponderables en la difícil cuestión de la interrupción del embarazo”.
Como conclusión personal, me quedo con que todos estamos a favor de la vida; considero difícil que, en términos generales, para una mujer que opta por esta decisión, sea fácil asumirla y lo haga con ligereza; desde luego que no es deseable que ocurran abortos, pero existen situaciones que pueden justificarlo y la solución tampoco es la pena privativa de la libertad, por las razones expuestas por la Corte. Creo que además de la cuestión médica, que podría justificar un aborto, cuando está en peligro la vida de la madre, debemos voltear, para variar, al tema de la educación, de ambos géneros, tanto por lo que respecta al respeto a la mujer (refiriéndome concretamente al supuesto de la violación), como al rubro de la planificación familiar, porque como ya lo he sostenido antes, en estos casos, la responsabilidad de un embarazo es compartida, al igual que la del aborto y en esta responsabilidad, participamos todos como sociedad.
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