Los individuos violentos son aquellos que, bajo la influencia de su grandioso yo, intentan crear un vínculo con un segundo individuo atacando su identidad con el fin de desarmarlo. Intentan, de alguna manera, hacer creer que la relación de dependencia del otro en relación con ellos es irremplazable. por ellos. Se les debe todo. Critican a todo el mundo y no admiten ningún reproche. Señalar los errores de los demás es una manera de no ver los propios. La fuerza de los violentos estriba en su insensibilidad. Atacan con absoluta impunidad. En ellos las decepciones producen ira o resentimiento, y un deseo de venganza. Mantienen una distancia afectiva suficiente que les permita no comprometerse realmente. Poseen una envidia muy intensa hacia los que parecen poseer cosas que ellos no tienen o hacia los que simplemente gozan de la vida.
Suelen presentarse como moralizadores y dar lecciones de rectitud a los demás. Tienen un sentimiento de superioridad, son intolerantes, deprecian al otro, son desconfiados, interpretan acontecimientos neutros como si fueran adversos. Hay que atacar antes de ser atacado. Son muy hábiles para detectar los puntos débiles en los que el otro puede sentir dolor o en los que se lo puede herir.
Por otro lado, la víctima no es masoquista o depresiva en sí misma. El violento utilizará la parte depresiva o masoquista que puedan encontrar en ella. El error esencial de la víctima estriba en no ser desconfiada, en no considerar los mensajes violentos no verbales. No sabe traducir los mensajes y acepta o que se le dice al pie de la letra.
Un procedimiento evidente para desestabilizar al otro consiste en hacer que se sienta culpable. La víctima ideal es una persona que tiene una tendencia natural a culpabilizarse. Se ganan el amor del otro siendo generosos y siempre estando a su disposición. El violento se aprovecha de esto. Las víctimas parecen ingenuas. Cuando una persona transparente (víctima) se abre con alguien desconfiado (victimario) es muy probable que el desconfiado tome el poder. La víctima muestra una capacidad de perdonar y una falta de rencor que coloca al violento en una posición de poder. En el caso de la víctima, una educación represiva predispone a nuevas sumisiones, ya se trate a un violento, o a una secta, etc. Si durante su infancia se lo prepara de este modo en la edad adulta será manipulado. Generalmente se desarrolla un mismo esquema: la víctima no se da cuenta de que está siendo manipulada; solo cuando la violencia se vuelve muy explícita. La relación empieza con encanto y seducción y puede terminar con mucha violencia.
La víctima debe abandonar su posición de estar inmovilizada y convertirse en la persona que impide que las cosas se sigan dando en la misma dirección. Para resistir psicológicamente, es importante recibir algún tipo de apoyo profesional.
Los individuos violentos sólo pueden existir si destruyen a alguien. Necesitan rebajar a los otros para adquirir una buena autoestima y poder pues están ávidos de admiración y aprobación. El violento fascina, seduce y da miedo. A veces los envidiamos pues imaginamos que son portadores de una fuerza superior que les permite ser siempre ganadores: “son el alma de la fiesta”. Los violentos son directamente peligrosos para sus víctimas, pero también para su círculo de relaciones, pues conducen a la gente a perder sus puntos de referencia (identidad).
Lo que empieza con un abuso de poder, sigue con actos violentos, en el sentido de que el otro pierda toda su autoestima. Presentan una ausencia total de interés y de empatía por los demás, pero desean que los demás se interesen
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