En otro artículo que escribí titulado “La infidelidad en la historia” inicié mi exposición de ideas con el siguiente texto: El tema de la infidelidad a lo largo de la historia ha sido concebido de formas muy variables; Alejandro Dumas tuvo una concepción muy particular en la que supo explicar el porqué de la infidelidad: "Las cadenas del matrimonio son tan pesadas que hace falta dos personas para soportarlas...e incluso a veces tres".
El concepto de infidelidad es enredado por sí mismo, porque la definición varía de acuerdo a la persona, al sexo y a su cultura o creencias, somos tan diferentes hombres y mujeres que no podemos evitar el hecho de que la moralidad, los valores, las costumbres y normas, estimulen a una persona a concebir este concepto de muchas formas incluso algunas de ellas muy subjetivas y que desde ese lugar regulen su conducta, pero también, sería un error, concebir una infidelidad desde estos aspectos sin reflexionar en aquellos agentes inconscientes que dan la pauta a una persona para consumar un quebrantamiento de esta naturaleza.
Pareciera que para el hombre es algo que necesita para reafirmarse, pudiera ser sólo un juego, una aventura o porque se enamora en un momento de crisis con su pareja. En contraste para la mujer puede ser algo que solamente hace cuando siente que es necesario, algo que la complace y experimenta en silencio, algo que puede quebrantar su conciencia, pero no confiesa por amor a la persona a la que cree haber traicionado.
De manera general una persona puede “buscar-encontrar” el amor en otro lado por las siguientes causas: Una vez que pasa la fase del enamoramiento, conocemos a la pareja real y olvidamos a la idealizada, y su manera de ser no siempre es la más placentera por lo que nos sentimos frustrados.
La monotonía, cuando una pareja cae en la rutina y en el aburrimiento la relación se torna vulnerable ante la llegada de un tercero que llegue y nos deslumbre con su encanto y sus atenciones. Una vida sexual poco placentera suele ser otro factor ya que el sexo es un elemento esencial en la pareja y si éste es insatisfactorio, abre la puerta para buscar fuera de la relación la satisfacción sexual que no encuentra con la pareja, porque estamos enojados al inferir que no quiere hacer el amor o no quiere llevar a cabo nuestras fantasías sexuales.
Cuando uno de los integrantes de la pareja no es emocionalmente independiente de sus padres y no establece límites respecto a ellos, nos deja la sensación de no ser escuchados y atendidos. La curiosidad de experimentar el sexo con otras personas o de vivir una aventura es un agente poderoso que impulsa en muchas ocasiones el deseo de buscar otra relación.
Finalmente, desde el punto de vista psicoanalítico, la patología (por ejemplo, la no resolución del Edipo) y las necesidades de satisfacción infantil son las que favorecen una infidelidad. Ahora bien, la fidelidad no es síntoma de felicidad, ni de salud; desde esta perspectiva más que buscar patologías, habrá que considerar que la infidelidad puede ser un indicio de la crisis que vive una pareja y de su funcionalidad. En síntesis, una relación de pareja es el encuentro de dos mundos en donde cada uno trae una historia personal, familiar, una educación que determinan la manera de pensar y concebir al mundo, he ahí el desafío de aprender a convivir en pareja, y más importante aún es entender que son una pareja que decidió “por convicción” estar juntos, y que no firmaron un contrato de pertenencia, es decir, siguen siendo personas completamente independientes, con ideas, sueños, deseos y vidas propias. Lo previo involucra respetar espacios que son de nuestra pareja como puede ser el salir a una reunión con un grupo de amigos, desarrollar proyectos, sus pasatiempos, etc., dicho en otras palabras, es respetar al compañero en su individualidad y no renunciar a uno mismo por él.
Cuando se tienen claros conceptos como éste, es más difícil que ese fantasma que asedia a las parejas se haga presente.
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