Dra. Carolina Grajales Valdespino
“no podemos dominar el pasado y ante
la imposibilidad de desbaratar lo hecho,
el remedio es la facultad de perdonar,
Hannah Arendt (2006: 31)
Con el Día de Muertos recién evocado, la cercanía de fin de año… así como la ocurrencia de múltiples desastres naturales, con inundaciones extremas, por un lado, e incendios también extremos por el otro; aunado a que apenas estamos saliendo de una pandemia y todavía hay resabios de la misma… más las irracionales guerras y hasta genocidios por distintos puntos del planeta, es que surge esta reflexión: decidir perdonar en vida.
Es un hecho, por mucho que nos preocupemos es imposible tomar acciones que influyan o transformen los desastres y actos antes mencionados, pero es oportuno analizar al menos un aspecto donde si podamos actuar: el perdón, a si misma/mismo y a otras personas. Y no es sencillo, ni para analizar desde una perspectiva social ni cómo proceso personal… es muy controvertido y el contraste de opiniones es innegable.
De acuerdo con el Diccionario etimológico – Chile el término “perdonar” proviene del latín perdonare y significa “dar completamente, olvidar una falta, librar de una deuda”. Sus componentes son: el prefijo per- (completamente, total) y donare (regalar, otorgar, dar). El perdón se ha pensado más relacionado con el ámbito religioso, también al espacio político en cuanto a búsqueda de acuerdos y negociaciones. Sin embargo, el mundo nos muestra que en este campo no ha funcionado, porque aún existen las guerras, así que hemos de enfocarnos principalmente a la esfera personal, que es ahí, donde por lo pronto podremos actuar sin olvidar el contexto amplio, de instituciones y países.
¿Qué es el perdón? Es una decisión que puede liberar de rencores y ha sido motivo de reflexión desde diferentes teorías, disciplinas y puntos de vista. El odio es dañino y el perdonar redime a quien lo resguarda. Generalmente se piensa que perdonar es hacer el favor a alguien, en realidad quien perdona se hace un favor a sí misma/mismo. El perdón, señala el teólogo Luis Valdez, “se puede extender incluso a quienes ya fallecieron”, aunque lo recomendable es intentarlo y lograrlo en vida, haciendo un ejercicio muy personal y quizá con apoyo profesional, dependiendo del caso.
La filósofa-política Hannah Arendt (2022), señala que la facultad de perdonar no va sola, se requiere mantener la promesa de no repetición. Afirma que “las dos facultades van juntas en cuanto que (…) al perdonar, (…) liberados de las consecuencias de lo que hemos hecho (o nos han hecho), nuestra capacidad para actuar quedaría confinada a un solo acto del que nunca podríamos recobrarnos” (pp. 256-257). Señala que perdonar y prometer en soledad carece de realidad, que la promesa debe ser un acto público para que se vea que se cumple; y añade que “el perdón es el extremo opuesto a la venganza, que actúa en forma de reacción contra el daño cometido” Edgar Morin (2017), otro filósofo, acota sobre el tema que “El perdón se basa en la comprensión. Comprender a un ser humano significa no reducir su persona a la fechoría o al crimen que ha cometido y saber que tiene posibilidades de redención.” (P. 141) Agrega que en ocasiones el perdón involucra la comprensión de la incomprensión del mal y por añadidura la viabilidad de zanjar un mal con un bien.
Desde la óptica del derecho “El perdón corresponde a un conjunto de instrumentos de manejo y de control de los individuos; es por excelencia un instrumento jurídico que se articula con la exterioridad y no con la interioridad tiene que ver con la gobernabilidad de los fieles o de los súbditos (…)” Spinoza considera el perdón como “contradicción insuperable: sería una alegría que nos impulsa a dar algo gratuitamente a quien nos ha hecho daño (…) y Nietzsche lo rechaza, pues para él “el perdón es inútil y generador de ilusiones” (Botero, Dario; 2007: 135-138).
El teólogo Luis Valdez, señala que “el perdón no significa olvidar una ofensa o una herida (que fue voluntaria).” Tampoco es renuncia a que se haga justicia, ni es tolerar un hecho que hace daño. Incluso hay aspectos que difícilmente podrían perdonarse por más que se intente comprenderlos. Para el poeta y dramaturgo Bertolt Brecht “ningún perdón perdona el asesinato o el robo sino sólo al asesino o al ladrón. Siempre perdonamos a alguien, nunca algo, y esa es la razón por la cual la gente piensa que sólo el amor puede perdonar.” Y añade Fiodor Dostoievski en “Los hermanos Karamazov” (1880): “Y si el derecho de perdonar no existe, ¿a dónde va a parar la armonía eterna? ¿Hay en el mundo algún ser que tenga tal derecho?” Y se contesta: “Mi amor por la humanidad me impide desear esa armonía. Prefiero conservar mis dolores y mi indignación” y el perdón se lo deja a Dios.
Sobre el perdón se ha reflexionado durante siglos y desde las más diversas posiciones, la importancia de esto es reconocer que el ejercicio del perdón está relacionado con el arrepentimiento, la aceptación, el “olvido positivo o el olvido olvidando” (Nieves, Gerardo; 2016: 110), una de las coincidencias, es la renuncia a la venganza y para algunos la existencia de lo imperdonable como los delitos de lesa humanidad o los genocidios y manifestaciones de ferocidad y barbarie de los Estados nación, como exige Dario Botero (2007: 142).
Después de todas estas reflexiones, podemos coincidir en algunos puntos respecto a lo que SÍ es el perdón:
1. Para poder perdonar un elemento importante es EL TIEMPO, porque este ayuda a
modificar la percepción de lo ocurrido y de la situación en su conjunto.
2. Perdonar es una decisión, a partir de evaluar el hecho, su contexto y la persona
agresora.
3. La idea de perdonar surge por necesidad propia y convicción, cuando se ha podido calificar el suceso desde otro lugar.
4. El perdón “se otorga de frente al mal, reconocerlo (no justificarlo) y enfrentarlo con amor” (Valdez, Luis. S/f).
5. Perdonar permite reconocer que todas y todos somos capaces de dañar.
6. Perdonar es “liberarse de la venganza (…) y es lo opuesto al castigo. Tiene (la intención) de finalizar algo que, sin (perdonar), proseguiría inacabadamente” (Arendt, Hannah: 2022: 260).
En síntesis, perdonar puede ser una forma de conseguir paz y armonía. En nuestro entorno cercano, en nuestra vida privada requerimos recuperar el ejercicio del perdón, reconociendo que perdonar es muy difícil, por lo tanto, todo un reto, sin embargo, la principal beneficiaria es la persona que perdona, que decide no vivir inmersa en el resentimiento remachando su coraje, impotencia y rencor y lograrlo en vida. Poder perdonar requiere voluntad y decisión y tal vez lleve a una posición de relativa vulnerabilidad al regalar a la otra persona la oportunidad de recibir un acto de amor. Quizá las instituciones, los países y en general, el mundo tendría que reconocer la virtud del perdón para detener las guerras y no exterminar a la humanidad y al planeta, pero habría que empezar por uno/una misma y luego a los demás… en vida.
Referencias:
Arendt, Hannah (1990). Hombres en tiempos de oscuridad. Gedisa Editorial. Barcelona.
Arendt, Hannah (2022). La condición humana. Paidós. México.
Botero, Dario (2007). “El perdón: entre razón y no razón”. En Cultura política y perdón,
Adolfo Chaparro (Editor), 135-142. Editorial Universidad del Rosario. Bogotá.
Dostoievski, Fiodor (1880/1968). Los hermanos Karamazov. Diálogo de Iván y Aliosha Karamazov. Editorial Sepan Cuántos (106). México.
Morin, Edgar (2017). El Método/VI Ética. Ediciones Cátedra. Madrid.
Nieves, Gerardo. “Del perdón como renuncia a la venganza. Algunas reflexiones filosóficas” en Erasmo: Revista de Historia Bajo Medieval y Moderna 3 (2016), pp. 100-111.
Valdez, Luis (Sin fecha). El perdón a uno mismo y los demás: un proceso.
Muy buen artículo Dra y una reflexión tan necesaria en estos momentos tanto a nivel mundial como en nuestro país.