En otros artículos he mencionado que la elección de pareja no es completamente consciente y en ese tenor les puedo compartir que para entender una ruptura es necesario conocer algunos aspectos inconscientes de ambos integrantes de la pareja. Aquí es donde se encuentran muchas respuestas a todas las interrogantes que nos planteamos cuando perdemos a esa media naranja que creíamos iba a ser “la pareja perfecta”.
En la etapa del enamoramiento sin darse cuenta cada uno de los integrantes se genera expectativas de las cuales algunas son explícitas y otras implícitas y en las segundas, les podría decir que ambos piden cosas, pero ninguno de los dos sabe en realidad ni qué pide ni qué debe dar.
Desde ésta perspectiva, cuando hay una crisis fuerte en la pareja y en consecuencia una ruptura es porque las expectativas conscientes no coinciden con las inconscientes. Siguiendo ésta línea podemos resumir que “una cosa es lo que queremos conscientemente y otra muy diferente lo necesitamos inconscientemente”.
Por ello, en muchas de las consultas que contesto trato de dejarle entrever a nuestros lectores que el conflicto por el que pasan tiene un trasfondo diferente al que el perciben, dicho en otras palabras están tratando de encontrar respuestas en la puerta equivocada, por ejemplo, si la interrogante que los envuelve y conflictúa gira en torno a si deberían perdonar o no la infidelidad de su pareja, están atendiendo una parte del conflicto ya que la infidelidad es el síntoma de algo más que está ocurriendo entre ellos. Cuando no se tiene conciencia de lo que implica en realidad una relación de pareja, las primeras diferencias pueden escalarse a un nivel en que se convierten en una crisis que lleva a la pareja a la ruptura, la cual puede ser parcial o definitiva. En la primera me refiero a aquellas rupturas que dejan un ciclo abierto que tiempo después se vuelve a retomar y en las segundas cuando simplemente no hay marcha atrás y particularmente algunos de los miembros no tiene ni el deseo ni la intención de regresar. Y es ahí donde la pérdida genera un fuerte impacto emocional y se inicia una etapa de duelo en la que aparecen muchas interrogantes: ¿Qué hice mal?, ¿en qué falle?, ¿Qué nos faltó?, etc. Porque cuando se comparte la vida en todas sus dimensiones, se pierde al amig@, a la compañía con la que teníamos intereses y actividades en común; perdemos al amante, a la persona a la que le abrimos nuestro corazón, a la que le mostramos nuestro lado más íntimo y sobre todo a la persona a la que le depositamos mucho de nuestro ser. Elisabeth Kubler Ross describió las fases por las que pasamos cuando estamos en duelo, estas fases son: Negación, Ira, Depresión y Aceptación. La primera se refiere a que de inicio y a manera de defensa no queremos aceptar lo que está ocurriendo y es cuando una persona puede buscar recuperar a toda costa al amor de su vida. La segunda es cuando se experimenta mucho enojo que normalmente se volca hacia uno mismo a través de auto reproches y sentimientos de culpa hasta llegar a la depresión y finalmente cuando logramos digerir lo ocurrido llegamos a la aceptación. El elaborar adecuadamente un duelo depende de muchos factores y entre ellos está el nivel de autoestima del que goza la persona, la manera en la que ha aprendido a enfrentar las adversidades de la vida y en especial las pérdidas y en muchas ocasiones elaborar un duelo se puede convertir en algo difícil de lograr cuando solamente nos concentramos en responsabilizar al otro por lo ocurrido, cuando nos cerramos y no queremos reconocer que la relación se terminó, cuando hay una dependencia hacia la pareja, etcétera.
A manera de conclusión podría decirles que el primer paso para salir de una ruptura es reconocer lo que está ocurriendo, desde el fin de la relación en sí misma hasta la serie de sentimientos y emociones que se viven, ya que esto nos permite acomodar nuestro caos interno e irnos readaptando a las circunstancias y reparar lo que necesitemos.
“Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor”
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