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Roberto Stevenson

¡Perdonar es sanar!



Qué difícil es perdonar en asuntos familiares. Pero es importante hacerlo porque, cuando alguien deja que brote raíces de amargura en su corazón, muchos son dañados y contaminados por el rencor guardado.

Tenemos un ministerio todos los miércoles en Tepepan (Reclusorio Femenil). En él, un gran porcentaje de las reclutas no eran ni delincuentes ni adictas, sino que están ahí porque cometieron “un delito de pasión” en un momento ya no aguantaron la ira, ni el coraje de la traición y tomaron venganza con sus propias manos y terminaron con sentencias absurdamente largas.

Jesucristo nos relata una parábola increíble de un hombre que debía mucho dinero al rey. “Le fue presentado uno que le debía diez mil talentos” (equivalente a 10 millones de pesos) “A este como no pudo pagar ordenó a su señor venderle a su mujer e hijos y todo lo que tenía para que se le pagase la deuda; entonces aquel siervo postrado le suplicaba, ¡señor, tenga paciencia conmigo, y yo le pagaré todo! El señor de aquel siervo movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. La cantidad de la deuda era tanto que nunca iba a poder pagar. ¡Qué maravilloso! El rey le perdonó la deuda entera… más de 10 millones de pesos. ¿Has sido perdonado alguna vez en tu vida? Es un sentimiento de alivio, de libertad. Bueno, la historia sigue, saliendo aquel siervo encontró a uno de sus consiervos que le debía 100 denarios (equivalente a mil pesos) y asiendo de él, le ahogaba diciendo, ¡págame lo que me debes! entonces su consiervo, postrándose, le rogaba diciendo “Ten paciencia conmigo y yo te pagaré todo” más el no quiso perdonarlo, sino que fue y le echó en la cárcel hasta que pagase la deuda.

Imagina que te acaban de perdonar una deuda de 10 millones de pesos. ¿Qué harías? Yo celebraría en grande. Tal vez la parábola te parece algo tonto y dirías, jamás haré lo que el siervo mal agradecido hizo. Pero si guardamos rencor somos igual que él. En todos los asuntos muy difíciles de perdonar (como amor, dinero y violación de confianza) hay que entender que el Señor de Señores, Jesucristo pagó el precio en nuestro lugar y al morir decía, “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”

El perdonar no es permitir que una persona siga abusando de mi o mis seres queridos, el perdonar no es ser tapete ni tonto. El perdonar es un acto de mi voluntad, es una decisión. Para perdonar, tengo que confiar que Dios es justo y suya es la venganza. Y lo más importante ¡el PERDONAR ES SANAR!

No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

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