En estos días en que estamos estrenando el 2014, convendría hacer un alto en el camino para decidir cambios en nuestras vidas y darnos la oportunidad de enfrentar retos, abordar pendientes o cerrar ciclos, y bien podría ser el caso de pensar en la fidelidad.
De acuerdo con varios diccionarios (Sopena y Larousse) el vocablo fidelidad deriva de la palabra en latín Fidelitas y significa lealtad. Este concepto tendemos a vincularlo más con relaciones de pareja, sin embargo, también se puede tener fidelidad hacia ideologías políticas, creencias, vocación profesional, amistad, la palabra dada y hasta un equipo deportivo, entre otras. Se articula con la constancia, como ser fieles a los deberes del rol que se está jugando y con la expectativa correspondiente implícita en ser madre, padre, empresaria, docente, amiga…
La fidelidad tiene su origen en el ámbito de las religiones y para algunas de éstas, se denomina castidad en el noviazgo y fidelidad en el matrimonio y por sus múltiples acepciones, la fidelidad puede definirse como un acuerdo o contrato por escrito o verbal, entre dos personas que se obligan de forma implícita en una relación afectiva y sexual de exclusividad, por amor, valores, creencias, convicciones religiosas u otras razones.
Friedrich Engels (1884), en su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado analiza los hechos sociales económicos, vinculados con la vigilancia que ejercen los patriarcas sobre la moral sexual de las mujeres, para poder asegurar la propiedad privada y que su herencia se transmita únicamente a su propia familia. De ahí la importancia de la castidad y fidelidad femenina en el matrimonio.
Un caso llamativo por la exclusión que se hacía de las mujeres, son los pactos entre varones integrantes de las fratrias sobre las cuales, Celia Amorós, citada por Rosa Cobo (1995), apunta a la conformación de la fratria como un grupo juramentado y constituido bajo la presión de una amenaza exterior de disolución, donde el propio grupo se percibe como condición del mantenimiento de la identidad, intereses y objetivos de sus miembros. Aquí se requería una fidelidad absoluta porque de ello podría depender la vida de sus elementos. (*)
Un texto clásico donde se presentan claros ejemplos sobre lo importante de la fidelidad hacia los ideales, lo es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, donde Miguel de Cervantes Saavedra hacía referencia a la fidelidad que entrañaba el oficio de caballero andante, como un reconocimiento al juramento de fidelidad y honor que establecían éstos con las causas que promovían y pese a que mucho se ha señalado que toda la obra es una burla a Lope de Vega y precisamente a tales caballeros, Don Quijote hace alarde de buscar la verdad a ultranza y de fidelidad, tanto a su amada Dulcinea como a la amistad que llega a generarse entre él y su escudero Sancho Panza; y tal vez sin que haya sido la intención del autor, la obra se convierte en una lucha por la lealtad a la justicia como un valor humano a ser recuperado.
La fidelidad resulta básica para la coexistencia humana, sin la lealtad de amistades, familiares y otras personas, resulta complicada la convivencia en sociedad. Ortega y Gasset en su libro El Espectador, expresaba que “Durante la Edad Media las relaciones entre [las personas] descansaban en el principio de la fidelidad (…) Por el contrario, la sociedad moderna está fundada en el contrato. La fidelidad, su nombre lo indica, es la confianza erigida en la norma (…) El contrato es la cínica declaración de que desconfiamos del prójimo al tratar con él (…)” (1969: 125) ¿Qué hacer cuando no se puede confiar en la otra o el otro? ¿Qué hacer ante las recurrentes crisis económicas y financieras, que nos condicionan cada vez más a competir con la otra persona, que a considerarle compañera o compañero y brindarle nuestra solidaridad y fidelidad?
Para el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, quien ha denominado Vida líquida a la forma de interrelación en la sociedad moderna contemporánea, por la manera como se nos escapa entre los dedos y en su libro que lleva ese título, expone el predominio de la incertidumbre donde la constante es el consumismo y por consiguiente el engaño, exceso y desperdicio; recuperando así las críticas que hizo Karl Marx al sistema capitalista, en el sentido de su carácter derrochador y su iniquidad moral, en el cual fidelidad y compromiso son motivo de vergüenza más que de orgullo, por tratarse de valores duraderos cuando todo es desechable incluidas las humanas y los humanos, y atestiguamos el ocaso de los valores.
Entonces, el verdadero reto de nuevo año es proponernos confiar en la gente y por supuesto, ejercer nuestro derecho a la fidelidad. ¿Por qué no intentarlo? Este sería un verdadero desafío para 2014 que apenas está naciendo.
(*) Sugiero que las mujeres no cerremos un escrito escribiendo "Fraternalmente" porque esta palabra viene de fratria, de donde éramos excluidas.
Bibliografía:
Bauman, Zygmunt. Vida líquida. Editorial Paidós. Madrid, España. 2010.
Cobo, Rosa: Fundamentos del patriarcado moderno. Ediciones Cátedra, 1995.
Engels, Friedrich. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Editorial Fondo de Cultura Económica. México. 1970.
Ortega y Gasset, José. El Espectador. Salvat-Alianza. Madrid, España. 1969.
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