Una de las primeras reflexiones que debemos de comprender es que, si bien matrimonio y familia no son exactamente lo mismo, van en una construcción paralela y no puede haber o existir el uno sin el otro, pues al llevarse a cabo un matrimonio automáticamente estamos frente a una familia, la cual puede ser de dos o más personas. Mucho se ha comentado que el matrimonio como tal, ha dejado de existir en sus formas tradicionales, es decir: Papá, Mamá, hijitos, abuelita; además del perico, perros, gatos y hasta se incluyen hasta yernos y nueras…
En este modelo al parecer, todo era dicha felicidad y así se mantuvo esta forma cultural durante buenas décadas, además generaba status a las familias de aquellas épocas y permitía al Estado, a la Iglesia y demás sectores de influencia en la nación, respirar con cierta tranquilidad sobre el futuro social de las familias de la Patria. Esto, sin embargo, se empieza a transformar en la década de los años 40´s y que veinte años después en los 60´s, sufre un fuerte golpe en su presentación tradicional al empezar el movimiento “hippie”, las uniones libres y sobre todo el primer gran choque cultural, y evolutivo en la sociedad mexicana al darse a conocer la “píldora anticonceptiva” como uso de prevención del embarazo.
Al avalar el Estado Mexicano, este método y también ante la nueva presión social que sobre las familias mexicanas ejercía la nueva realidad de los roles de la mujer, en las que se empezaban a dar a conocer casos en que la mujer y ama de casa de cierto nivel social, es decir aquellas mujeres que trabajaban no por necesidad sino por superación profesional, y qué decir de aquellas que cuyo trabajo era vital para el sostenimiento e la familia ante los nuevos fenómenos como la migración hacia centros urbanos más grandes o bien a los Estados Unidos.
Es un hecho que el “matrimonio tradicional”, no ha caducado, ni lo hará, pero también es una realidad que ahora existen nuevas formas y usos de esta Institución Social; que reflejan las distintas realidades socio-económicas-jurídico-culturales, que ha permitido la construcción de la célula más importante de la sociedad que es la familia.
Para la mayoría de los Diccionarios de lengua española, podríamos decir que el Matrimonio se define como: “La Unión de dos personas, realizada por medio de determinados ritos o formalidades legales o bien sacramentales. No pocos mencionan el hecho de que sea un hombre con una mujer, con apego y arreglo a percepciones de determinada Iglesia y así contribuir a la descendencia de la misma humanidad”
Para la las Ciencias Sociales como la Antropología Social, Psicología Social, Sociología, etc., el matrimonio como tal, es una necesidad social y si bien puede cambiar o transformarse sus formas, es y seguirá siendo este modelo de convivencia social, una de las columnas vertebrales de diversas culturas, e institución que seguirá vigente al garantizar la herencia, no sólo de bienes materiales tangibles, sino también las mismas reproducciones de formas culturales intangibles y también materiales de determinada sociedad o de una nación, esto ya en términos de mayor espectro y alcance social.
El Matrimonio es también una necesidad y piedra angular en el “desarrollo de la norma social”, ya que estas son las que dan certidumbre, viabilidad y confianza a una sociedad determinada, de estar construyendo un futuro por medio de afianzar y empatar sus creencia y costumbres con la creación de sus normas sociales. En este tenor, vale la pena revisar la definición de Mazufer Sherif, hacia la Norma Social.
“La Norma Social”, era definida para este autor como: “Una escala evolutiva que designa una amplitud de aceptación y una latitud de objeción para la conducta, la actividad, las creencias de cualquier cosa que concierna a un determinado grupo social”
Esto se interpreta como la idea que un grupo social determinado tenga hacia un “hecho social”, debe ser aceptado por un número importante de los habitantes miembros de esa determinada nación o sociedad que bien puede ser mayoritario o bien ser generados por grupos de presión social como partidos políticos, la misma Iglesia, un gobierno, etc.
El Matrimonio en México, desde épocas muy pretéritas ha sido una de las Instituciones sociales pilares en nuestra construcción social y fundamento de lo que consideramos como familia y lo seguirá siendo pese a las transformación y presiones que ha experimentado sobre todo en los últimos 50 años de su existencia.
La idea de que un determinado grupo se apegue a un “hecho social” como el matrimonio, debe por lo general, ser aceptado en una proporción de 3 a 1, pues es la presión social la que crea las costumbres. En base a esto, la sociedad mexicana ahora avala la existencia del matrimonio entre personas del mismo sexo cuyas edades promedio oscilan entre los 17 a 40 años de edad.
Por tanto, el Matrimonio en cualquiera de sus presentaciones, es y seguirá siendo desde nuestra modesta opinión un elemento clave en la construcción de identidades y reproducción de la cultura en nuestra sociedad.
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