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Ruth Axelrod

Ni todo el amor, ni todo el dinero.


La duración y éxito de las relaciones de pareja tienen mucho que ver con su sobrevivencia. Vivir en pareja y con la pareja implica desarrollar la capacidad para saber negociar, ceder, acceder, complacer y a veces imponerse. Es una dinámica donde dos seres se van conociendo (o desconociendo) poco a poco, y aun así logran mantener sus acuerdos y proyectos comunes.

Las responsabilidades y roles de los integrantes de la pareja van desde lo afectivo, lo social, lo familiar, lo espiritual, lo legal, lo sexual, hasta lo económico. ¿Quién se hace cargo de proveer los recursos necesarios para que no falten los enseres básicos? ¿Quién paga el súper, los seguros de gastos médicos, la luz, el teléfono y el gas?

Chava Flores cantaba: “…oye Bartola, ahí te dejo esos dos pesos. Pagas la renta, el teléfono y la luz… y con lo que te sobre guárdate, ahí, para tu gasto. El resto para comprarme mi alipuz…” Yo agregaría: ahorra para las épocas difíciles.

Socialmente se espera que el varón sea quien mantenga la casa, a la esposa y a los hijos; también que sea el quien cubra todas las necesidades de diversión y seguridad en el núcleo familiar. Es una prueba donde el hombre demuestra a sus rivales y a sus admiradores la capacidad de generar recursos económicos, los cuales, a un nivel más profundo, confieren un valor a su autoestima y a su virilidad.

Entre más rico, más capaz… entonces mejor marido será. Es más fuerte, es macho alfa, este mito es aceptado por ambos géneros. A las mujeres les encanta ser dependiente y a los hombres los reta. El dinero así, adquiere las categorías de poder, de negociación, de material valioso para poder marcar quién lo trae a casa y por tanto quién lo controla.

Dinero y poder van de la mano. ¿Qué le pasa al varón cuando la situación económica se tambalea, o cuando no logra conseguir todo lo que su casa exige? ¿Cómo afecta la autoestima y seguridad emocional no lograr las metas que desea? La baja autoestima y sensación de falta de poder le hacen daño; queda marcado como el perdedor. Si esta situación se prolonga por mucho tiempo va a mermar los recursos tanto económicos como emocionales de un hombre y por ende, de su familia.

La pareja tiende a tolerar los cambios, pero difícilmente va a perdonar pasar de un status a otro menor. Las crisis económicas pueden convertirse en crisis dentro de la pareja y viceversa. Un malestar en la pareja lastima la autoestima de sus participantes reflejando su disminución en el desempeño dentro del terreno laboral. Todo está conectado.

El devenir de la vida es impredecible, poco estamos entrenados para los tiempos difíciles. ¿Qué le toca hacer al equipo llamado pareja, cuando los días no son tan brillantes? ¿Cuándo aparecen las naturales crisis del diario vivir? Sugiero que incluyamos en el repertorio del amor la posibilidad de ofrecer apoyo y sostén; consuelo y empuje, a pesar de las tormentas.

Las mujeres de hoy logran ser muy capaces en el área laboral, también hacer equipo en el área financiera refuerza las posibilidades de éxito.


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