Cuando una pareja toma la decisión de unir sus vidas y compartir un espacio común, sea por la vía de un contrato legal o de palabra, deberán considerar que ese vínculo no sólo atañe a dos.
El paquete incluye a la familia completa de cada uno, lo cual siempre puede no ser una buena noticia, como lo constatan los chistes sobre suegras, cuñados y parientes incómodos en la realidad cotidiana.
Por regla general: iniciar una relación en pareja constituye un hito en la vida de las personas; implica abrir un abanico de expectativas, anhelos y fantasías en donde suele atribuirse a la otra persona características y rasgos cercanos a la perfección.
El punto de vista con el cual brindas estas cualidades no es siempre objetivo y esto te distrae de analizar otros ámbitos como lo es la familia política. Es decir, estás tan embelesada (o) con tu pareja, el amor, los proyectos a realizar de forma conjunta… que a veces no logras darte cuenta que también te vinculas con toda la familia ¿dónde está escrito que tenga que visitarles todos los domingos? ¿Cuándo firmé que seré el mejor amigo de mi cuñado?
Alguien de la familia política podría llegar a hacer propuestas sobre cómo construir su nueva familia (tal vez sin pregunta de por medio), podrían empezar a opinar sobre si gastan mucho en restaurantes y conciertos; cómo y con quién celebrarán las fiestas decembrinas; ¿a dónde irán de vacaciones? Y comienzan las sugerencias… situaciones sobre las cuales no se habló lo suficiente pueden empezar a molestarte más de lo que podrías haber imaginado y complicar la relación. Ahí, es donde probablemente empiezas a dudar sobre aquella promesa de “hasta que la muerte nos separe” ¿será posible?
Frente a estos embates sólo queda fortalecer el diálogo y la comunicación entre la pareja y marcar límites de forma asertiva a las familias políticas, todo esto con una buena dosis de sentido de humor, pues convivirás un periodo de tu vida con esas personas, aunque no lo hayas considerado.
Esta puede parecer una fórmula muy sencilla, aunque en la práctica no siempre suele serlo. Para empezar, te incorporas no a “una pareja” sino a un grupo social, y de acuerdo con Armando Buleo “Grupo es sinónimo de conflicto” aun cuando se busque un fin común.
Esto del conflicto puede resultar muy claro pero el relacionarte con el grupo no lo es tanto. Cuando tratas de aplicarlo a la vida cotidiana terminas preguntándote si efectivamente, en grupos donde interactúas, se tiene un fin común con el que se coincide, en este caso con la familia política. Muchas veces la respuesta es no y la comunicación funciona mal por más que se intente arreglar y ¿cómo hacer para que se colabore de la misma forma y “jalen” parejo como grupo?
Comunicarse debería ser sencillo, no obstante, para que el diálogo fluya se requiere contar con un lenguaje común: una serie de signos conocidos por los emisores del mensajey sus receptores. Por ejemplo: cuando se habla de quien está allá arriba, o de una pariente, saben de quien se trata sin necesidad de decir su nombre.
Muchas veces el problema surge por no corroborar lo que cada persona está creyendo o en dar por hecho que piensan lo mismo… ahí inician los malos entendidos.
En los grupos se generan lenguajes habituales, incomprensibles para las personas “nuevas”, que apenas se están integrando. El reto del nuevo miembro es aprender ese lenguaje a partir de vínculos y relaciones puestas en común, tan importantes de la comunicación cotidiana en cada familia.
Vale tener en cuenta que, para llegar a desacuerdos, se requiere de la voluntad de ambas partes, porque las situaciones (de cualquier cualidad: gratas o incomodas) tienen que ver con tu actitud y sobre todo, con tu toma de decisiones. Si de entrada resuelves aceptar que tu pareja no llega sola, sino viene en paquete con la familia política, podrás eliminar muchos problemas posteriores.
Algunas claves son: no comparar las familias de la pareja, porque se puede caer en considerarlas inferiores o superiores, cuando tan sólo son diferentes. Buscar equidad y equilibrio a través de negociaciones: si este año celebramos con tu familia, el año siguiente con la mía o podemos hacer nuestra propia celebración, y así se irá aceptando que la nueva familia está creando sus reglas.
Evitar construir prejuicios sobre integrantes de la familia política, mejor intentar conocerles sin prejuzgar cómo son y sin aplicar la psicología “barata” y etiquetarles. Decidir tener disposición, apertura y aplicar aquello de “a la tierra que fueres haz lo que vieres”, porque finalmente estás colocando en el centro a ese ser de quien te enamoraste y con quien deseas compartir algún tiempo de tu vida ¿cuánto? No lo sabes, ni para qué preocuparse. Quizá aquello de “hasta que la muerte nos separe” se convierta más en una camisa de fuerza que en una promesa de amor.
Es más lindo pensar que tu compromiso de amor puede terminar mañana o durar toda una vida, así todos los días cuidarlo y fortalecerlo, sin hacer sentir a la otra persona que la tienes segura y sin ponerle plazos que les aten por los papeles o las promesas… si consigues mentalizar esto entonces podrás coincidir con Benedetti: “si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo…”
Referencias:
Benedetti, Mario. Poema: “Te quiero”
Buleo, Armando. Ideología, grupo y familia. Folios Ediciones. México. 1982.
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