top of page
Jorge Rafael Martínez

Me fui, decidí y me hice responsable de mis condiciones.


Ana estaba decidida a no soportar más aquella situación de promesas incumplidas de parte de su marido, que, para colmo de males, estaba retomando la bebida y sus escenas de borracho cada vez eran más comunes.

Aunado a esto, los chismes de los amigos de ambos dejaban ver que había una aventurilla nueva, cuando ya había jurado que no volvería a serle infiel.

Esa tarde al regresar al trabajo, Ana se encontraba con la noticia de que había una reunión de jefes de ventas y de promoción. La compañía Bienes Inmuebles propiedad de la familia Martínez Gómez y Martínez, pasaba a ser propiedad de la poderosa firma internacional “We are the best”. Una despedida muy emotiva, sencilla y sobre todo sendos cheques de liquidación que les eran entregados a manera de canto de golondrinas. -Bueno, ahora esto era lo que nos faltaba, que me quedara sin trabajo- se decía a sí misma Ana -en fin, por algo son las cosas-.

El cheque cubría de alguna forma los gastos básicos por el resto del año, pero no le permitía en ese momento, separarse del coscolino de su maridín, que había ganado un bono de productividad ese mismo día; un bono se ha dicho de paso muy bueno económicamente hablando.

Mariana su hija pronto cumpliría sus XV años y Quique el menor, entraba a la secundaria con todo lo que implica en gastos este paso.

-Ni modo me tendré que quedar al lado de estas patrañas un rato más; pero ¿En qué condiciones y cómo le hago para hacer la situación soportable? Ufffff- resoplaba su flequillo que la hacía ver jovial y coqueta.

Pasaron los meses, los XV años de Mariana, Quique iba muy bien en su secundaria y su marido cada vez se ausentaba más por las supuestas giras de promoción que tenía que llevar a cabo. Prácticamente se veían cada quince días, sus encuentros sexuales cada vez eran más insatisfactorios, más vacios y no pocas veces rayaban en la vulgaridad, él la hacía sentir muy mal, cada vez más mal. Lloraba por las noches, hasta que una de tantas, su hija Mariana se le acercó, la abrazó y le dijo: “Mamá ya no sufras más, si sigues con mi papá por nosotros te estás haciendo un gran daño y a mí me estarás dando un pésimo ejemplo de que tengo que soportar toda clase de insultos con tal de mantener una estabilidad económica. No mamá debemos tener dignidad y fuerza y saldremos adelante, pero con dignidad, y también si Quique se acostumbra a ver estas escenas él hará lo mismo mamá, lo mismo el día de mañana con su esposa. Tú puedes ahora en esta generación cortar de tajo este mal ejemplo”. -Está bien hija mañana mismo… bueno, cuando vuelva a ver a tu papá, le diré sobre mi decisión de divorciarme de él.

Pasaron 10 años, Mariana era una psicóloga recién egresada de la maestría en psicoanálisis de la Universidad de Lovaina en Rusia, Quique estudiaba el último año de Letras y tenía una novia con la cual vivía en unión libre; era respetuoso con ella y ya hacían planes de irse a vivir a otro lugar.

¿Ana? Ana se volvió a casar, antes tuvo un par de novios que una vez pasada la etapa de los encantos, quisieron frenar su desarrollo y crecimiento, los celos afloraron y así tras prueba y error, iba desechando a los candidatos no viables hasta que llegó el gran amor de su vida; un decano de la Universidad, un profesor de su hija Mariana a quien había conocido en el estacionamiento de la UNAM, al raspar accidentalmente el vehículo del profesor y un choque llevó a la unión de dos proyectos de vida en uno solo.

Tarde o temprano una relación disfuncional nos llevará a una serie de fracasos en cascada, y vale la pena soportar los qué dirán, hasta malas pasadas de hambre y golpes de la vida de las mismas carencias, con tal de empezar un crecimiento social que nos lleve a un status más pleno y a la adopción de roles sanos y viables.

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page