Este es el primer ejercicio que hacemos en el nuevo año que comienza, dándonos a toda una nueva oportunidad de renovación. Tanto para los que disfrutamos escribir en esta página virtual para compartir anónimamente con ustedes, como para los que gustan de leer las ideas de los diferentes autores.
Los mexicanos disfrutamos de hacer “la lista de los propósitos de año nuevo”, parecería algo cotidiano y normal entre nosotros, y fue sólo hace unos días que un extranjero me preguntó acerca de este ritual de proponerse nuevos retos para el año entrante, ya que en su país de origen no se realiza este juego de vida.
A mí me parece que estamos hablando de renovar ciertos compromisos que no habíamos podido asumir, de esas cosas que uno va posponiendo hasta que ya no nos queda otra opción, y ya sea que logremos trabajar en ese proyecto o a su vez, desistamos y se queden en la historia.
Es decir, las personas estamos replanteando todo el tiempo nuestros compromisos, nuestras metas, nuestras relaciones amistosas y laborales de una forma consecuente y continua. Es decir, buscamos adecuarnos a las necesidades que también van cambiando.
Cuando pensamos en el matrimonio y su estructura, nos damos cuenta que el compromiso que se establece entre los cónyuges, la sociedad y la institución religiosa, es uno solo y no hay formas preestablecidas de renovación. ¡Qué curioso que sea tan distinto al resto de los contratos!
No hemos oído que una pareja renueve sus votos oficialmente frente a los cambios que van sucediéndole, como por ejemplo porque alguno se quedó sin trabajo, porque otro se enfermó o porque nacieron los hijos que modificaron la estructura de la pareja a ser una familia. ¿Cómo puede funcionar una estructura si no está organizada para ir tolerando los cambios naturales junto con sus leyes? ¿Un esposo tiene que ser igual el primer año de matrimonio que el veinteavo?
Si todo cambia, creo que también las reglas que forman al compromiso matrimonial también podrían hacerlo. Yo llamo a esto flexibilidad y equilibrio, que son elementos que ayudan al reajuste continuo que requiere cualquier sistema vivo para sobrevivir a los cambios. Sin embargo, me parece que hay una parte de los compromisos en las parejas, que, aunque no está escrito en el contrato inicial, pueden ser platicados, incluso desde el noviazgo y hay muchos otros que se presuponen.
El compromiso radica en la voluntad racional de estar junto con una persona para pasar el tiempo de convivencia con amor, respeto y comunicaciones suficientes para que los dos reciban la mayor parte de sus requerimientos amorosos desde el interior de la misma. En caso de tener fallas, lo esperado es que ambos busquen reajustarse a nuevos esquemas que los lleven a ese ideal imaginario que los haga sentirse satisfechos con lo que se ofrecen y con lo que reciben. Aunque no se necesita el contrato matrimonial para llegar a este punto, pues hay parejas que se comprometen afectivamente y viven muy bien juntas sin haber aceptado contratos legales ni religiosos.
Además, esta definición pasa también por las parejas homosexuales, que más allá del matrimonio logran estabilidad y compromisos muy fuertes a largo plazo.
Finalmente, lo que buscamos es estar seguros y contentos con nuestra elección amorosa, y el matrimonio es una opción más, podría afianzar esta unión, pero no es la única.
*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.
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