Uno de los trabajos de los padres es hablar con sus hijos sobre el significado de la realidad: qué se espera de ellos y cómo adaptarse a sus diferentes ámbitos de interacción como la familia, la escuela, los vecinos, los amigos, etc…
El cuidado del cuerpo y de la salud es uno de esos temas. Hablar sobre sexualidad con los hijos es una obligación de los padres en el sentido de ayudarlo a prevenir equivocaciones; ya sea por ignorancia, curiosidad o miedo.
Considero que es desde el nacimiento nuestros hijos, cuando los temas; las palabras adecuadas y correctas sobre el sexo y la sexualidad pueden ser incluidas en el lenguaje cotidiano, sin miedo. Todo ello sirve a la pareja parental para enviar el mensaje de un tema libre y natural, sin ser prohibido o tabú.
Por ejemplo, cuando se le cambia el pañal a un bebe, se sugiere usar palabras como vagina o pene. No es malo usar las palabras correctas, aunque a veces nos de pena. También es aceptable, que en algún momento el bebe esté desnudo sin correr a vestirlo, porque enseña su cuerpo. No hay vergüenza por la desnudez infantil.
El hecho no es provocar estas situaciones sino poder vivirlas con naturalidad y así, ofrecer a los integrantes de la familia, la posibilidad de ser libres frente al cuerpo y sus oportunidades. No se trata de libertinajes sino de libertad responsable, frente al cuidado y uso de nuestro cuerpo.
La llegada de la adolescencia siempre es complicada, sin embargo, resulta más sencilla si los padres se han permitido hablar de los cambios del cuerpo y de la sexualidad, en los temas cotidianos abordados en casa.
De lo contrario, la curiosidad lleva a los jóvenes a investigaciones más complicadas de lo deseado. Temas como besos, abrazos, menstruación, desarrollo sexual, cambios corporales, erección, eyaculación… no van a asustar a nadie, si son parte del lenguaje familiar.
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