El tema que nos ha ocupado durante cinco semanas es inagotable y frecuentemente poco tomado en cuenta por las parejas que se dejan llevar por la vida rutinaria y las fantasías personales no compartidas, mismas que los distancian, creyendo que no tienen salida y todo irá empeorando. Una profecía que se puede transformar en “autocumplida”: la separación o así nos tocó vivir. Existen diferentes preguntas que las parejas se podrían formular para realizar una breve evaluación entre ellos acerca de su vida sexual. Entre ellas: ¿Cómo evaluarías tus relaciones sexuales con tu pareja antes, después de casados y con la llegada de los hijos? Esta y las siguientes preguntas son para realizarlas como tarea individual y luego juntos en pareja. También se debe considerar cómo fue durante y después del embarazo. Ello abrirá un renovado diálogo sin culpabilizarse, sino asumiendo la responsabilidad que cada quien le compete. Otra situación que surge después de la llegada de los hijos se refiere a si la atracción cambió o no. ¿Se sienten atraídos físicamente uno por el otro? Es una pregunta clave. La honestidad es vital para todas las respuestas, ya que es posible que existan discrepancias, y las mismas serán una guía que los puede llevar a una orientación o psicoterapia de pareja, para evitar o frenar el deterioro del vínculo y relación de los miembros de la pareja. Es importante no dejar pasar el tiempo porque muchas veces erróneamente las parejas consideran que lo que les sucede es “común y normal” y temporal. En la mayoría de los casos no lo es. Con la llegada de los hijos, se dan profundos cambios en la rutina anteriormente vivida en el ámbito afectivo y sexual. Ellos se van dando sin que muchas veces los miembros de las parejas lo registren o se den cuenta. Varios de ellos son positivos y otros no. Los primeros permiten crecer y madurar a nivel individual y como pareja. Los segundos, los “problemáticos” van deteriorando el vínculo de la pareja. Al no poder percibir éste lento quebranto emocional en cada uno, en la mayoría de los casos estimula el surgimiento de fantasías –sumado a los malestares- que acrecientan aún más la pérdida del deseo por el otro. Escuchamos frases como: “No me escucha”, “no me toma en cuenta en las decisiones como antes”, “ya no me mira”, “la busco y no me pela”, siempre llega cansado/a del trabajo”, “ya no me prepara de cenar”, “piensa que no hago nada en la casa”, “nunca me recibe con una sonrisa”, “casi ni nos besamos”, “no podemos hablar de sexo”. ¿Dónde quedó el amor, el cariño y el placer que brinda la vida sexual de la pareja? Quién se formula dichas preguntas, normalmente responsabiliza al otro de haber perdido lo bueno que tenían antes. Él o ella, es el responsable que no estemos bien, y nunca se preguntan: ¿en qué colaboro yo para estemos así? Les gana el malestar y la dificultad de modificar esos hábitos adquiridos, que antes no tenían. Surge la pregunta: ¿Encuentran tiempo y espacio para su sexualidad sin dificultad? Lo que más vemos en las consultas, es que no se dan el espacio, y generalmente las respuestas son: estoy cansado, no tengo deseos, estoy preocupado por la hipoteca o pagar otras deudas, etc. Parecería que desconocen que la sexualidad humana forma parte integral de su ser. Entonces surgen las fantasías o la realización de las mismas con la infidelidad, que en muchos casos es una fuga del compromiso y de la realidad. Ambos miembros de la pareja son corresponsables. Primero por no hablar de la falta de apetito y cuales considera que son las causas. La salida falsa, no siempre la más fácil, es caer en la búsqueda que otro nos de lo que mi pareja no me brinda, y casi nunca recurrimos al diálogo, a la confrontación de las dificultades y las peleas surgen cuando alguien de los dos se entera. Al principio, cuando la pareja femenina se da cuenta, se angustia, se preocupa, guarda silencio, y cuando la situación se hace insostenible se lo menciona a su compañero. Entonces es un poco tarde, porque él da por entendido que la infidelidad es lo “normal” para los hombres y con ello “puede tener una buena familia”, mientras que sus deseos sexuales los complementa fuera del hogar. Lo más sorprendente es que muchas mujeres se sienten responsables y toleran la situación como si fuera lo que le corresponde. Y aparece la falacia: “los hombres tienen más necesidades físicas que las mujeres”. Las mujeres se sienten menos y toleran lo intolerable, por temor a perder su familia, la seguridad económica, el padre de sus hijos, entre otras justificaciones. Esto debe ser enfrentado por las mujeres en grupos de autoayuda, en orientación de pareja o individual con un psicoterapeuta entrenado en el tratamiento de éstos casos. Cuando un hombre descubre la infidelidad de su mujer, se siente traicionado, maltrata a su pareja verbalmente y muchas veces físicamente también y amenaza con la separación, abandono y divorcio. Nunca asume su responsabilidad que él pudo haber sido el causante de la situación. He recibido en consulta a hombres que pasaron por dicha situación, y después de un largo proceso toman conciencia que ellos fueron causante directos o indirectos de la infidelidad de su pareja. A partir de ahí existen posibilidades de reparación del vínculo.
Hoy en día las condiciones de vida, las exigencias económicas y por ende el trabajo, y si ambos trabajan están más tiempo en sus espacios laborales que en cualquier otro lugar; las horas de transportación y las horas de sueño, llegan a una realidad, que durante la semana laboral tiene nos mas de 5 horas para poder dialogar y compartir. La mayoría de las veces se transforman en espacios de expresión de inconformidad, malestar y reclamos. Les queda el fin de semana familiar, con los hijos y parientes. ¿A qué hora la pareja tendrá tiempo para hacerse las preguntas más arriba mencionadas? ¿Tratar de analizar sus dificultades?
Cuando se intenta el ejercicio sugerido con las preguntas, la pareja forzosamente tiene que encontrar el espacio para responderse uno al otro, y se abre ante ellos un canal de comunicación que comúnmente se hallaba obstruido o distorsionado.
Retomar la sexualidad, la vida afectiva, amorosa requiere de inversión de tiempo, espacio y deseos sinceros de uno por el otro. Una de las acciones vitales de la pareja, es satisfacerse como tales en su vida íntima. Ello incluye las expresiones afectivas positivas, verbales y físicas, caricias, abrazos, escuchar, ver al otro como un compañero de vida.
No son los hijos los que destruyen la vida afectiva y sexual de la pareja. Son los padres-la pareja que, perdidos en sus malestares, necesidades no habladas y menos compartidas, los lleva al enojo y el distanciamiento.
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