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Manuel Hernández

La infidelidad negociada, ¿es infidelidad?


Cuando se genera un acuerdo explícito, donde se “autoriza” a la pareja tener relaciones con alguien más, ya no se puede tratar como infidelidad. La infidelidad es por definición el rompimiento de un pacto de exclusividad.

Entonces: ¿cómo se define el permitir a mi pareja tener sexo con alguien más? Es un acuerdo, un arreglo, un pacto… pero no es infidelidad.

En otros artículos he expuesto que son muy diversas las razones por las cuales una persona puede llegar a ser infiel: es depresiva, es fiel a valores familiares, tiene tendencias narcisistas, tiene miedo a un vínculo profundo, está pasando por una crisis en su relación y un largo etcétera.

También he mencionado que existen tres modos de vincularnos en el plano sentimental:

De forma perversa: en términos sencillos es cuando una persona sólo utiliza al otro como un objeto o un medio para satisfacer una necesidad, en donde el vínculo tiene un matiz de violencia y destrucción.

De forma infantil: alternando entre el amor y el odio, el juego y el no juego; es un vínculo caracterizado por los celos, la envidia, la rivalidad, el control, la posesión y el deseo o fantasía de que el otro venga a complementarme y a hacerse cargo de mis necesidades, de mis carencias y (más grave aún) de mi felicidad.

De forma adulta o madura: este tipo de vínculo es el que aspiramos, pues está basado en el amor maduro; en el respeto a la autonomía e individualidad del otro; en la confianza; en la empatía y la preocupación por el otro; en el deseo de construir y compartir…

Lo anterior nos sirve de introducción para explicar por qué hoy se empiezan a poner a consideración conceptos como el de “infidelidad negociada”; donde se pretende disfrazar un vacío personal o conflictivo con un trasfondo doloroso no asumido.

Es mejor ser propositivos, creativos o proyectivos que aceptar lo que no nos gusta. Para muestra un botón: cuando una persona llega a terapia individual o de pareja, justo por un problema de esta índole, inicia quejándose de su pareja afirmando que es el otro quien está mal o hace las cosas mal; se pierde de vista que “proyectamos en el otro las partes de nosotros mismos que más rechazamos”, y es que el ideal de nosotros mismos se construye a partir de la negación de esos aspectos de nuestra personalidad, que no toleramos y llegamos a rechazar.

Al terminar la fase de enamoramiento, nuestra pareja se convierte en un espejo que nos devuelve un reflejo cuya existencia no podemos tolerar. Y no podemos tolerar esa imagen porque es justo la verdadera imagen de quienes somos. Por este motivo, las críticas y las descalificaciones llevan a muchas parejas al distanciamiento e incluso a la ruptura. Muchas de ellas no están preparadas, en primer lugar, para asumir y en segundo lugar para redirigir los conflictos y pasar del: “es que tú me haces…” al “¿por qué me mueve lo que tú haces?”, ¿qué de mí, está puesto en ti? Y ¿qué tanto detesto?

Es en ese momento cuando se abre una brecha para sentirse incomprendido, ofendido y lastimado. Entonces aparece el fantasma de la infidelidad susurrándote, haciéndote creer que con otra persona sería distinto y ¡oh sorpresa!, cuando buscas afuera de la relación, al paso del tiempo, terminas por darte cuenta de que sólo cambiaron los personajes y algunos aspectos del libreto, pero la historia es la misma.

Como una conclusión, hecha metáfora, les puedo decir: al sentimos “incompletos” somos como una media naranja. Es así como nos vinculamos con otra media naranja; desde una forma infantil (y en casos más extremos hasta perversa) esperamos que el otro me complemente y cubra mis carencias y necesidades.

Cuando te consolidas como una naranja completa vas a buscar una naranja completa y es así como se puede vivir, pensar y concebir a la pareja desde otro lugar, el de la realidad y no el de la fantasía o el de la idealización.

Vincularme desde el personaje de la media naranja, me hará terminar rechazando y hasta odiando a mi pareja porque no me da lo que yo espero. Cuando me vinculo desde la idea de una naranja completa es porque deseo compartir un proyecto de vida con mi pareja, es porque deseo pasarla bien, es porque deseo crecer y no que me resuelvan la vida. Así, tampoco necesito buscar nada en otro lado y mucho menos “negociar una infidelidad”.


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