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Miguel A. de León

La función paterna.


En este proceso, las mujeres requieren del deseo de ser madres, lo que implica entender que este acontecimiento conlleva verse influidas por su historia personal y contactar con sentimientos, sensaciones y percepciones del presente y el pasado que implican el deseo de abastecer de determinada manera a un ser indefenso y dependiente de todas las necesidades básicas para sobrevivir, lo que le demanda de ellas constancia, ser predecibles, amor y protección, elementos con los que un niño estará preparado para enfrentar las primeras demandas del mundo.

De igual manera, este proceso exige que la mujer sepa enfrentar la sensación de plenitud que la maternidad le llega a generar, porque pueden sentir que no necesitan nada más. La mujer debe entender que ser madre, no se trata de tener un hijo para ellas, sino un hijo para la vida.

La madre que cumple su función, llega a desarrollar un sentimiento de poder casi absoluto sobre su hijo, un sentimiento de omnipotencia, en donde fácilmente puede ser seducida por el deseo de sentirse necesitada eternamente. Si la madre no cuenta con una saludable autoestima, puede “nutrir” su hambre de valía personal por este medio, o sentirse completada a través de su hijo, lo que podría arrojarla a atrapar a su hijo en su loca necesidad de sentirse valiosa, negando con ello lo que su hijo pudiera desear.

Idealmente se piensa que la relación con la madre es particularmente importante hasta la edad de dos años, momento cuando la función paterna y su imagen deberían aparecer con mayor claridad y fuerza.

Ahora bien, ¿cuál es la importancia de la función del padre en este proceso? Al padre corresponde la tarea de reconocer a ese hijo como propio, y en este acto, asumir su compromiso. A la función paterna corresponde ayudar a la madre y al infante a salir de esa relación tendiente a la simbiosis y la dependencia, que, de continuar, significaría la muerte psicológica del hijo, porque implicaría no dejarlo crecer.

A la madre corresponde validar lo que el padre dice, con lo cual, estaría ejerciendo su función paterna, es decir, le daría a su hijo el claro mensaje de que la existencia no los incluye sólo a ellos dos, sino que también existen otros seres a su alrededor y que sus puntos de vista y emociones deben ser tomados en cuenta.

El poder de la madre sobre los hijos es uno de los más grandes que puede sentir un ser humano, es a través de ella que tempranamente se contacta o no con el mundo exterior, es con ella con quien se ha tenido la más grande intimidad, literalmente, se ha salido de sus entrañas. Por ello, el padre como alguien que lega un apellido y que debe ser “escuchado y tomado en cuenta”, es instaurado por la madre, y de ella en gran medida depende que el padre aparezca como representante de la ley, de los límites, de la aceptación de la autoridad.

EL NOMBRE DEL PADRE

El mensaje que un padre debe darle a un hijo es doble, en un sentido es transmitirle su amor y protección, pero sin llegar a querer sustituir el papel de la madre, un padre demasiado maternal confunde al hijo. En otro sentido, al padre corresponde decirle, “¡no tienes tú que hacerte cargo de la dicha de tu madre, no es tu papel, a ti te corresponde crecer, conocer el mundo, desear lo del mundo, disfrutarlo, y a pesar de todo el amor que has recibido de tu madre, no le perteneces, no la perderás si eres diferente a lo que ella desea, no tienes ninguna deuda que pagar. Por mi amor y con mi presencia, te libero de esa responsabilidad, ¡para que hagas lo tuyo!”

En este discurso, se descubre el deseo paterno que le dice a su hijo, “¡crece, aunque fuerzas dentro de ti te detengan, crece, aunque ello te implique renunciar a la persona más segura y más querida, porque de otra manera, psíquicamente morirás, creerás que en tu madre lo tienes todo, y en ese amor devorador, aunque saborearás la miel del “paraíso maternal”, verás que más tarde se convertirá en una dependencia infernal!”.


La función paterna implica la capacidad del padre para tolerar la hostilidad del hijo, hostilidad que deberá ser domesticada, y aprovechada, el padre debe saber que esa hostilidad en su hijo, es el resultado de un deseo infantil ansioso por permanecer ligado a su madre, y al impedir esta fusión con ella, por un tiempo será vivenciado por su hijo, como un enorme rival a vencer.

Y aquí la siguiente oportunidad para la función paterna, que es estar lo suficientemente cerca como para transmitir amor y el legado de su nombre, y estar lo suficientemente distante como para no engolfarlo con mimos excesivos, con la firme intención de que este hijo encuentre en este padre, un modelo a seguir, alguien a quien quererse parecer, aquel que ayudará a formar valores y una identidad.

EL COSTO DE PRESCINDIR DEL PADRE O DE SU FUNCIÓN

Cuando esta etapa es superada, cuando el hijo acepta a su padre, es ahora el hijo quien con su amor y confianza hace aparecer a un padre fuerte, un padre digno de ser admirado, un padre en quien se puede confiar.

Finalmente quisiera mencionar resultados de algunas investigaciones importantes en las que se obtuvieron los siguientes datos:

Estudios realizados en la Universidad de Harvard nos dicen que la ausencia emocional del padre contribuye en los hijos a desarrollar una inhabilidad para aplazar gratificación inmediata.

Así mismo, se observó baja motivación para el logro, baja autoestima y susceptibilidad a influencia del grupo y la delincuencia juvenil.

En otro estudio realizado por el National Institute of Mental Healt, se sostiene que la ausencia de padre, es un factor que favorece la delincuencia juvenil, aún más que la misma pobreza.

Así mismo en Yale se realizó un estudio en 48 diferentes culturas, en donde se descubrió que una alta proporción de adultos criminales habían sido criados exclusivamente por mujeres.

El Dr. Martín Deutsch, investigador de las mencionadas universidades, dice que la presencia y conversación con el padre, particularmente durante la cena, estimula el desempeño escolar en los hijos.

Al parecer, todos estos estudios acaban por llevarnos a entender que "El niño que crece sin un padre presenta mayor riesgo de enfermedad mental, (no en todos los casos) mayor riesgo de tener dificultades para controlar sus impulsos y mayor vulnerabilidad a la presión de sus compañeros, así como a tener problemas con la ley.”

Agregaría que, aunque estos estudios hablan de la ausencia del padre biológico, no basta con la simple presencia física del padre para cubrir la función paterna, lo que significa que “dar dinero” y ser proveedor, de ninguna manera puede sustituir esta importante función.

Bibliografía • Angel, R.J. & Angel,J.L. (1993). Health and the new generation of fatherless families. University of Wisconsin Press. • Freud Sigmund. Totem y Tabú, Obras completas. Amorrortu. Tomo XIII (1913).


*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.


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