Una de las virtudes más grandes del ser humano es la lealtad, pues nos hace dignos de confianza, pero la traición se trata de un fraude o engaño por parte de personas en quien se confiaba y quien traiciona se hace digno de descrédito o desconfianza; ya que se asocia con un enemigo disfrazado de amigo, o con una relación rota o abusada.
Es una falta que se comete quebrantando la fidelidad que se le debe a una persona, sea cónyuge, novio, amigo…
Quien es traidor en una relación será traidor en todas sus relaciones, algo que he visto en muchos casos: la amante que robó el marido a una esposa se sien te triunfadora pues ahora ve al hombre como su trofeo, pero después ella misma se queja de que “su hombre” la traicionó a ella y se fue con otra.
Bien lo dijo un primer ministro israelí al exigir la renuncia de uno de sus ministros ante la Knéset (después de ser hallado en adulterio), “si no fue capaz de serle fiel a la persona más importante en su vida (que era su esposa), ¿qué puede esperar el resto del pueblo, y qué puedo esperar yo?”.
En la relación de noviazgo se debe evaluar la fidelidad, ya que, si la persona con la que se piensa contraer matrimonio no sabe ser fiel en esta etapa, jamás lo será, pues el matrimonio no resuelve problemas, ni quita lo traicionero del corazón, nop vale la pena engancharse en una relación que lo único que producirá es dolor e infelicidad.
Cuando la traición se da en el matrimonio, la parte ofendida tiene dos posibilidades: Primero, terminar con el matrimonio, demandar el divorcio, separarse y olvidarse de la otra persona. Segundo, perdonar, siempre y cuando el ofensor esté dispuesto a buscar ayuda, y muestre claras señales dignas del arrepentimiento, como lo describe un relato en el ministerio del Señor Jesús, cuando cierto día los líderes religiosos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio. «Maestro —le dijeron a Jesús—, esta mujer fue sorprendida en el acto mismo de adulterio. La ley manda apedrearla, ¿tú qué dices?». Jesús les dijo: «¡Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra!». Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta que quedaron sólo Jesús y la mujer en medio de la multitud. Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo: «Mujer ¿Dónde están los que te acusan? ¿Ninguno te condenó? —Ni uno, Señor —dijo ella. —No yo te condeno —le dijo Jesús—. Vete y no peques más.
Siempre existe la posibilidad de corregir las cosas mediante el arrepentimiento, pues arrepentirse significa cambiar, dar un giro de 180º, pero la condición es: no volver a cometer del acto de traición.
Una relación de amor, lleva implícito un pacto de fidelidad, romperlo por otra persona es un acto de traición. La fidelidad trae felicidad.
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