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José Manuel Orozco Garibay

La comunicación en parejas que se abandonan



Velocidad y abandono

La verdadera comunicación entre dos personas que se aman significa una apertura el espacio de intercambio espiritual que vincula a los amantes.

El espíritu no es otra cosa que el conjunto de emociones, creencias, historias, deseos, que dos seres comparten. Cuando el espíritu es pleno el intercambio de palabras es constante. La sensación de interés por lo que le sucede al otro es parte de la realización personal de uno. Cada uno es el otro, de suerte que lo que le sucede a uno le importa al otro. En la comunicación el tiempo es importante. La velocidad no se apresura, se demora. Hace del tiempo un proceso donde se escuchan las historias del otro; se interpretan las historias; se proponen soluciones a los problemas que vive el otro; y, sobre todo, se cuida el ser psico-físico del otro. La comunicación entre dos personas no supone una idealización tormentosa. No hay peor cosa que suponer que el otro es como uno quiere que sea: amar al otro porque es como uno significa negar al otro en su propia individualidad. Por ende, es imprescindible el respeto de dos individuos que viven sus vidas, las comparten, aceptan sus diferencias, toleran sus independencias, y nunca se reclaman la adhesión a la simbiosis dependiente. En la comunicación la paciente escucha adquiere el tono de una velocidad apropiada. Pero el tiempo de cada pareja es distinto. Algunas parejas necesitan más tiempo de convivencia. Tienen que estar cerca intensamente. Y otras parejas pueden vivir separadas en el tiempo no solo algunas horas sino algunos días sin experimentar un sentimiento de zozobra. El problema de la velocidad se traduce en lo que podemos llamar ‘apresuramiento’, ‘desgaste de la paciencia’, ‘intolerancia’, ‘exceso en la demanda de atención’, ‘el síntoma de la respuesta inmediata’.

En esos casos de apresuramiento los amantes no se esperan, no respetan sus tiempos, demandan respuestas prontas, y no soportan que haya un alejamiento que los dejes vacíos. Sin embargo, si los mínimos de comunicación espiritual se comparten entonces habrá: a) tiempo de escucha para el otro, b) cuidado en los detalles que demuestran la importancia del otro, c) intercambio de argumentos y de ideas, d) construcción espiritual de un piso común donde ambos comparten un proyecto de vida. Si eso no se cumple ocurre el abandono. Y el abandono puede darse, aunque los amantes vivan bajo el mismo techo. Hay abandono si los amantes no se escuchan, si no deja sin respuesta al otro, si la motivación para compartir algo falla o es escasa, si no tienen tiempo para estar juntos, y, desde luego, si no toleran sus diferencias. En el abandono uno de ellos se va horas sin avisarle al amado dónde está. Si vivió algo que no desea contarle al amado porque simplemente no le interesa que lo sepa. Si estando uno al lado del otro abundan los silencios. El abandono vive un estado de apatía tal que uno de los amantes ve en el otro incluso un estorbo para sus proyectos personales. Por eso es preciso que se concluya que una de las grandes áreas de trabajo en la constitución de una pareja es la comunicación y el sentimiento espiritual de pertenencia a un proyecto común. Si eso no existe, entonces la pareja está fisurada. Es momento de ir al terapeuta familiar, o hablar las cosas, si los dos sienten que el tedio satura sus vidas aun estando uno cerca del otro en el mero espacio físico de la coexistencia. Aprender a escuchar, respetar, compartir historias, interpretar los problemas juntos, tolerar las diferencias y estimular el crecimiento de cada uno, es la comunicación. El que renuncia a eso no se comunica, se apresura y abandona.


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