Desde hace tiempo me ronda la idea de que el matrimonio, tal y como fue concebido, ha caducado y pretendo explicar en este artículo las razones que considero deben tomarse en cuenta, para actualizar la institución.
La palabra matrimonio deriva del vocablo “matrimonium”, que tiene su origen en dos palabras latinas; "matris", que significa "matriz" (sitio en el que se desarrolla el feto) y; "monium", que quiere decir "calidad de...", lo que implica que significa procreación.
Desde el derecho Romano se dio reconocimiento a la unión de hombre y mujer, cuyo lazo se consideraba como una comunicación de los derechos divino y humano, para toda la vida. Primeramente, se trató de un reconocimiento de carácter social, cuando una mujer pasaba de formar parte del hogar de su padre, a formar parte del hogar de su pareja, lo cual, desafortunadamente, no ha cambiado mucho en una buena parte de la población. Desde luego, al darse a dicha unión reconocimiento jurídico, tuvo como propósito proteger tanto a los consortes tanto en el ámbito familiar, como patrimonial, haciendo extensiva esta protección a los hijos, justamente para proteger sus derechos frente a la sociedad, tanto respecto de nombre, como de pertenecer a una familia y contar con derechos de manutención y sucesorios respecto de los bienes, sobre todo del padre (paterfamilias).
La institución, para esta época y en ciertos aspectos, ha resultado recalcitrante, incluso cabe advertir que el Código Civil del Distrito Federal (ahora Ciudad de México), hasta diciembre de 2009, lo cual es, para el sistema jurídico, hace muy poco tiempo, consideraba al matrimonio, como “la unión libre de un hombre y una mujer para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad, ayuda mutua con la posibilidad de procrear hijos de manera libre, responsable e informada”.
Tal definición fue substituida por otra que corresponde más con la actualidad y se estableció como “la unión libre de dos personas para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua”.
No obstante lo anterior, quedaron reminiscencias del concepto anterior del matrimonio, ya que en el Código Civil Federal, aún cuando se eliminó la original definición del matrimonio, se dejó un precepto que demuestra, lo que para la sociedad implicó la institución durante mucho tiempo, al establecer en su artículo 147 que “cualquier condición contraria a la perpetuación de la especie o a la ayuda mutua que se deben los cónyuges, se tendrá por no puesta”, lo que implicaba que una pareja no podría convenir, por ejemplo, en no tener hijos.
Con todo y que ya se acepta el matrimonio igualitario en la mayor parte de la República Mexicana y que también en la mayoría de los Estados se permite el divorcio incausado, esto es, que se puede solicitar sin motivo alguno y sin que necesariamente las partes se acusen de ningún agravio, causándose más daño a los involucrados, incluyendo a los hijos, es innegable que, la institución está caduca.
Si, considero que está caduca, para empezar porque ese trato igualitario entre dos personas, es una verdadera hipocresía, ningún individuo es igual a otro, debería empezarse por reconocerse esta diferencia; además, porque sería deseable que obligatoriamente se llevaran a cabo acuerdos de todo tipo, no solo en lo económico, como actualmente se permite, lo que en la mayoría de los casos es letra muerta, porque los contrayentes ni siquiera son informados de que pueden celebrar capitulaciones matrimoniales en relación con el patrimonio.
Los acuerdos deben ser de cualquier asunto que las personas involucradas consensen entre sí, además de que, en mi opinión, el matrimonio también debería tener un plazo de vigencia; nada es eterno y por lo tanto, muchas veces los pactos para toda la vida, no funcionan, es inhumano diría yo. También es preciso regular de otra forma la situación de los hijos, para que ello no sea pretexto para que las partes se “aguanten” por aquello de “no me los vaya a quitar” o “no quiero que vivan con fulano o con fulana”, etcétera.
Es innegable que, en muchos casos, las parejas que contraen matrimonio, ni siquiera hablan de temas importantes antes de casarse, incluso se llega al extremo de que ya casados, se van enterando que uno de ellos no quiere tener hijos; o que uno pretende tener 2 y el otro 4; o que la mujer pensaba que al casarse dejaría de trabajar y el hombre la mantendría; etcétera, por lo que, considero conveniente incluir como requisito indispensable que, en las solicitudes para contraer matrimonio, las partes escriban de su puño y letra, consideraciones de este tipo, para que por lo menos hagan consciencia de lo que van a compartir en adelante y puedan llegar a acuerdos, antes de tomar una decisión tan importante.
Así mismo, yo propondría que el matrimonio termine automáticamente en un período, digamos de 4 o 5 años y que pueda prorrogarse, únicamente con la expresión de voluntad de ambas partes, reformulando los cuestionarios que originalmente llenaron para casarse, lo cual implicaría que periódicamente, la pareja se replanteara si de verdad quiere seguir llevando una vida en común con otra persona, o si están dispuestos a continuar con los acuerdos originales o requieren alguna modificación, simplemente porque las circunstancias muy probablemente habrán cambiado.
Cuando he externado estas ideas, he sido altamente criticada, sin embargo, es claro que se tiene que mejorar y renovar la institución, porque actualmente no funciona y ello es así, si analizamos las estadísticas; los divorcios van incrementando cada año y cada vez hay más parejas que prefieren primero “probar”, antes de contraer matrimonio, existiendo una tendencia a la baja en el número de matrimonios que se celebran, porcentualmente hablando.
Lo anterior demuestra que algo en el sistema jurídico y social respecto al matrimonio está equivocado y por lo tanto, requiere ser reevaluado para que se adapte a las nuevas realidades que vive la sociedad.
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