Considerando estos dos temas ambos implican una tortura ya que la psique, el cuerpo y el corazón se ven afectados por la incertidumbre, la desconfianza y la angustia, que provocan punzones clavados en lo más profundo de nuestro ser.
La duda es aún más cáustica que la misma certeza de que nuestra pareja nos está engañando, nos mantiene en un estado suspendido, de inanición emocional, de angustia permanente, de indefensión-reactividad, de inseguridad - agresión, de tristeza-enojo, etc. Un cúmulo de sentimientos encontrados que nos llevan a un callejón sin salida, donde la única vía de escape es la abrupta ruptura, una huida repentina o bien una separación por la buena en el mejor de los casos.
La certeza nos lleva a decisiones más razonadas, definitivas e ineludibles, es decir, la herida abierta nos hace decidir sobre nuestra estabilidad, mientras que la incertidumbre nos mantiene en un permanente sufrimiento ya que los sentimientos son encontrados (amor-odio).
La calidad de vida que decidamos tener está directamente relacionada con el nivel de confianza que depositamos en la pareja, el compromiso mutuo que se adquiere de manera voluntaria y la capacidad de tolerancia ante los errores de nuestra pareja. Cabalmente, éste sería un paradigma bajo el cual vivir, tolerar o no tolerar, confiar o no confiar, amar o no amar, hacerse responsable de lo que decidimos, aunque sea inconscientemente.
Lo que nos lleva a la conclusión de que tanto la infidelidad como la celotipia son conceptos que evidencian una total falta de confianza, comunicación, de credibilidad, de compromiso y finalmente de amor, de no querer aceptar la realidad que estamos viviendo, lo que a la larga es una total fragilidad para enfrentar las vicisitudes que nos presenta la vida.
La infidelidad no es una solución para nuestra inconformidad, frustración en nuestra vida de pareja, más bien es querer tener todo: lo permitido y lo prohibido.
¡Vamos a comprometernos con el hecho de aceptar nuestra realidad y disfrutar de ella!
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