En 1981 se realizó una encuesta a mujeres de E.U.A, el 10% de la muestra total tenía otra pareja además de la primaria.
Las mujeres casadas eran quienes menos incurrían en una infidelidad (4%); las mujeres que salían con su pareja incurrían en una infidelidad en un 18% y quienes vivían con su cónyuge en un 20% (Forste y Tanfer, 1996 en Blow y Hartnett 2005).
En general se ha encontrado: en el transcurso de un matrimonio heterosexual, en los Estados Unidos, las relaciones extramaritales incurren en menos de un 25% en los matrimonios (Blow y Hartnett, 2005).
Las mujeres casadas tienden menos a incurrir en una infidelidad, a diferencia de las mujeres que viven con su pareja (Forste y Tanfer, 1996). Treas y Giesen (2000) afirman lo mismo y añaden: cuando las mujeres que viven con su pareja se casan, son como las mujeres que nunca vivieron con su pareja, en cuanto a la exclusividad sexual (Blow y Hartnett, 2005).
Las infidelidades suceden en buenos y malos matrimonios, pero no son la norma. Glass y Wright (1992) reportan que el 44% de los hombres casados y el 25% de las mujeres casadas, han tenido por lo menos una relación extramarital.
Un estudio realizado en Chicago (Michael, Gagnon, Laumann y Kolata, 1994) encontró que el 25% de los hombres y el 15% de las mujeres admitían haber vivido una experiencia extramarital. Sin embargo, la infidelidad no es la mayoría, pues muchas mujeres se mantienen fieles a lo largo de su vida y los esposos son fieles la mayoría del tiempo (Pittman, 2005).
Existe evidencia de estudios previos, donde se sugiere más frecuencia de un estilo de apego seguro, en las personas casadas, en comparación con las no casadas.
Podemos concluir, por lo tanto, que el matrimonio sirve como un factor protector en contra de la infidelidad. Es decir, el matrimonio no es una simple institución sino más bien es un factor protector o una vacuna ante la infidelidad. Una posible hipótesis puede ser a causa de los cambios experimentados por la sociedad actual en cuanto al tema de matrimonio.
Ahora, las personas que deciden casarse, lo hacen a una edad relativamente mayor a la de antes; han tenido mayores experiencias, desde vivenciales hasta sexuales; tienen más definido lo deseado y también están más abiertos al divorcio. Ya no es una obligación el matrimonio para toda la vida en muchas parejas. Puede ser por eso, que algunas parejas, deciden casarse y permanecer así por estar satisfechos con su compañero elegido.
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