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Carolina Grajales Valdespino

Históricamente las causas femeninas son blanco de burlas.



“La utopía está en el horizonte.

Me aproximo dos pasos, ella se aleja dos pasos

Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos

Por más que yo camine, jamás la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía? Para que una no deje de caminar”

Fernando Birri, citado por Eduardo Galeano. (1994)


El 8 de marzo se conmemora el “día internacional de las mujeres” y tradicionalmente, alrededor del mundo, se hacen denuncias colectivas, marchas y múltiples protestas por la condición de las mujeres: una falta real de equidad, de derechos; por reconocimiento de logros, abatimiento de brechas laborales, buscar la participación familiar en el trabajo doméstico en el hogar y el rechazo a un sistema de justicia que no ha cumplido, pues múltiples casos de violencias contra las mujeres han quedado en la impunidad desde tiempos inmemoriales, no sólo en México sino en el mundo, por ello las protestas se llevan a cabo en la mayoría de países.


Me quiero detener en la equidad de género, como uno de los postulados básicos del derecho a la igualdad y a la diferencia a partir de “todas y todos son iguales ante la ley” (con todo el escepticismo que esta afirmación despierta), y por supuesto que “tenemos el derecho a ser diferentes. Es necesaria una igualdad que reconozca las diferencias y una diferencia que no produzca, alimente o reproduzca las desigualdades” (Boaventura de Souza Santos; 2005).


La equidad de género equivale a un principio de justicia: “dar a cada quien lo que le pertenece, a partir de condiciones, características específicas de cada persona o grupo humano” con base en su sexo, género, clase, religión, edad…, es el reconocimiento de la diversidad, sin motivos para la discriminación. Este principio está vinculado con la noción de igualdad sustantiva y el reconocimiento de las diferencias sociales, ambas dimensiones se enlazan para dar fundamento a la definición de equidad como “una igualdad en las diferencias”. (Torres, Isabel; 2001).


En síntesis, la equidad de género pretende cubrir deudas históricas y sociales de las desigualdades por razón de género y hace referencia a criterios éticos que obligan a una sociedad a evitar desigualdades y discriminación por pensar y ser diferentes, teniendo como ejes el respeto y garantía de los derechos humanos y la igualdad social con todas sus complejidades. Lo anterior es precisamente lo que se nos ha escatimado a las mujeres, al convertir la expresión de nuestras justas demandas en burlas orquestadas por algunos varones, lo cual no es una novedad, esto viene de lejos, de siglos atrás.


En 1622 cuando la escritora y poeta francesa Marie de Gournay publicó De la igualdad entre los hombres y las mujeres, donde criticaba a “quienes cuestionan el poder absoluto del rey, pero justifican el sometimiento de todas las mujeres a todos los varones” o en 1623, cuando Madame de Rambouillet fundó en París el primer Salón (un espacio para el desarrollo intelectual a través del diálogo y la conversación, haciendo énfasis en que no tendrían ningún acercamiento de tipo sexual con varones participantes, sólo académico), les llamaban despectivamente las saloniers, mujeres intelectuales dueñas de salones (costumbre que perduró hasta finales del siglo XVIII) y los varones de la época se burlaban a través del sarcasmo por su castidad; el conocido dramaturgo francés Jean Baptiste Moliere, en 1659, escribió para teatro Las preciosas ridículas donde caricaturiza a las saloniers por ser mujeres inquietas e inconformes con el ambiente de ignorancia en que se las mantenía, eran mujeres ilustradas que desafiaban las costumbres y prejuicios confiadas en su capacidad intelectual, y la única respuesta que encontraron los varones ante ellas fue ridiculizarlas.


Con este pasado, no es extraño que en la actualidad las acciones de protesta iniciadas por algunas mujeres, con justas demandas, sean retomadas por varones y convertidas en burlas. Así vemos cómo movimientos colectivos autodenominados feminismos (teoría construida en Europa occidental en el siglo XVII), cuyos fines son: a) desmantelar el prejuicio de que la biología determina lo “femenino” y lo “masculino”. b) las tareas asignadas históricamente a las mujeres no tienen su origen en la naturaleza, sino en la sociedad. c) desmontar la jerarquización de los sexos y la división sexual del trabajo y d) visibilizar el patriarcado como ordenador actual de la sociedad, entre otros, han sido reducidos a llamarlas despectivamente “feminazis”, no obstante su importancia, un término que relaciona a las feministas con aquellos asesinos que generaron el holocausto, cuando ninguna feminista ha torturado ni matado.


Además de considerar su opuesto al machismo, que no puede ser tal, porque mientras estos términos son la parte visible del patriarcado, los feminismos constituyen una teoría crítica y su marco es la filosofía racionalista cartesiana con un criterio ético moral para el análisis de la política y el poder. (Puleo, Alicia; 1993).


Igual ocurrió con la canción y perfomance creado por feministas chilenas en el año 2019 y que llamaron “Un violador en tu camino”, que hace énfasis en que las mujeres no son culpables de las violaciones, se ha convertido en un himno feminista global y tuvo respuestas en varios países a través de diversas versiones parodiando la canción por futbolistas, cantantes, grupos musicales, algunas con resultados realmente lamentables al igual que una masiva respuesta a través de la millonaria reproducción de memes donde se caricaturizaba la canción y el elemento común en las versiones era la falta absoluta de respeto al dolor femenino, el predominio de la misoginia, machismo y violencias de género verbal y/o digital. Cabe señalar que internet se ha convertido en el espacio de mayor reproducción social de violencias contra las mujeres.


Hemos de reconocer que el camino para llegar a la equidad y la igualdad de género es largo y sinuoso y una utopía es alcanzar la igualdad entre mujeres y hombres, lo cual conlleva, necesariamente, “la eliminación de toda forma de discriminación en cualquiera de los ámbitos de la vida, que se genere por pertenecer a cualquier sexo” (Art. 6, Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres; 2021).


Referencias:

De Souza Santos, Boaventura. “Por uma Concepçao Multicultural de Direitos Humanos” p. 429-461 citada en CEPAL “La equidad de Género y los Derechos Humanos de las Mujeres en Brasil: desafíos y perspectivas”. (2005)

Puleo, Alicia H. (1993). La ilustración olvidada. La polémica de los sexos en el siglo XVIII. Anthropos Editorial. Madrid.

Torres García, Isabel. “La aplicación de la cuota mínima de participación de las mujeres: ¿ficción o realidad? Un diagnóstico para Costa Rica.” Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano. 2001.


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