Septiembre es el mes de la patria, el mes de la independencia y de las alegrías por las fiestas nacionales donde nuestro espíritu nos deja sentirnos como parte integral de un pueblo, de un grupo específico. Estamos certeros de tener una identidad nacional que se muestra en casi todas las facetas de nuestro cotidiano vivir.
No es lo mismo ser y sentirse mexicano que de cualquier otra nación, sabemos que nuestra educación y nuestra cultura son particulares, nuestros estilos de hablar, comer y beber, lo que nos gusta, lo que significa para nosotros la fiesta es diferente que para otro país. Los mariachis y el tequila, las tortillas y el chile, los albures y la casa chica.
Ser macho es importante, ser una hembra para ese macho requiere de astucia y trenzas largas, y si se va al otro lado de mojado pues que mejor, aunque tenga por allá a su otra guardadita, lo importante es que envíe para los frijoles y para los chamacos y así vamos creciendo la familia, con una, dos o tres mujeres, no importa. Además como ya se casaron frente al poder divino no hay quién pueda romper este vil compromiso.
¿Y si no le pega a la señora, será que ya no la quiere?
Con esta visión el mito radica en la fidelidad como lo imposible, y la infidelidad es lo que marca lo normal en la cultura machista y en la aceptación femenina que poco cuestiona este evento. Si una mujer mexicana tiene que enfrentar a su marido o novio por mal portado, siempre están todos los demás aceptando estos roles un tanto estereotipados que defienden lo consumado masculino y lo aceptado femenino, por eso la infidelidad femenina ha sido una revolución en lo esperado de la cultura mexicana que idealiza a la virgen de Guadalupe como madre, líder y figura modelo de pureza y santidad.
El tabú, entendido como aquello que aun estando presente no puede ser nombrado, es parte de lo que mantiene los mitos dentro de la cultura. Son reglas y normas que están y poco se cuestionan, como el tabú del incesto que protege a la familia y la presencia de las generaciones, y así como el tabú de la virginidad o el de la mujer santa que organiza la sexualidad femenina dentro de parámetros que se alejan de su propia alternativa de infidelidad dejando a lo masculino en libertad y en diferencia de condiciones.
México va por delante, y en la doble moral que asemeja en cada ser humano también aparece la posibilidad de romper con los mitos personales y culturales para hacer frente a esta nueva alternativa cultural parecida a la americana o europea, pues ya somos parte clara de la globalización y reorganizar lo propio frente a las opciones de la posmodernidad.
Se rompe el mito de las instituciones, la familia es solo una idea a veces ficticia y el divorcio como alternativa es válido hasta frente a la iglesia. La libertad y las obligaciones de las mujeres las impulsa a nuevos puestos socioeconómicos, a nuevas alternativas, a nuevos retos; ¿Cómo insertarse para esta creciente igualdad?
¿Cómo evitar que ante los retos modernos se mantengan los valores antiguos? Esa es la verdad frente a la nueva alternativa en la identidad de las y los mexicanos actuales.
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