Después de haber vivido una experiencia de bullying, ya sea desde la postura del victimario, la víctima o bien, del espectador, existen huellas imborrables en la psique de los involucrados que signarán sus conductas en el futuro.
El victimario actúa desde una actitud abusadora, hostil y marcadamente alevosa. El estudio de causa de esta situación indica una clara historia de agresividad intrafamiliar, social, cultural o de género. Es innegable que se forjará una personalidad de un sociópata en potencia, quien haciendo o no uso de la fuerza, podrá llegar a obtener lo deseado a las costillas de los demás; crecerá sin un claro marco de valores, en donde el respeto, la empatía, la solidaridad y la amistad serán trastocados por los valores individualistas a los cuales el menor fue expuesto.
La víctima actúa desde una actitud pasiva, sumisa y temerosa. En este caso, es necesario centrarnos en los mecanismos de defensa acuñados en la infancia, que lo llevaron a ponerse en la mira de los abusadores. Son personas con carencia de estima adecuada de sí mismos, nulos recursos emocionales y una actitud pasiva ante la vida a causa de su historia de vida. Estas personas, desarrollarán una personalidad suave, tímida, opaca y carente de logros.
Desde la visión del espectador la realidad se ve injusta e inmoral, pero a la vez llena de emoción y morbo. Esta dualidad lleva a percibir una doble moral, es decir, una zona gris entre lo bueno y lo malo. El hedonismo ha formado personas en búsqueda del placer a costa de lo que sea; se forja una personalidad claramente mórbida, carente de consciencia moral y falta de respeto por los demás y por ende por sí mismo.
En conclusión, el bullying es un fenómeno social decadente, viciado, morboso y sádico trasgresor del tejido social de la comunidad. Es necesario enfrentar este fenómeno de manera Inter-Multi-Tras disciplinaria con carácter de urgencia ya que está atacando el eslabón más débil de nuestra sociedad: la juventud, nuestros niños.
Entonces, pongámonos a moralizar a nuestros niños en la cultura de la denuncia, los valores éticos y morales que les permitan desarrollar personalidades preocupados por el bienestar social, cultural y sobretodo humano. Si queremos tener personas realizadas en nuestra sociedad, será necesario iniciar esta campaña desde nuestros núcleos más cercanos, es decir nuestras familias.
Vamos, ¡todavía es tiempo!
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