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Detectives Privados de México

El origen de la violencia.


Parte I*

Las sociedades crecen a una velocidad vertiginosa y muchas veces de manera poco reflexiva sobre su organización. Por ello, los problemas surgidos con el tiempo muchas veces superan sus posibilidades de resolución, cayendo en un círculo vicioso, impidiendo implantar el tan buscado bien común.

El presente ensayo aborda una de las características y cánceres más profundos de nuestra sociedad: la violencia.

La OMS define a la violencia como:

“El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho, o de amenaza, contra uno mismo, otra persona o comunidad, con muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastorno del desarrollo o privaciones”.

Con estas categorías de violencia, el ser humano tiene posibilidad de dañar a la sociedad en tres niveles diferentes:

- Autoinfringida- hacia uno mismo. - Interpersonal- hacia grupos cercanos o ajenos. - Colectiva- social, política y económica.

Y los grados, muchas veces irreversibles, cada uno tan dañino como el otro:

- Física. - Sexual. - Psíquica. - Privación o descuido.

Las preocupaciones de la sociedad se han modificado. La mayoría está centrada en cuestiones más banales y superfluas. Los resultados son evidentes: el deterioro en la calidad de vida; el enriquecimiento de unos cuantos; el aumento en el índice de la violencia y la desproporcionada crisis mundial en varias estructuras. Lo importante aquí es identificar el origen de todo ello para evitar sus consecuencias.

Dentro de las pocas ciencias sociales que buscan interpretar los factores o hechos derivados en una consecuencia colectiva para proveer herramientas las cuales aprovechen las experiencias con impacto en el ambiente social, se encuentra la Criminología.

Un análisis Criminológico de la violencia, los hechos delictivos actuales, sus responsables y su tendencia, así como la interpretación sociológica y psicológica de los mismos, hacen ver que el común de los delincuentes o trasgresores de las normas sociales se ven motivados, en gran medida, por circunstancias bien identificadas y las cuales trataremos de explicar más adelante.

La estructura actual de la organización social tiene como cimiento principal, y fin último, alcanzar satisfactores económicos y materiales; cuya pretensión es equipararlos a un sentimiento de bienestar interior de felicidad y armonía, sin embargo, se ha hecho manifiesto que una cosa no deriva en la otra.

El desequilibrado afán social de visualizar como fin y triunfo en la vida la acumulación de riqueza o bienes materiales, han devaluado y destruido en contrapartida aquellos principios básicos de convivencia.

Durante la historia del hombre, las doctrinas religiosas, normas, convencionalismos sociales y educación familiar, han tratado de frenar o regular los instintos e intereses primarios del hombre, para garantizar y dar certeza a la convivencia, haciendo predecible el comportamiento de los individuos dentro de la comunidad.

Desafortunadamente, en nuestras sociedades modernas, se ha establecido un erróneo Silogismo que pretende ser inamobible:

Dinero y Poder = Éxito, Felicidad, Amor, Estabilidad Emocional y Satisfacción sexual.

Este tipo de razonamiento desorienta a las sociedades y a sus integrantes, sobre todo a quienes tienen menor educación y usualmente coinciden con menos recursos económicos. Ellos toman como cierta esta influencia materialista y banal sin ningún cuestionamiento, aceptando como su fin y Dios único a la riqueza económica, luchando por ella a cualquier costa y bajo cualquier circunstancia.

El hecho de tener éxito económico y verse reconocido socialmente es un poderoso canto de sirenas. El posicionar al dinero y bienes materiales a la cabeza de los valores, provoca la desaparición o menosprecio de cualquier principio antes concebido. Aplicándo el concepto “el fin justifica los medios”.

En este orden de ideas, entonces la dignidad, la probidad, honestidad, rectitud, respeto, humildad, recato, decencia, consideración, colaboración, solidaridad, amistad, etc., son valores ya no reconocidos por el individuo y palabras condenadas a desaparecer en corto tiempo de nuestro vocabulario, por su falta de uso y aplicación.

*La segunda parte de este artículo viene en la edición de agosto.


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