Indudablemente desde los años cincuenta en donde se establece la posibilidad legal del divorcio en México a la fecha, hemos sido testigos de un cambio radical en nuestra sociedad al respecto.
Al inicio el divorcio era algo excepcional y mal visto socialmente, además se debían cumplir ciertos requisitos, denominadas causales de divorcio, nada fáciles de demostrar para que el divorcio surtiera efecto legalmente, que posteriormente se suprimieron, hasta la situación actual que existe la figura conocida como: “divorcio express”, en donde con que una de las partes promueva, generalmente se concede el divorcio en un tiempo aproximado de ocho semanas.
Esta breve introducción es solo para contextualizar que el divorcio entre las parejas que contraen matrimonio es cada vez más frecuente, al punto de cuestionar la conveniencia del mismo. El destino de una pareja el siglo pasado, se iniciaba con una relación de noviazgo que culminaba con el matrimonio, punto de partida para vivir en pareja. Actualmente las parejas optan por vivir juntos primero y después de un tiempo considerar el matrimonio como una posibilidad.
Así, desde la perspectiva del matrimonio, un divorcio es considerado generalmente como un fracaso, sin embargo, la realidad nos dice; que, cada vez más personas buscan esta solución a cierta problemática que no se contempla pueda resolverse de otra forma.
Por ello es importante un punto de contraste y dejando de lado los aspectos negativos de un divorcio, me enfoco en los aspectos positivos del mismo; El divorcio es indudablemente un cambio drástico en la vida de una persona,
Generalmente yo sugiero que se agoten las instancias de negociación de la conflictiva de pareja, que se contemple una revisión concienzuda de los motivos para la separación, este proceso suele ser arduo y nada breve, pero una vez convencida la persona de que no existe otra alternativa, el siguiente paso se convierte en la culminación lógica y razonada de un proceso, de un ciclo que llegó a su fin. Si el divorcio se alcanza en estas condiciones generalmente se experimenta una sensación de alivio.
Una vez que se lleva a cabo la decisión, quedaran algunos remanentes de compromisos afectivos, financieros y morales de la familia que queda atrás. Mi concepto es que la familia no se termina, sino que, entrara en un proceso de reacomodo, si las razones de la ruptura son sólidas, el reacomodo beneficiara a todos los integrantes de la familia, muchas veces la decisión del divorcio como corolario de la terminación, de una etapa en la vida, se posterga demasiado, de manera innecesaria, llevando a una dinámica de agresión, desgaste, tensión, incluso daño emocional y hasta físico. De modo que cerrar la etapa con el divorcio baja la tensión y preserva a los miembros de la pareja de hacerse mayor daño. En ocasiones cuando no hay una aceptación de dicha terminación, uno o ambos quedan enganchados y empantanados en una dinámica de agresión mutua.
Un buen divorcio apunta a no permitir que se petrifique una dinámica de reproches y agresión constante. Los terapeutas consideramos un divorcio emocional, que conlleva la aceptación de la terminación de un vínculo e identidad como pareja matrimonial, que siempre implica un duelo. Proceso que es deseable que se viva con reflexión, evitar iniciar una nueva relación de forma inmediata, o involucrarse en acciones de intentar aliviar el dolor de manera inadecuada, como recurrir al alcohol o cualquier adicción, a la promiscuidad, el aislamiento, incluso al uso del trabajo de forma compulsiva para evitar el necesario repaso del inventario que habrá que analizar para contemplarnos a nosotros mismos, con total honestidad, dejar de culpar completamente a la pareja, sino reconocer los posibles errores que uno haya cometido.
Unas crisis dicen en oriente es una oportunidad, el divorcio, es una oportunidad de renovarse, de actualizar el proyecto de vida, de recapacitar en lo que se hizo bien y aquello donde uno se equivocó, nos obliga a flexibilizar y aceptar retos que de otra forma no se hubieran presentado. Es una oportunidad de volver a entrar en contacto con lo profundo de nuestra persona y hacer un recuento de vida, es tiempo de dejar lastres inservibles y continuar la vida más ligero. Un divorcio bien cerrado nos da fortaleza, pues indudablemente tiene pasajes emocionalmente muy duros y llegar a la otra orilla y verse con capacidad de vivir, amar y crear nos da una enorme fortaleza
Yo sigo un ruta crítica con las parejas en la clínica, primero; un divorcio emocional con una ruptura completa efectiva en el aspecto emocional, posteriormente una recomposición de cada uno, haciendo consciencia de los propios errores y comprender sin reproches la conducta de la expareja, solo entonces estamos en capacidad de negociar la parte más álgida de la ruptura de la sociedad conyugal que es la económica, ya que una parte del todo, muchas veces no alcanza para tener alguna base suficiente para el futuro, que ahora se vuelve incierto. Posteriormente llevar a cabo el divorcio legal, para finalmente poder tener una relación cordial de adultos con la ex pareja, cuando aún se comparten responsabilidades o intereses, generalmente los hijos pero puede haber negocios, patrimonio o cualquier otra cosa. Si esta ruta crítica no se sigue puntualmente, la arena de lo financiero y lo legal se vuelve el lugar en donde se expresan los sentimientos no procesados, que la mayoría de las veces son sentimientos de hostilidad, agresión e incluso venganza, que desde luego empantanan negociaciones que deben ser eminentemente prácticas y realistas.
En conclusión, el divorcio es una experiencia no deseable, pero si se llega a ella es mejor enfrentarla con entereza, hacer un buen cierre, para tener una renovada oportunidad en la vida, ahora con mayor fortaleza, autocrítica y madurez.
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