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Manuel Hernández

El lado obscuro del amor.


¿Qué pasaría si yo te dijera “lo que tienes en tu relación no es amor” ?, ¿Qué pasaría si yo te dijera “tu pareja en el fondo te odia”? Sería bastante doloroso y difícil de creer, ¿verdad? Es un hecho, a nadie le gustaría saber que la persona de quien se encuentran profundamente enamorados de fondo no los ama.

En el presente artículo pretendo compartir con ustedes dos perfiles: el del “Misógino” y el de la “Mujer Castrante”; la intención de hacerlo tiene la finalidad de ayudar a muchos hombres y mujeres a mirar más allá de lo nunca visto o imaginado, donde en el fondo puede NO haber un “vínculo amoroso”.

Al describir estos perfiles pretendo orientar, esclarecer y sembrar el deseo de buscar ayuda profesional para ti o para aquellos hombres o mujeres quienes por alguna razón (de tipo inconsciente) se han relacionado con un misógino (en el caso de las mujeres) o con una mujer castrante (en el caso de los hombres). Ciertamente, en una relación no hay nada más doloroso que estar con alguien, quien, de manera sistemática, velada y a veces tan evidente te maltrata y mina lentamente tu autoestima, hasta el grado de hacerla añicos.

En varias entrevistas en radio y televisión he dicho: en nombre del amor hacemos muchas tarugadas; también he mencionado: es un error casarse enamorado. Ambas opiniones han despertado sorpresa, desconcierto y cualquier cantidad de reacciones inimaginables, pues nos han enseñado que el amor es lo más lindo que le puede ocurrir a un ser humano y el enamoramiento es un estado mágico, maravilloso… en el cual las personas suspiran, tienen un brillo y una sonrisa especial al hablar o pensar en la persona en cuestión.

Pero hay una realidad: existen muchos paradigmas en torno al amor y nos confunden, si a eso le agregamos las carencias personales o las predisposiciones inconscientes en cuanto a nuestra manera de relacionarnos, es probable que nos perdamos y elijamos a personas que lejos de hacernos sentir plenos, nos llevan a experimentar un mundo completamente diferente.

¿Has escuchado alguna vez la canción I want to Know what love is?, la letra de la misma inicia de la siguiente manera: “Debo tomarme un tiempo… & un tiempo para aclararme… & será mejor que lea entre líneas… & en caso de necesitarlas cuando me vuelva más fría… & En mi vida… ha habido angustia y dolor, que aún no se si podría soportarlo de nuevo… & Ahora no puedo parar he ido demasiado lejos para cambiar esta vida de soledad… & Quiero saber que es el amor; Quiero que me lo enseñes; Quiero sentir que es el amor y sé que tú me lo puedes mostrar… ”

Por condición de género, la mujer tiene una tendencia a querer tomar acciones para resolver y a partir de ello toman una conducta en la cual pretenden dirigir a su pareja y esto se percibe por el hombre como un acto de control; normalmente, el varón reacciona frente a ello con enojo o rechazo hacia dicha conducta, pero si pudiera comprender que es parte del rol femenino quizá no le tomaría tanta importancia. La problemática surge cuando la mujer, con el ánimo de sentirse necesitada o indispensable para su pareja, utiliza el control como base, ¡ahí la cosa cambia!

Una mujer castrante tiene como fondo inconsciente una historia en donde, por alguna experiencia con los hombres (su padre o alguna otra figura significativa) se sintió fuertemente traicionada o lastimada, al grado de quedarse resentida y desconfiada, utiliza el control (entre otras características descritas más adelante) como una forma de sentirse segura de que no la volverán a lastimar.

Estas mujeres, en sus relaciones con los hombres (por ejemplo, sus parejas) tienen conductas en donde buscan tomar el control de la relación; descalifican a su pareja cuando esta no cumple con alguna expectativa; lo devalúan o lo minimizan como una forma de confirmar que no pueden confiar en él.

Al hacer esto reafirman la idea de que no necesitan ayuda de un hombre y mucho menos podrían depender de ellos.

Lo curioso del caso es cuando tienen un hijo varón, los hacen muy dependientes, los sobreprotegen y les mandan el mensaje de que la autoridad en la casa es ella y no el padre, dejando desde ya, la semilla para un futuro hombre castrado quien buscará (casi con certeza) a una mujer con características similares.

Por su parte, el misógino es un hombre que tiende a ser encantador, romántico, cariñoso, pero en el fondo de sus emociones tienen mucho enojo, el cual los puede llevar a cambiar de manera radical, al grado de hacer sentir muy mal a su pareja con toda clase de críticas, insultos, humillaciones o descalificaciones. Si bien es cierto que algunos no llegan a la violencia física, sistemáticamente la van destrozando en la esfera emocional haciéndola sentir insegura, poco valiosa, con mucho miedo de hacer las cosas mal…

En palabras de Susan Forward: “un misógino tiene un amplio repertorio de tácticas de intimidación, comentarios denigrantes, insultos y otras actitudes destinadas a hacer que su compañera se sienta incapaz e impotente. Sus ataques más obvios se expresan con gritos y amenazas, estallidos de cólera, insultos y críticas constantes”.

Ambos perfiles tienen coincidencias: el tema del control cobra relevancia en cuanto a la dinámica de la relación. Otro factor, quizás de los más significativos por lo que provoca en la pareja, es el no asumir la responsabilidad de sus agresiones, sino todo lo contrario: culpan a su pareja de las cosas que suceden, incluyendo su comportamiento. El punto crítico para mí es cuando no sólo niegan su responsabilidad, sino que confunden a su pareja con hechos claros y contundentes, rebaten hasta lo imposible, rayando en un modo de relación perverso.

En síntesis, dentro de este tipo de relaciones, quienes se vinculan con hombres o mujeres así sienten que su seguridad emocional depende del amor de su pareja, y para conseguirlo llegan a permitir toda clase de maltrato, renunciando a sus propios deseos y necesidades. Esto ¡NO es amor!

En contraste, el misógino y la mujer castrante sienten que su seguridad emocional depende del hecho tener el control absoluto sobre su pareja, pues de no conseguirlo aflorarían sus miedos más profundos y su verdadera esencia. Si te identificas como una mujer castrante o un hombre misógino, o como víctima de alguno de ellos… debes empezar por entender que la relación en donde te encuentras no se mantiene por amor, pero no está perdida del todo. La terapia de pareja puede ayudar a sanar las heridas de ambos y poder reconstruirse con la base en el respeto y la comunicación, donde ambas partes se sientan amadas, comprendidas y libres.

“La realidad no la definen las palabras, sino el comportamiento” Susan Forward.


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