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Manuel Hernández

El lado obscuro del amor.


Sofía y Pedro quedaron flechados desde el momento en que se conocieron, poco tiempo después se hicieron novios. Se veían todos los días después de ir cada uno a su respectiva escuela, Sofía se esmeraba en su arreglo con el fin de agradar a Pedro; las mañanas parecían eternas para uno y otro, ambos anhelaban que diera la tan ansiada hora en la que podrían estar juntos.

Desde muy temprano el celular era un recurso que los mantenía comunicados para desearse lindo día y decirse cuanto se extrañaban, en los momentos en que había oportunidad se llamaban aun y cuando no había algo importante que contar.

Disfrutaban estar juntos cuando salían al cine, a cenar, al parque, viendo TV o cualquier actividad. Prácticamente estaban juntos todas las tardes. La etapa del enamoramiento los mantuvo muy apasionados un par de meses, incluso presumían frente a sus amistades que su amor era único y que la luna de miel duraría por siempre, ninguno podía concebir la idea de estar sin el otro.

Con el paso del tiempo fueron apareciendo las carencias y defectos de cada uno, por ejemplo, Pedro era un adolescente muy preocupado por su imagen, de temperamento explosivo, era celoso y controlador; Sofía por su parte era alegre, soñadora y también celosa, no obstante, trataba de disimularlo. Pedro buscaba oportunidades de cambiar la forma de ser de Sofía, cuando salían o iban a alguna fiesta se molestaba si ella miraba a algún chico o si alguno se le acercaba, la criticaba si usaba ropa ajustada o blusas escotadas. Este tipo de escenas se fueron repitiendo muy seguido, en alguna ocasión Pedro encontró a Sofía hablando con su ex novio y este reaccionó diciéndole que era una cualquiera que no se daba a respetar.

Sofía se fue cansando de tanta represión y discusión y no toleró más la forma de ser de Pedro y después de analizar el tema por varios días llegó a la conclusión de que era necesario hacer un alto y tomar la decisión de terminar la relación, no obstante se sentía muy confundida ya que por un lado lo amaba y quería estar con él, pero en el fondo se sentía muy lastimada y enojada por todos los insultos, las humillaciones, las críticas y los reclamos que recibía de Pedro; finalmente una infidelidad por parte de él la confrontó con una verdad: en realidad Pedro no la amaba.

Muchas parejas experimentan fracasos amorosos, algunas logran desvincularse sentimentalmente de tal forma que tiempo después sus vidas vuelven a la normalidad, mientras que para otros el dejar atrás una relación les lleva mucho tiempo trayendo como consecuencia un gran sufrimiento. ¿Qué es lo que sucede en estos casos? te preguntarás; ¿qué paso con esa parte encantadora, tierna, afectuosa de mi pareja? se preguntan muchos al recordar cómo después de un tiempo su relación se fue transformando y entró en una dinámica en donde el odio, la devaluación y hasta la humillación eran parte del día a día.

Evidentemente ambos miembros de la pareja contribuyen al conflicto y a la tempestad que puede desatarse en una relación. Al hacer un primer acercamiento como especialistas podríamos decir que se trata de personas narcisistas, es decir, personas que sólo ven por sí mismas y que sólo establecen vínculos sentimentales con el objeto de sentirse y confirmar que son únicos y especiales, sin embargo, el tema va mucho más allá, el odio es uno de los vínculos más fuertes que el sujeto puede mantener con el otro y con sus objetos, aparece como una ruptura del vínculo social. Si el amor une, el odio desune, separa.

Muchas de las personas que nos consultan están inmersas en relaciones “destructivas” por llamarles de alguna manera, las cuales son muy intensas y crean sentimientos de toda índole entre los cuales predomina la confusión y la desesperación ya que por un lado sufren y por otro sienten un gran temor a terminar la relación.

Para las personas que son espectadores de estos lazos resulta muy sencillo decir: “déjalo, no te conviene”, “tú te mereces algo mejor”, etcétera, el punto es que en estas relaciones intervienen impulsos inconscientes que impiden quitarse la venda de los ojos y mirar las cosas con claridad. No obstante, una vez descubren en análisis en qué consisten, y de qué manera los mantienen enganchados a la persona que aman, se hacen más comprensibles las razones por las cuales toleran lo que toleran.

"No existe el amor, sino las pruebas de amor, y la prueba de amor a aquel que amamos es dejarlo vivir libremente..."

*Las opiniones contenidas en este artículo son responsabilidad del autor.



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