Esta pandemia ha afectado a las sociedades del mundo en varios aspectos: el social, el laboral, el familiar, el socioeconómico, el emocional, el mental pero sobre todo el académico. El mundo no estaba listo para una pandemia de esta magnitud. Lo profesores están completamente rebasados, los sistemas de evaluación son deficientes, los vínculos digitales, que si bien están disponibles para todo el mundo, no siempre funcionan adecuadamente en todos los casos.
Las escuelas hacen poco o nulo seguimiento a las clases en línea de sus docentes. Las evaluaciones a nivel primaria y secundaria han sido únicamente mediante asignaciones, proyectos y trabajo continuo. Más aún, las de los niveles superiores dejan mucho que desear. Con esto no quiero decir que los exámenes sean la mejor herramienta de evaluación pero si tenían un papel preponderante en la psique de los alumnos que se preocupaban, por al menos, estudiar para el examen.
La educación a distancia ha gestado a un modelo de estudiante apático, poco participativo, conformista y mediocre que aunado a la generación del mínimo esfuerzo, a la fragilidad de los cibernautas y a la vulnerabilidad emocional de los alumnos, ha dispuesto de estos factores para crear un caos a nivel educativo, emocional y conductual.
No quiero sonar alarmista pero ya de por sí, nuestro sistema educativo pre pandemia era deficiente y rezagado; ahora enfrentamos un modelo a distancia, híbrido y presencial al mismo tiempo en diferentes escuelas. No es nuevo para nosotros, el hecho de que nuestras autoridades de educación siempre han mostrado poca firmeza y falta de decisión al proponer más que imponer los lineamientos a seguir para las escuelas. Desde permitirles escoger el calendario que más les conviniera (hace algunos años) hasta permitir que algunas escuelas siguieran clases a distancia, otras el modelo híbrido y otras más presenciales.
Esta falta de congruencia y organización ha afectado al tejido más vulnerable de nuestra sociedad: nuestros niños.
La niñez, en la primera infancia sobre todo, requiere de bases firmes, normas claras y ejemplos a seguir como modelo de aprendizaje. La desorganización escolar, la falta de contacto físico entre alumnos y por ende, la falta de socialización, ha mermado las capacidades de por sí ya minadas, de nuestros niños en edad escolar.
Otro factor que ha amenazado la integridad psíquica de nuestros niños, es el hecho del contacto permanente y continuo con sus padres a quienes antes de la pandemia veían solo en determinados horarios y por lapsos cortos de tiempo. La situación actual ha causado que las relaciones interpersonales se deterioren poco a poco, ya que por si no fuera poco, lo padre o al menos muchos de ellos, tuvieron que trabajar desde sus casas (el home office) lo que hizo aún más difícil la convivencia intramuros.
Por si esto no fuera suficiente, el acceso permanente a los dispositivos electrónicos (equipos de cómputo y/o celulares) han puesto a nuestros niños en una posición de riesgo: de caer en la adicción a los videojuegos (que tienen una política agresiva de contacto vía electrónico), de conocer supuestos amigos (que como bien sabemos hay muchos adultos suplantando a niños en estos juegos comunitarios), y por último pero no por eso menos importante, de continuar rompiendo su cada vez más reducido, contacto con la realidad. Es bien sabido del impacto que generan los videojuegos en las conductas de nuestros niños.
¡Así que esta es nuestra realidad actual!
Finalmente, les dejo este comentario que hizo a un reportero el jeque Mohammed bin Rashid Al Maktoum, gobernante de Dubai.
“Mi padre andaba en camello, yo ando en Mercedes y mi hijo anda en Land Rover pero el hijo de mi hijo, volverá a andar en camello. A lo que el reportero preguntó: ¿Por qué será así? Y la respuesta del jeque fue reveladora: mi padre me dijo que los tiempos difíciles hacen hombres fuertes, los hombres fuertes crían hombres débiles y los hombres débiles generan tiempos difíciles”
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