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Lolita Montilla

Después de contraer matrimonio, ¿cuáles son mis obligaciones?


Siempre es interesante hacer una breve introducción al tema para comprender mejor la pregunta que se plantea.


Desde hace unos tres mil años, por razones de supervivencia, casarse y crear una familia tenían como uno de sus objetivos mejorar las condiciones de vida de los individuos y del grupo en el que se vivía, garantizando la supervivencia de la prole. El matrimonio suponía un trabajo en equipo, donde a cada uno de los miembros de la pareja se le asignaban tareas específicas útiles para desarrollar y mantener lazos de cooperación con otras familias y comunidades. Durante todo este tiempo la unión conyugal se organizó sobre la supremacía masculina, donde la mujer debía subordinarse a los mandatos del esposo, teniendo él el control legal y económico. La mujer se encargaba de las tareas domésticas, la crianza de los hijos y ayudaba en las labores del campo. El hombre se dedicaba al trabajo, a la manutención de los hijos y a las actividades de la esfera pública, como la política y las leyes. La unión conyugal era algo que se llevaba a cabo por intereses económicos y sociales, más allá del enamoramiento o la elección personal de la pareja.

Sin embargo, el matrimonio ha ido cambiando, desde el S.XIX como consecuencia de la Ilustración y la Revolución Francesa, el amor romántico y la sexualización fueron instalándose en el imaginario social como fuente primordial para contraer matrimonio. A raíz del feminismo, el derecho al voto y el uso de la píldora anticonceptiva, viene la liberación sexual en que la mujer puede regular su maternidad y con ello entrar con más fuerza a la educación, al mundo del conocimiento y a la fuerza laboral, por lo que los clásicos roles de la mujer como “esposa ama de casa” y el hombre como “marido proveedor” se han cambiado, hasta que en el mundo occidental actual los roles ya no tienen una definición rígida e inamovible. Hoy en día hay mujeres que proveen el sustento de su familia y hombres que participan en las labores domésticas, así como en el cuidado de los hijos.

Actualmente, las leyes han establecido la igualdad de los dos miembros de la pareja por igual, sean de diferente sexo o del mismo sexo. Hoy se lucha por defender la equidad de género y dar el mismo valor al rol que cada uno establezca dentro del matrimonio. Sin embargo, no debemos olvidar que estos supuestos van a estar matizados por cada cultura y por otros valores tales como las creencias religiosas.

En mi experiencia clínica personal de muchísimos años, he encontrado que un porcentaje elevado de parejas contraen matrimonio sin haberse planteado consciente y verbalmente qué es lo que cada uno de ellos espera del otro dentro del casamiento y evidentemente esto suele ser fuente de serios conflictos que llevan a importantes sentimientos de frustración y a fracturas en la pareja que tienen como desenlace el divorcio, situación que siempre conlleva un doloroso proceso, sobretodo cuando hay hijos de por medio.

De aquí que yo propongo que se hablen de ciertos temas y se lleguen a acuerdos antes de formalizar un compromiso para casarse, entendiendo que hay acuerdos de fondo que probablemente no cambien con el tiempo y otros que deberán irse modificando de acuerdo al ciclo vital de la pareja y de la familia.


Entre los acuerdos que pueden ir transformándose en el tiempo debieran discutirse:

1.- ¿Ambos van a trabajar de manera remunerada? Y si así fuera, cómo se va a manejar la economía de la pareja.

2.- ¿Ambas partes de la pareja desean tener hijos o no? ¿Cuántos quisieran tener?

3.- En caso de tener hijos ¿seguirían trabajando los dos miembros de la pareja o sólo uno? ¿Trabajaría de tiempo completo o medio tiempo? ¿Llevarían a los hijos a guarderías o jardín de niños para pequeños menores de dos años?

4.- ¿De qué manera establecerían la división de roles? ¿De una manera binaria o compartida? ¿Quién se encargaría de qué y bajo qué argumentos?

5.- En caso de que se quedara sin trabajo remunerado alguno de los miembros de la pareja ¿qué esperaría que hiciera su cónyuge?

6.- Si alguno de los dos asumiera el rol de proveedor ¿cómo se repartiría el dinero que gana la pareja proveedora?

7.- ¿Qué sucedería si alguno de los dos o ambos miembros de la pareja tiene o cae en algún tipo de adicción o actividad ilícita?

8.- ¿Cómo repartirían su tiempo con las familias de origen, incluyendo festejos especiales como fiestas religiosas, vacaciones, cumpleaños o eventos sociales?

9.- ¿Qué quisieran hacer en sus ratos libres? ¿De manera individual y de manera compartida?

10.- ¿Habría exclusividad dentro del matrimonio? Es decir ¿podrían mantener relaciones sociales con compañeros de trabajo, amistades y familiares de manera individual sin incluir a la pareja?

11.- ¿Existe respeto por las ideas del otro? ¿En qué coinciden y en qué no?


Uno de los acuerdos que llamo de fondo tiene que ver con la sexualidad y la exclusividad o no sexual.

1.- ¿Qué espera cada uno de su vida sexual?

2.- ¿Cómo van a llevar a cabo los métodos anticonceptivos? ¿De manera unilateral o compartida?

3.- ¿Qué pasaría en caso de un embarazo no deseado?

4.- Si no pudieran tener hijos biológicos ¿estarían dispuestos a solicitar métodos de reproducción asistida? ¿Estarían dispuestos a adoptar a un hijo; de qué edad; de que sexo?

5.- ¿Están a favor de la exclusividad sexual o no? En caso de que no lo estén ¿cuáles serían las reglas?

6.- ¿Qué imaginan qué sucedería en caso de que se supiera que existe una infidelidad?

7.- ¿Su idea de matrimonio es para siempre?


Todas estas preguntas están involucradas en “mis obligaciones al contraer matrimonio”. El matrimonio es un contrato social que supone el deseo voluntario de dos personas para establecer un compromiso a largo plazo o hasta que la muerte los separe con o sin hijos. El matrimonio puede llevarse a cabo simplemente por un interés concreto que no involucre una relación sentimental. En este caso, lo ideal es que las dos partes estén conscientes de ello y lo consientan libremente, porque evidentemente las reglas entre ellos serán diferentes a la pareja que se casa porque desea tener el compromiso de por vida para estar juntos, existiendo en este compromiso un involucramiento emocional amoroso.


Actualmente debe fomentarse que ambas partes de la pareja que contraerá matrimonio puedan hablar libremente de todos estos temas para llegar a compromisos que se convierten en obligaciones morales una vez que este se ha llevado a cabo legal y/o religiosamente. Esto permite que la pareja tenga mayor claridad en qué debe hacer, por qué y para qué.


Vivimos en un mundo donde ya no existen “ideales absolutos o reglas absolutas”, cada pareja debe encontrar cuál será su propio código de pensamiento, de acción y de ética para comprometerse en ello de una manera cómoda y satisfactoria. Hoy entendemos que el mundo cambia con mucha rapidez y que las parejas casadas deben tener cierta flexibilidad para adaptarse a los cambios, pero que la comunicación entre ellos debiera ser permanente y cada vez mejor, pues como se dice popularmente: “solo hablando se entienden las personas” y no adivinando o evadiendo tocar tema difíciles.


Cuando los miembros de un matrimonio no entienden bien sus obligaciones y sus roles dentro del matrimonio y tampoco comprenden el sentido que conllevan, suele haber frustraciones, conflictos y desencuentros que van desgastando la difícil tarea de construir una pareja a largo plazo, sobre todo actualmente en que la esperanza de vida es muy larga. Esto suele ocurrir en todas las parejas, pero cuando los conflictos derivan a infidelidades, enfermedades, violencia y adicciones, ya estamos hablando de problemas matrimoniales serios, para lo que yo recomiendo siempre una psicoterapia de pareja. Estoy convencida en base a mis más de 34 años de experiencia clínica, que cuánto antes se solicite este tipo de ayuda, es más probable que la pareja se reencauce y se reencuentre. No importa si la psicoterapia se solicita siendo novios, con un año de casados, con cinco o 20 años. Cuando los problemas surgen y la pareja es incapaz de resolverlos para seguir avanzando, lo mejor será siempre la ayuda psicoterapéutica de pareja.

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