No hace muchos años atrás, la mujer no tenía muchas opciones para su vida y estas eran: solterona o “dejada”, casada, monja o dedicada a la vida galante. Hoy, siglo XXI, tiene otras más opciones y, una es: la decisión de permanecer soltera y desarrollar una vida que no necesariamente concluya en ser madre.
Esto último, ha influido en que ellas (y ellos), ante una relación de pareja que se torna insatisfecha, centrada más en lo negativo y en lo no resuelto, con una intimidad personal como sexual deteriorada, llegan a la decisión difícil de separarse. Ruptura que no es el fin de la vida, aun cuando si dolorosa, sino el comienzo de una nueva etapa y oportunidad que lleve a lograr nuevas o viejas ilusiones.
La separación es un proceso que enfrenta a quienes lo viven a etapas de duelo tanto familiares como individuales y se le considera como uno de los acontecimientos de vida que genera un nivel de estrés sólo comparado con la muerte de un familiar.
A pesar de lo dolorosa y difícil que sea, es una circunstancia de vida que permite el crecimiento y conocimiento de sí mismo dado que dicha ruptura obliga en la mayoría de los casos a modificar cambios en lo afectivo, económico, legal, social y personal.
Desde lo psicoanalítico, la experiencia de separación de la pareja enfrenta a los integrantes de la misma a un proceso de duelo ante lo no logrado, es vivir un proyecto fallido, en el cual deseos, ilusiones y planes fracasaron o desilusionaron.
Proceso de duelo que puede tardar en ser elaborado alrededor de tres años o más, siendo para la mujer más difícil según investigaciones recientes dado que ella se queda a cargo del hogar y los hijos además de su trabajo.
Separarse es una decisión personal, la cual implica enfrentar el duelo ante lo perdido y a pesar de ello se requiere enfrentar el duelo por lo perdido a través de según Psicodiagnóstico.com
1. Fase de la Postergación
Corresponde a la etapa previa a la decisión de separarse que se caracteriza por ir posponiendo la determinación por muy variadas razones. Consiste en intervalos de conflictos en que la persona se siente impulsada a separarse y luego se arrepiente. Si durante esta etapa se lograra pedir ayuda o apoyo, probablemente la postergación tendría un sentido positivo en el sentido de encontrar una solución al conflicto. Si no, se convierte en interminable fuente de sufrimiento para los involucrados y para quienes conviven con ellos.
2. Toma de decisión
Rara vez la decisión es tomada conjuntamente por marido y mujer. Frecuentemente es uno de ellos quien llega primero a esa determinación, provocando mucho dolor y hasta sorpresa en el otro. Durante esta etapa se vive una depresión matrimonial en que todo se ve negro y destruido. Nada de la relación se percibe como bueno o rescatable. Generalmente se imagina que la vida matrimonial del resto es sin tropiezos y que los demás están mejor que uno. Cuando existe una relación afectiva extra conyugal se acentúa aún más este contraste.
3. La separación económica
Para algunos es una de las fases que genera mayores problemas y se refiere a la división de los dineros y las cosas. Generalmente no se cuenta con la tranquilidad emocional necesaria como para efectuar esta división sin conflictos ni injusticias.
4. La separación de la comunidad
Todos los matrimonios pertenecen en mayor o menor medida a una comunidad con la que se comparte socialmente como la escolar, religiosa, el grupo de amistades, etc. Resulta muy doloroso, pero nada poco frecuente el hecho de que muchas de estas personas se abanderizan con una de las partes y rechazan a la otra, lo que genera mayor sensación de soledad y abandono.
5. En busca del tiempo perdido
La separación al comienzo puede significar para algunos una sensación de alivio y libertad profundamente anhelada por la desgastada situación matrimonial que se vivía. Se mira hacia atrás y se ve el pasado como un enorme “tiempo perdido”. Se vivencia una “segunda adolescencia” en que la persona se siente rejuvenecida, liberada y sus preocupaciones están centradas en sí mismas. El contacto con personas del sexo opuesto les da la satisfacción de sentirse atractivas y capaces de conquistar. Puede abusarse del alcohol, cigarrillos, drogas y también caer en promiscuidad sexual. Todas estas conductas son en parte otra manifestación más de la angustia y depresión que si son enfrentadas a tiempo se puede evitar caer en formas más autodestructivas de la persona.
6. La separación emocional
Independientemente de la calidad de vida matrimonial que se haya tenido, a lo largo de la historia de una pareja se va constituyendo un “nosotros” que en muchas áreas reemplaza al “yo”. La pérdida de este “nosotros” produce sensación de soledad, rabia y muchas veces culpa.
7. Arrepentimiento
En el primer año de separación ocurre una gran cantidad de arrepentimientos movido muchas veces por la sensación de soledad y vacío que se vivencia. Puede suceder que cuando llega la deseada libertad, muchos sienten miedo frente a ella. Se produce angustia y pena por haber perdido el esquema conocido, por no tener a alguien con quien compartir, reír, llorar, etc. A veces esta mezcla de sentimientos puede llevar a idealizar el pasado e intentar un reencuentro que tiene un dudoso pronóstico cuando está motivado por la dependencia de una de las partes.
8. El equilibrio o el estancamiento
Si el proceso de la separación se ha vivido funcionalmente y se ha alcanzado mayores niveles de conocimiento de sí mismo, madurez y desarrollo es posible que la persona logre nuevamente una sensación de bienestar, haya reorganizado su sistema de vida y se sienta seguro y satisfecho frente a sí mismo y el mundo.
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