Mi esposo y yo trabajamos juntos desde 1986. En el día a día, es bastante común que después de una mañana de trabajo, disfrutemos de ir a comer a un buen restaurante, y platicar y reír amplio y tendido como buenos amigos. No, no estoy dormida, ni soñando, estoy compartiendo el resultado de años de un proceso complicado, difícil y desgastante.
¿Cómo fue posible lograr ese giro?
El trabajar con el cónyuge es la aventura más arriesgada que he vivido. Es un detonador que reflejará lo funcional o disfuncional de la relación matrimonial. Si la relación va bien, el trabajar juntos la consolidará.
Se necesitan ciertas características para poder trabajar con el cónyuge, pero principalmente una, la fidelidad sobre todo del cónyuge, pues si es sensible a buscar refugio en sus asistentes femeninas, jamás combinará que la esposa trabaje con él.
Una vez superado este “pequeño inconveniente” vienen problemas de toda índole… en especial que alguno quiera “mandar” al otro y no se relacionen como socios sino como jefe-empleado. En mi caso, tenemos un despacho de abogados, en donde yo llevo la administración. Durante muchos años tuve miedo de tomar decisiones por temor a equivocarme y eso generó mucha tensión entre nosotros, hasta que entendí que debíamos de ser autónomos, cada quien, en su área, tomando sus propias decisiones y sus propios riesgos… o dicho en una sola palabra: ¡madurez!
Hablé con él, asumí los riesgos y la relación empresarial ayudó a que esa autonomía se reflejara también en la relación matrimonial.
Hablando de trabajo en equipo descubrí que el ser tan diferentes era una ventaja pues nuestras fortalezas se complementaban muy bien, y ese era el secreto, enfocarse en las fortalezas no en las debilidades o los errores, y que, si quería que él cambiara su forma de ser en ciertos aspectos, debía de empezar yo por observarme. A veces queremos que el otro cambie por la flojera que nos da tomar la iniciativa.
A casi 29 años, veo en perspectiva que el éxito en cualquier relación personal, laboral o combinadas, es la auto exigencia a ser una persona consciente. El problema es que nos han dicho que los cambios son muy difíciles, que ser consciente en todo momento es muy cansado y pues qué creen… que eso es lo que la mente cree y es muy difícil convencerla de lo contrario, a menos que nos atrevamos a pensar de una manera diferente.
¿Cómo? ¡Muy fácil! Todo lo que pensamos son programaciones que recibimos al ser educados, cuando pase una idea por nuestra cabeza simplemente me pregunto… ¿realmente estoy de acuerdo con lo que pienso? ¿realmente tiene que ser difícil un cambio?
Me parece que esa es la llave que abre puertas a cambios que nos lleven a desarrollar la mejor versión de nosotros mismos, a fortalecer relaciones humanas.
Hoy lo puedo decir: trabajar en pareja y como equipo con el cónyuge, no nada más es fácil sino ampliamente recomendable.
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