Por supuesto que sí. Ya hemos abordado varias veces sobre la frecuente falta de comunicación que existe en la cultura mexicana en general, tratándose del tema económico.
Desafortunadamente, no obstante ser un área fundamental de nuestra vida, porque casi para todo se requiere dinero, las parejas normalmente no hablan de ello, incluso lo evaden, como si se tratase de un tabú.
Obviamente, es un tema frecuente de roces y conflictos los gastos en una familia que no está acostumbrada a abordar estas cuestiones y mucho menos a planificar.
Una de las definiciones legales de violencia familiar es, “aquel acto u omisión intencional, dirigido a dominar, someter, controlar o agredir física, verbal, psicoemocional, o sexualmente a cualquier integrante de la familia dentro o fuera del domicilio familiar y que tiene por efecto causar daño”.
Desde luego que frecuentemente se utiliza el dinero como medio de control, dominio y sometimiento o hasta de castigo y/o venganza de y en contra de los integrantes de una familia, que van desde condicionar el suministro de lo básico, como puede ser la comida, el vestido y la educación, hasta efectuar gastos excesivos, a sabiendas de que hará falta para otra cosa.
No se debe confundir la planificación de los gastos familiares, como es la elaboración de presupuestos para no excederse, con la negativa a sufragar gastos con el objetivo de someter, controlar o incluso agredir a alguien. Lo primero es un acto responsable de distribución de los recursos materiales que se generan en una familia, mientras que lo segundo se traduce directamente en violencia familiar, al igual que el gasto excesivo, planeado por un miembro de la familia, para dañar a otro (normalmente al que suministra el dinero).
Tampoco debemos confundir el hecho de que se tenga que restringir una familia, porque el dinero resulta insuficiente para pagar los gastos; con el hecho de que se restrinjan los gastos como actos de castigo, revancha o sometimiento.
Desafortunadamente en este caso, “la cuesta de enero”, se presenta como una consecuencia de la falta de planificación familiar para efectuar los gastos que normalmente son más fuertes durante el mes de diciembre, debido a las fiestas y tradiciones navideñas.
Al ser una consecuencia por el exceso en el gasto familiar, genera desde luego, problemas que pueden traducirse en maltrato, esto es, en violencia familiar. En sí mismo, el “gasto excesivo”, puede ser un acto de violencia familiar, ya sea porque se pretende castigar a quien genera el dinero o porque al efectuarlo se está privando de lo básico a los demás miembros de la familia.
Cuando en una familia se siente “la cuesta de enero”, implica generalmente que no se planificó, no se platicó y además hubo desmesura.
Cuando un miembro de la familia se excede en el gasto, la consecuencia, generalmente irremediable, es un pleito familiar, que puede ir desde el reclamo pacífico, hasta otro tipo de cuestiones, como podrían ser, gritos, golpes y restricciones de insumos básicos, tanto para enfrentar el pago de dichos gastos, como para castigar o someter.
Seamos responsables, evitemos este tipo de conductas, hablando y planificando el gasto familiar. Dejemos que en enero permanezca el recuerdo y la dulzura que nos dejan la convivencia y tradiciones familiares, en lugar de dar paso a la amargura que puede generar la falta de recursos para afrontar el gasto desmedido.
Nuevamente, la comunicación es la clave, tanto para planear, como para evitar conflictos y violencia que tanto está dañando a nuestra sociedad, empezando por su célula fundamental, que es la familia.
Aprender a platicar sobre estos temas y llegar a acuerdos, sería un buen propósito de año nuevo.
A todos mis lectores, mis mejores deseos para este 2017.
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