Eran las 7 de la mañana, ese día había amanecido a menos 8°c y la Ciudad de Chihuahua, lucía un ligero manto blanco que la hacía ver hermosa, sus árboles sin hojas eran el alberge de decenas de pajarillos que esperaban ansiosos que un alma caritativa les compartiera alpiste o bien algunas migas de pan.
El transporte llegaba puntual y María Nancy, se frotaba sus delicadas manos con su termo caliente que le cobijaba con un humeante y aromático café que su hermana le había traído desde Oaxaca, un jorongo de gruesa lana Texcoco, gorra y guantes mexiquenses de borrego, la aliviaban del frio inclemente que solo Dios sabe que puede darse en las tierras de Pancho Villa. La maquila o fábrica esperaba su cambio de turno mismo que se daba con puntualidad londinense a las 8 am.
Ese día su esposo Ramiro había llevado a los niños a la parada del bus, con el cejo entrecortado y con la penumbra de saber que su puesto de comida rápida estaba a punto de ser embargado por un adeudo bancario. Triste y lleno de rabia, había discutido con María Nancy la noche anterior, quien siempre le había reclamado que no pusiera esa fonda, además a ella le molestaba y mucho que hubiese contratado a una empleada muy hermosa, pero sin experiencia en la cocina, y en esos menesteres que a todas luces se presentía un romance entre la empleada y su marido. Ambos María Nancy y Ramiro habían crecido en la misma colonia y habían ido a la escuela juntos.
Al llegar a su trabajo, Don Arturo, su Jefe, le lanzaba un piropo muy elegante y de buen gusto sobre su vestimenta que la cubría del inclemente invierno chihuahuense. Eficaz auxiliar de contabilidad, María Nancy resolvía los problemas y urgencias más difíciles y era en verdad el ángel salvador, ante los embates de hacienda, proveedores, etc.
Su matrimonio cada vez de desvanecía entre el recelo, la falta de comunicación y sobre todo el haber perdido ya las metas en común que se habían fijado como pareja a la hora de casarse. En el radio una canción decía “Todo se derrumbó cerca de mí, cerca de mi” … Arturo, hombre de 65 años, aún buen mozo y con recursos, no dejaba de alagarla hasta que por fin logró convencerla de ir a una convención a Cancún. Un halago, un reconocimiento y sobre todo la muestra de constante admiración por parte de un caballero hacia ella, llevó a consumar la infidelidad. Ella reflexionaba que también Ramiro su marido la había engañado con la Tatiana (la empleada de la fonda)
“Estamos a mano y ahora si Ramiro a Tablas… ¡Por cabrón te lo buscaste!” Pensaba en su interior. Se sentía con culpa, pero a la vez complementada como mujer y sobre todo reconocida como tal, como persona, sentía que le importaba a alguien y que este le valoraba en todos los aspectos, pero más importante le mostraba su respeto.
El caso de María Nancy es el de una mujer con cierta independencia que en un momento dado puede ante la inviabilidad de continuar una relación, la opción de buscar un horizonte más apropiado.
En esta situación pesaron sobremanera los distintos roles que cada uno de ellos fueron desarrollando. Al inicio de su matrimonio como ya se comentó, ambos estaban en una situación socioeconómica muy similar, pero María Nancy se siguió superando bajo un esquema muy concreto y objetivos muy puntuales, mientras que Ramiro, daba bandazos de una actividad a otra.
El cambio en los roles sociales y el impacto de estos en el microcosmos familiar (en lo económico, religioso, etc.) redefinen y con mucho los mandos y toma de decisiones en el mismo grupo social, y es por tanto que esto puede ser determinante en la misma continuidad de una relación. En el caso de México, el género femenino en los últimos 50 años se ha desarrollado con mayor celeridad, lo que deja al género masculino ante la disyuntiva en no pocas ocasiones de verse rebasado y por ende dar paso a una fractura en la misma relación.
El detonante se podría pensar que fueron las infidelidades de Ramiro, sin embargo, en este caso y como en tantos otros, las causas fueron una constante falta de atención hacia ella, como persona, pero sobre todo como mujer. La seducción de Don Arturo, sus galanterías y el ofrecimiento de facto de un mejor nivel de vida para María Nancy y sus hijos, no permitió por la misma dinámica que ella pensara en la posibilidad de acudir a alguna forma de terapia, consejo espiritual, etc.
María Nancy, mujer y madre responsable, era cuidadosa de su matrimonio, pero al no obtener de su esposo los mínimos reconocimientos que le recordaran que era un ser humano en plenitud, que merecía ser respetada y admirada y al interponerse “el cambio de roles” en la vida de su matrimonio, este sucumbió ante esta realidad socioeconómica contemporánea, que los terminó por distanciar definitivamente y hacía imposible la viabilidad de la misma relación.
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