Desde tiempos inmemorables, el abuso ha estado presente en nuestra sociedad en mayor o menor medida. La razón es muy sencilla: los perfiles de personalidad que definen nuestra postura ante el mundo.
La primera infancia forja el carácter que traemos al nacer: nos hace asertivos, diligentes, inquisidores, frágiles, sumisos o conformistas. Depende de las experiencias de vida acumuladas, los mecanismos de defensa desarrollados y los modelos que seguimos desde el nacimiento.
La agresividad positiva (el empuje, el arrojo), canalizada adecuadamente, es un instinto de supervivencia de todo el mundo animal, mientras que la agresividad negativa (violencia), causa repercusión en el otro ya que la intensidad y la intencionalidad están manifiestas y es propia de los humanos.
Esta última agresividad, es la causante o la pauta principal del Bullying, el abuso que por definición cumple con las 3 C’s: Constante, Coercitivo y Causal de daño; puede ser verbal, gestual, psicológico o físico. Siempre está conformado por la triada: agresor, víctima y testigos.
El periódico Reforma en junio de 2007, en el artículo “Violencia y Disciplina en escuelas Primarias y Secundarias 2004-2005”, reporta que el 24% de los estudiantes sufre burlas y el 17% ha sido lastimado por otros alumnos y un porcentaje similar ha recibido amenazas. El fenómeno ha evolucionado hasta llegar al llamado Cyberbullying que consiste en el acoso, agresión verbal y psicológica mediante los medios masivos de comunicación, (Internet, Redes Sociales, telefonía móvil, etc).
El fenómeno ha crecido continuamente por los modelos sociales inculcados por los medios de comunicación; la violencia, cada vez más presente en nuestras sociedades y la impunidad con la cual los agresores han logrado salir librados de las consecuencias. Es necesario inculcar valores a nuestros hijos en la cultura de la denuncia, por una sociedad mejor.
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