La Infidelidad vista desde los ojos de un hijo adolescente es un tema delicado desde el enfoque educativo ya que trastoca los valores colectivos del respeto, la honestidad, la confianza y el autodominio. El modelaje es algo que los hijos “maman”, es decir, no es necesario hablar de ello, solo se está educando con el ejemplo.
Existe una línea muy fina entre lo que modelamos a nuestros hijos y lo que les “enseñamos” verbalmente. La congruencia entra aquí en juego. Es necesario: pensar, decir y hacer lo mismo. De lo contrario estaremos mandando un doble mensaje respecto al concepto de moral. Algunos autores contemporáneos como Vicente Garrido quien recientemente acuñó el término “El Síndrome del Emperador” habla de la “zona gris”, es decir, entre el bien y el mal; lo anterior es un ejemplo de la doble moral.
Ser infieles supone desde el inicio, una falta de respeto hacia sí mismo, hacia la pareja, hacia los hijos y hacia la sociedad, debido a que el mensaje que se maneja es de una total desconsideración. Una clara falta de consciencia de los factores involucrados y su repercusión en las personas que nos rodean, especialmente los hijos.
Recapacitemos: En primer lugar, existe un daño directo hacia la pareja al faltar al voto de unión; hay un daño indirecto hacia nuestro círculo social, el cual percibe nuestra falta de honestidad y repercute en la confianza que ellos depositan en nosotros. Existe también un daño, inculcando conductas secretivas al tejido social y por último y no por eso menos importante, un daño directo hacia los hijos quienes viven esta situación de la peor manera.
Existen dos escenarios comunes cuando los hijos se enteran de una infidelidad por parte de alguno de sus padres: Enojo, reclamo e intolerancia ante un hecho que claramente destruye el vínculo de respeto hacia el adulto y/o represión de las emociones generadas por dicha situación con la idea de no lastimar al otro padre.
En cualquiera de los casos, la psique de los adolescentes se ve afectada y marcada en un grado tal que es posible que: Imite la conducta en sus relaciones posteriores inconscientemente ya que fue modelada por la figura parental (Integración) o el rechace de manera tal que sea intolerable para él vivir esta situación de nuevo (Escisión).
A pesar de lo anterior, ninguna de las dos posiciones es beneficiosa para el adolescente ya que marca su existencia con antivalores, mismos que habrá de repetir a lo largo de su vida adulta.
Entonces, a recapacitar y ¡a ser fieles o solteros!
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