Dr. Raúl Miranda Arce
Hace poco fui testigo de una escena donde una joven a quien podría describir como inteligente, sensible bonita con educación y cultura, quería convencer a su interlocutor de su punto de vista, quién con firmeza le expresaba no estar de acuerdo con ella, a pesar de su insistencia no lograba convencerlo, hasta que, en un momento dado, se desato una explosión emocional, ella grita se desespera, casi ofensivamente le reprocha ¿Por qué no me entiendes? ¿Por qué no cambias por mí? En otras cosas has cambiado y esto que a mí me parece un cambio menor, no lo quieres cambiar. El daba sus argumentos, pero ella ya no escuchaba lloró, grito y finalmente termina saliendo del lugar dando un portazo.
Me hizo reflexionar ¿por qué? Si aparentemente esta joven tenía toda la capacidad de comprender las razones de su interlocutor, y si bien no estaba de acuerdo ¿Qué le hace pensar que, si grita, ofende y agrede puede conseguir convencerlo?
Cuando entre más intensa se mostraba, cuanto más levantaba la voz la otra persona se cerraba más y desde luego manifestaba su disgusto y su determinación no solo de no darle la razón sino de romper la relación, al menos temporalmente.
Debo agregar que anteriormente ésta joven me preguntaba ¿Qué hacía mal, que personas que ella quería mucho terminaban alejándose de ella? No era capaz de reconocer su disfuncionalidad.
Años atrás tuve ocasión de conocer a su madre, una mujer igualmente inteligente, jovial, de buen corazón, igualmente bella en su juventud. Ella cuando entraba en una situación de estrés, se desesperaba, gritaba, azotaba puertas y se ponía agresiva, cuando en el fondo lo que deseaba era afecto. Una comunicación completamente disfuncional; paradójica enviando las señales opuestas, solicitaba afecto con agresión. Esto fue un factor importante por lo que su pareja se alejó emocionalmente, después de una de tantas crisis donde ella decide romper la relación una vez más ya no hubo reconciliación, concluyendo en un fracaso matrimonial. Su hija ahora repetía la historia, la pregunta es ¿Tiene otra opción? Ella fue lo que aprendió, cuando se te niegue algo, grita, usa la violencia y si así no consigue lo que desea, rompe con todo, y después hace como que nada ha pasado, sorprendiéndose que las personas ya no quieran estar en su compañía.
Los seres humanos tenemos de manera genéticamente determinada un equipo neurológico, que nos capacita para distinguir quien es un potencial amigo o un potencial enemigo, es un juicio inmediato de primera impresión reaccionamos inmediatamente para responder como corresponda: con afecto o con agresión, listos para vincularnos o para defendernos.
Estas estructuras neurológicas nos permiten, reconocer un rostro amigable a través de sus gestos; por ello una sonrisa o un rostro amable baja las defensas emocionales, por el contrario, un rostro hosco, adusto o agresivo nos pone alertas. Igualmente, la voz si es una voz que emocionalmente transmite un matiz cálido es más probable que sea un apoyo o al menos no un peligro. Lo primero que descartamos es que sea un peligro potencial, si nos sentimos con alguien afín bajamos la guardia. Estamos en disposición de entablar una relación, de charlar, de hablar y escuchar.
¿Qué pasa en las parejas habituadas al conflicto?
En vez de bajar la guardia, ésta se mantiene de manera crónica, puede ser una relación donde exista algún tipo de dependencia por ejemplo económica o por miedo a la soledad o por sentirse incapaz de hacer frente a la vida por sí mismo y por ello se mantiene una relación. Esta será entonces, una relación disfuncional porque si bien se reconoce un apoyo, por temor no hay la posibilidad de bajar la guardia en relación con el extraño, que a pesar del tiempo que dure la pareja como tal, emocionalmente permanece como extraño potencialmente peligroso o peligrosa, nunca pasa a ser un amigo. Son parejas que no se separan, pero no confían el uno en el otro.
No se crea la sensación de confianza. Por ello es que en base a esta primera impresión se desarrolla la relación somos afines, encuentro un ¿rostro amigable? ¿Escucho una voz afable? Por su actitud interpreto que intenta apaciguar mi miedo mi ansiedad o por el contrario me pone alerta debo estar a la defensiva con una expectativa del daño que me pueda hacer. Estos procesos de interacción con otros ocurren fuera de la consciencia, es una reacción automática que no pasa por la reflexión. Coloquialmente sería lo que se denomina buena vibra o mala vibra. ¡Me cayó bien!, ¡que agradable!, me la paso bien contigo o me cayó mal es un pesado etc.
Si nos despierta una reacción positiva entonces se genera una sensación de confianza. Uno de los problemas más comunes en la clínica de pareja es el sentimiento de no sentirse comprendido, no tener confianza para hablar. Frecuentemente escucho frases como: No me entiende, no me escucha, no le importo, ya se lo he explicado mil veces, debía de entender, ya se lo dije y no se lo voy a estar repitiendo, es como hablar con la pared, si se lo digo yo no hace caso; si se lo dice alguien más entonces sí, descalifica todo lo que yo digo, ya nunca hablamos
Es claro en estos casos que la comunicación está completamente rota, en otros casos la comunicación para asuntos cotidianos está preservada sin embargo en la intimidad igualmente la encontramos disfuncional, es indudable que para una vida de pareja satisfactoria, especialmente gratificante en el área erótica y emocional es indispensable una comunicación adecuada.
La comunicación requiere al menos de dos funciones: quien emite un mensaje y quien lo recibe. Habitualmente se le da mucha importancia al expresar o emitir un mensaje.
Aun cuando exista mucho amor y respeto en la pareja en algún momento por la propia naturaleza del ser humano habrá algún momento de diferencias en la pareja, que llevarán a una crisis y alguna confrontación es ahí donde se pone a prueba la capacidad de resolver conflictos en la pareja a través de la comunicación.
Cuando la comunicación falla una de las maniobras frecuentes es ya no decir nada, quedarse callada guardarse su opinión para no agrandar el conflicto, terminar la conversación abruptamente, especialmente si no me dan la razón, pero queda una sensación de frustración y resentimiento. De ahí que las amistades, en principio de buena fe y le den el remedio, y le aconsejen de manera optimista lo siguiente: Díselo, explícale, no te lo quedes, hablando se entiende la gente etc.
Desde luego es importante expresar el mensaje con claridad. Sin embargo, muchas veces se olvida el segundo aspecto, asegurarnos que se recibe el mensaje, dejamos de lado la escucha, no nos preguntamos ¿si la persona está lista para escuchar lo que decimos? E igualmente reflexionar ¿sabemos escuchar?
Se debe tomar en cuenta la forma y el momento pues lo que aspiramos al comunicarnos con alguien es ser comprendido: La comunicación eficaz crea la sensación subjetiva de ser comprendido, que tiene diferentes matices como sentirse apoyado, sentir que la pareja esta de nuestro lado, ahora bien si lo que esperamos está dentro de la realidad y se comprende es una posibilidad con alta probabilidad de obtenerlo si por el contrario la expectativas están fuera de la realidad o la expectativa es que el otro adivine lo que quiero, es muy poco probable obtener lo que se desea, dando lugar a frustración y enojo. Por ello debemos subrayar la importancia no solo saber expresar sino igualmente saber escuchar y así crear la confianza.
Para una comunicación profunda es necesario una actitud emocional en un contexto de confianza libre de peligro, sólo de esta forma podemos presentarnos ante otro sin defensas emocionales, permitiendo que el otro penetre en mis espacios emocionales privados, aquello que únicamente comparto en una relación donde la confianza es fundamental, donde siento que lo que diga no será usado en mi contra, no me van a lastimar y especialmente me trasmite aceptación sin juicios.
Ello me permite la apertura emocional, la cercanía corporal, y la expresión de sentimientos más genuinos que para algunas personas puede ser algo muy amenazante tremendamente peligroso.
Si los patrones de comunicación disfuncionales no se corrigen se habrán de repetir una y otra vez y no solo eso, sino que son patrones que se transmiten de generación en generación. Entonces ¿esta joven tendrá una alternativa distinta a lo aprendido?, desde luego que sí, de la manera difícil fracasando en sus relaciones o en un proceso reflexivo que puede hacer sola en psicoterapia personal o muchas veces cuando el problema ya esta instalado en una pareja con apoyo de un terapeuta de parejas que focalice y sea capaz de incidir en estos patrones disfuncionales y con gran esfuerzo modificarlos.
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