Cuando se siente que una etapa se termina; cuando uno se permite pensar que a pesar de esto la vida continúa, entonces se puede en verdad considerar que el capítulo, ese segmento de la vida, está cerrado.
Este pensamiento me da la ocasión de poder contarles a todos los lectores un caso paradigmático que justifica ampliamente la vivencia de cerrar un capítulo en la vida:
Laura, de 58 años, consulta pues acaba de descubrir a su novio de 63 años en la cama con una empleada doméstica. Esto ha sido un golpe muy duro para ella. Imposible de perdonar. Imposible de comprender. Fue un shock a punto tal que uno de sus hijos me llama por teléfono para que auxilie a su madre, quien estaba llorando, desesperada y sumida en una cólera infinita.
Al llegar a la consulta, Laura me intenta explicar por qué se siente así, tan traicionada, tan despojada del amor profesado a José, el cual según ella, era mutuo. Juntos desde hace cinco años se frecuentaban y convivían de jueves a domingo, el resto de la semana cada uno estaba en su casa.
José, un afamado arquitecto presentó a Laura como su pareja a todas las amistades. Según todos, ellos dos “eran la pareja perfecta” y sus amigos estaban encantados que finalmente el viudo hubiera “sentado cabeza” con la compañía de Laura.
Cuando en consulta entramos a profundizar y a tratar de comprender el sentimiento de enojo e indignación que la embargaba, Laura fue explicándome todo lo que fue “aguantando” consciente e inconscientemente en el vínculo.
Al igual que su exmarido, con quien pasó 19 años de vida, José se embriagaba los fines de semana, era sumamente seductor con todos, sus amigas y amigos, debido a lo cual ella siempre estuvo o estaba temerosa de que José pudiera traicionarla: pero jamás se imaginó que lo haría con la empleada doméstica.
Esta es la herida narcisista que su “Yo” no pudo tolerar. Este es su dolor y su decisión definitiva de corte de la relación. En el trabajo con Laura pasamos por las fases de su dolor-duelo, fases por las cuales atraviesa cualquier ser humano tras la experiencia de sufrir una pérdida personal y en este caso, una separación amorosa traumática:
La primera de ellas es la de estupor o shock: una NEGACION, tal vez mezclada con el enfado, pues negar es la primera barrera que la lleva a decir y sentir; “no lo quiero más” “no puede ser” “debe ser un error”.
De ahí se pasa claramente al enfado, a la fase del ENOJO, la ira: una fase de mucha rabia, mostrando de alguna manera falta de seguridad y baja autoestima. Los sentimientos acompañantes de esta fase son sentimientos de injusticia. Todo se vive como una pesadilla y una de las problemáticas es la imposibilidad de hacer cosas, trabajar ser productivo etc.
Esta apatía lleva a la tercera fase, denominada fase de DEPRESION, de desorganización, tristeza y desinterés: puede conducir a ideas circulares negativas. Donde tiene consciencia de lo perdido y puede expresar en profundidad su angustia. Estando en depresión pudo recibir la contención que necesitó frente a sus fantasías y temores.
El esclarecimiento de estos sentimientos pudo conducirla a una nueva y tal vez última fase de su dolor–duelo, la fase de re-organización, de aceptación y de resignación. Ahora Laura puede decir “cada uno siga su propio camino. Yo debo encontrar el mío, encontrarle a mi vida un nuevo significado, pues ese capítulo de mi vida está cerrado”.
Este recorrido analítico fue prolongado y no fue fácil de transitar, pero gracias a la oportuna intervención psicológica puedo hoy decir que Laura desarrolló aspectos de sí misma, jamás imaginados ni sospechados, que la enriquecieron y le dieron más confianza y autoestima.
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