Es frecuente escuchar a padres de familia decir “el Bullying siempre ha existido. La única diferencia es que ahora tiene nombre, está de moda”. ¡Es aquí donde empieza el problema!
Lamentablemente muchos padres de familia minimizan éste tipo de situaciones o son indiferentes a ellas. Por supuesto no podemos dejar de lado a maestros y directivos de las escuelas, quienes actúan de manera parecida, incluso hasta llegar a ser actores principales. ¡Qué decir de algunos funcionarios del gobierno! Cuando se les entrevista y se les cuestiona acerca del problema, dan respuestas tan ambiguas que sólo nos llevan a la conclusión de que no tienen idea de la gravedad del problema.
El Bullying por definición es “el maltrato físico, verbal y/o psicológico deliberado y continuo que recibe un niño por parte de otro u otros, que se comportan con él cruelmente con el objetivo de someterlo y asustarlo, con vistas a obtener algún resultado favorable para los acosadores o simplemente a satisfacer la necesidad de agredir”.
Es importante destacar la clasificación de los tipos de Bullying que existen:
Exclusión social. Se da cuando un grupo de niños no permite que uno se integre a alguna actividad como pueden ser juegos en el recreo o trabajos escolares.
En mi experiencia, no sólo aplica de ésta manera, también se observa por el uso de cierto tipo de ropa, marca o gadgets dadores de cierto “estatus social”.
Verbal. Su base son los insultos, bromas hirientes, poner apodos o ridiculizar frente al grupo. A veces se hace alusión a aspectos físicos del niño, como puede ser el uso de braquets, lentes, su estatura o complexión.
Físico. En este tipo, podemos observar desde empujones, golpes, rasguños… hasta la destrucción de objetos personales.
Psicológico. Aquí se utilizan varios medios para amedrentar a la víctima haciéndolo sentir asustado.
Cyberbullying, en la actualidad, los jóvenes han usado herramientas como Facebook y Twitter para seguir lastimando, agrediendo y humillando a quienes toman como víctimas.
Te invito a no ser indiferente y poner tu granito de arena en el sentido que te toque hacerlo: con tus hijos, con tus sobrinos, con tus amigos, etc. Hay un punto a enfatizar: “En el momento en que un juego pesado o una broma lastima al otro, lo hace sentir incómodo o le causa dolor, ya NO es ni un juego ni una broma. ¡Eso es una agresión!”.
Entender esta frase es el primer paso para enseñarle a los niños y adolescentes a diferenciar un juego de una agresión.
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