Un principio básico para poder compartir una vida en pareja es habernos consolidado como individuos.
Lo que, ¡por sí mismo se convierte en todo un tema! Porque esto implica tener ubicadas nuestras carencias, nuestros conflictos y otros elementos que nos predisponen al conflicto o que dan cuenta del tipo de vínculos – apegos que establecemos. En el artículo anterior hable un poco sobre las heridas de la infancia, las cuales muchas veces nos llevan a cargarle responsabilidades y expectativas a nuestra pareja o bien a cobrarle facturas que no tendría por qué asumir, cubrir o cumplir. Al hacerlo la estaríamos anulando como persona, la estaríamos queriendo convertir en algo que no es, estaríamos buscando controlarla. Luego entonces ya no nos estamos relacionando con una persona, nos estamos relacionando con una construcción mental y fantaseada que surge a partir de nuestras carencias y necesidades no cubiertas o resueltas.
Compartir una vida en pareja, implica tener la madurez emocional y la capacidad de saber hacernos cargo de todas y cada una de las decisiones que tomamos con sus respectivas consecuencias, esto en el entendido de que muchas veces tomamos decisiones producto de estados emocionales como estar enamorado, muy contento, muy enojado o muy triste, emociones que al final del día son efímeras, fugaces o pasajeras pero que nos llevan a decidir cosas de las que realmente en esos instantes no dimensionamos el alcance que tienen y que muchas de las veces pasado este estado, estando más tranquilos las pensamos de una manera muy diferente.
De la mano con el punto anterior, aprender y comprender que las personas con las que decidimos vincularnos son seres humanos que al igual que nosotros están aprendiendo a vivir y que tienen su propia individualidad, sus propios conflictos y sus propios momentos emocionales que los llevan muchas de las veces a tomar decisiones que terminan por afectarnos o lastimarnos, pero que no necesariamente es con dolo. Otro ingrediente sustancial al vincularnos es tener claros “mis limites en el amor”, es decir, tener muy claro en qué momento una relación ya no es conveniente para mi persona por más que la “ame” o sienta que la “amo”. “Decir adiós también cuenta como amor. A veces hay que dejar ir, y otras hay que aprender a irse”. Un límite general que todos deberíamos poner en práctica es que tenemos el derecho a ser tratados con amor, ¡respeto y dignidad! Lo cual quiere decir que no puedo ni debo permitirle a nadie ni a mí mismo maltratos, devaluaciones o descalificaciones, ni algún tipo de agresión hacia mi persona. No perdamos de vista que nosotros enseñamos a las personas que nos rodean cómo tratarnos, con los límites, la comunicación, la manera en que nos respetamos y respetamos a los otros. Otro límite es no permitir que mis principios o valores fundamentales sean anulados o que sacrifique mi esencia para que mi pareja sea feliz.
Hay acciones o conductas que resultan una especie de veneno para nosotros mismos: olvidar nuestras necesidades, tener relaciones de dependencia, victimizarnos por las circunstancias, vivirnos y sentirnos incapacitados para enfrentar la vida y hacernos cargo de nosotros mismos. Frente a este tipo de comportamientos el antídoto más poderoso es responder con madurez emocional y responsabilidad, no ser tan indulgente o autocomplaciente conmigo mismo en términos de aquellos proyectos o metas que pueden darle un sentido, un rumbo a mi vida y que permito que el miedo, la angustia, la inseguridad o la falta de disciplina me lleven a sabotearlos. Aprender a reconocer mis virtudes, mis fortalezas y todo lo bueno que hay en mí. Y la más importante: tener el compromiso conmigo mismo para trabajar, curar y reparar en lo posible mis heridas emocionales.
Para cerrar te quiero compartir una frase que encontré y que tiene mucho que ver con el tema en cuestión: “La verdad es que ninguno de nosotros es fácil en las relaciones de pareja, fáciles de lidiar o de complacer todo el tiempo.
Tenemos nuestras propias voces, actitudes y formas de ser, cosas que nos hacen ser quienes somos. Nunca te va a gustar todo de alguien, ¡es imposible! Así es la vida, y no se trata de buscar a la persona perfecta o vivir en un cuento de hadas. Se trata de encontrar a alguien por quién estés dispuesto a luchar para que la relación funcione, alguien que esté dispuesto a luchar por ti. Encuentra a alguien que tenga corazón para ti”.
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