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Ruth Axelrod

¿Amante yo? ¡Claro que no... nunca!


Cuando éramos pequeñas y jugábamos a las muñecas, poníamos siempre una muñeca mamá cuidando a uno o varios muñecos hijitos, desarrollando la idea de que en algún momento de la propia historia llegaríamos a ser aquella mujer perfecta con un marido perfecto y sus tres hijitos maravillosos que estarían felices todos juntos. El ideal social de la pareja y de la familia era una fotografía estática mandad a hacer para que quedara a la perfección, y cualquier evento que la fuera a distorsionar iba a quedar expulsado.

No problemas de ningún tipo, no personas ajenas, no faltas , todo en su lugar. Con un poquito de años encima aprendimos que cada familia y que cada pareja está lleno de vicisitudes, de alternancias que se instalan de forma particular en cada sistema familiar.

La presencia de un tercero es una de ellas.

Las historias de las familias donde aparece un o una tercera suelen causar mucha curiosidad y morbo, y fácilmente pasan a ser chismes o des- información de paso. Los triángulos amorosos tienden a ser clandestinos, y cuando se descubren generan un gran impacto psicosocial. Los personajes de estos triángulos son básicamente tres, y siempre uno queda excluido. Sabemos mucho sobre los personajes del matrimonio, pero conocemos poco del personaje clandestino que es la o el amante.

La posibilidad se ser el tercero o la tercera es una de esas circunstancias novedosas para los ideales femeninos.

Tomar la decisión de aceptar ser la amante, no estaba en la novela infantil sin embargo ahora sabemos que es un rol que puede ser elegido por cualquier persona y cada pareja de amantes puede negociar y mantener su relación de forma casual o permanente.

Existen muchas clases de amantes, desde las que duran unas horas y no repiten el encuentro, o las que si lo repiten un par de veces, o las que se instalan por un periodo vacacional, o bien se mantienen por más tiempo sin mayores compromisos o aquella relación ya formal que compite con la relación matrimonial y entonces usamos el nombre de casa chica.

Aceptar ser amante tiene muchas responsabilidades y estas deben ser conocidas y consensuadas, no dejadas al azar sino dialogadas entre los integrantes de la pareja extra marital.

Una buena amante tiene sus reglas, sus límites y sus responsabilidades conscientes.

Quisiera retomar lo que Detectives Privados México escribe en su artículo “comportamientos infieles “del mes pasado sobre el rol de la amante o bien, el amante;

“El rol del amante generalmente no es un estado que sea fácil de aceptar, aunque hemos observado algunas situaciones donde no les incomoda. Sobre todo, en el caso de las mujeres y no en los hombres, su instinto de posesión las hace luchar para ocupar el primer sitio, tratando de destronar a la pareja oficial mediante una fiera lucha por el amante, ya sea de manera indirecta a través de aplicar una buena dosis de encantos físicos y emocionales, hasta de forma directa mediante la confrontación personal”.

Detectives Privados México menciona que la amante, o el amante no se va a poder mantener en el rol extra conyugal que ha aceptado y que va a desear competir de frente, ya sea con el esposo o la esposa de su pareja, desestructurando el efecto de ser el tercero.

Pues bien, eso sería romper el acuerdo negociado, para acceder a un lugar de pareja oficial, o bien, de romper la pareja oficial para ver qué sucede.

Pocas son las amantes que logan quedarse en el lugar de esposas, en las estadísticas vemos que 2 de 10 logan ese fin.

No hay víctimas ni victimarios, cada persona decide donde estar y que es lo que desea y le conviene.

Hay mujeres que buscan ser esposas, ya sea que accedan a la maternidad o no, otras buscan relaciones casuales, otras deciden tener uno o varios amantes, otras prefieren ser amantes y otras deciden otra cosa, ¡lo que no se vale es sentirse víctima de las propias decisiones!!!


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