Apuntalando a los protagonistas del escenario adolescente.
Ahondar en el conocimiento del ciclo vital natural de la vida humana, nos ayuda a entender los momentos difíciles del desarrollo normal y a generar herramientas para estar preparados frente a las crisis naturales de crecer. Puntos de no retorno que dejan marcas imborrables en los protagonistas y en los que le participan.
Crecer no es una decisión, es un derecho inevitable de madurez que moviliza todas las áreas del ser humano.
Los cambios son constantes, tanto en el mundo interno como en el externo, así como en en cuerpo de cada persona que madura y tiene sus características específicas, para dejar la infancia y transitar hacia la adolescencia, y así, lograr llegar victorioso a las metas de la vida sexual adulta.
La visión psicoanalítica permite integrar lo psíquico con el cuerpo, que son los lugares donde se marca el duelo por el mundo infantil.
El cuerpo sufre una metamorfosis, se verá diferente y se sentirá diferente.
El cuerpo infantil pasara a ser el cuerpo del futuro adulto, con los caracteres sexuales definidos de ser hombre o mujer.
Algo se pierde y algo se gana.
La infancia era más fácil, más ligera, y con menos responsabilidades.
La adolescencia invita a nuevas experiencias, nuevos retos que generan miedo, inseguridad y melancolía de lo que se ha quedado en el pasado infantil. Un malestar emocional sería necesario sin llegar a la patología de la adolescencia.
De la dependencia infantil a la independencia juvenil hay mucho para transitar.
El joven o la joven tiene que dejar atrás la seguridad que daban los padres y la comodidad de la familia para atreverse a ir al mundo sin los apuntalamientos anteriores.
Entonces, la familia recibe el impacto. Los padres dejan de ser el eje de la vida de los nuevos jóvenes, y los nuevos intereses dejan huecos de lo que antes había. Por eso es tan difícil ver crecer a nuestros hijos, porque nos sustituyen con otros ideales y otras personas y suele ser doloroso.
Esta combinación puede generar depresión tanto en los padres como en los jóvenes.
El nuevo rol del cuerpo adolescente será la búsqueda y la curiosidad de saber, de conocer cómo se usa un cuerpo con nuevos pares y con nuevas funciones, tanto la primera menstruación como la primera eyaculación van a asustar y sorprender al joven. También van a asustar a los padres.
La sexualidad así vista, siempre tiene algo de traumático.
El sexo en la adolescencia es un ritual de iniciación, es tiempo de probar y de equivocarse, de hacer torpezas o compromisos impensables, románticos y etéreos.
Impulsivo y a veces irresponsable.
La libertad es una alternativa, pero también un enigma.
Finalmente, considero que el reto para salir bien librado de este natural evento de la adolescencia de nuestros hijos es construir juntos un espacio de convivencia saludable tanto para los padres como para el nuevo adolescente. Es el mejor tiempo para ofrecer orientación sexual y afectiva a la nueva generación.
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